CAROLINE.
Fui a cenar con Francis, me invitó y accedí, me gusta pasar el tiempo con él, pues es divertido y hace reír muchísimo. Además de que no quiero ser grosera al no aceptar, claramente dejando en claro que yo con él no quiero algo más, sería muy bajo de mi parte hacerle algo así a Adam.
Después de la cena me fui a beber unos tragos con Edmond, es gentil, amable y seductor, pero no me apetecía seguir la fiesta con él por lo que me recogí temprano, comienzo a creerle a Leslie que me hace falta algo para animarme, pero no sé que es.
Manejo rumbo a mi casa, espero que Leslie haya hecho palomitas y comprado helado, para aventarme junto con ella en el sofá y ver películas hasta tarde.
Veo el reloj y son las diez con veinte.
me adentro a mi casa y la siento vacía, subo a mi habitación siempre voy primero a ella, pues me urge quitarme toda la ropa y ponerme lo más cómoda posible.
E insisto en que se siente muy vacía, las luces están encendidas pues mis amigos saben que no me gusta la casa oscura, apenas si alumbran los foquillos, pero hay luz.
Abro la puerta de mi habitación y lo primero que veo es un hermoso ramo de Rosas, rosas. Que hacen la diferencia en un cuarto blanco.
Me acerco a ellas, huelen fantástico, muy pocas veces he recibido flores, pues no me gustan, pero estás, me remueven algo dentro.
Las detalló, son preciosas y son de las caras, examinó el ramo y veo que hay una nota escondida.
La abro y leo:
“Sweet Caroline”
Algo me brinca en el pecho y dudo que sea una arritmia. No hay autor de la nota, las huelo y mi nariz detecta otro aroma, pero no quiero imaginar cosas que no son.
—Caroline, voltea —me habla Leslie.
—No estés molestando, mejor busca una buena película y has palomitas, —digo, mientras sigo oliendo las flores y ese aroma que mi cerebro recuerda.
—Carolin…
—¿Sabes quién las mando? —la interrumpo.
—Voltea, carajo. —la exaspero.
Volteo y veo a mi padre recargado en la puerta con una brillante sonrisa.
Abro y cierro los ojos, en verdad está aquí, he intentado de mil formas traerlo de vuelta a casa, después de la muerte de mi madre se fue de aquí y no quería volver, pero lo que fuese que lo haya hecho cambiar de idea, me alegra que lo haya hecho Y solo por eso merece todo mi respeto.
—Sí, sé que es una sorpresa enorme pero aquí estoy. —me dice mientras me abre sus brazos.—Chiquitita… —empieza a cantar la canción que me ha dedicado siempre.
Dejo con cuidado el arreglo y me dejo ir a ellos, lo estrecho con fuerza y me rio como una vil loca.
—Papá está aquí contigo de vuelta, mi niña. —dice cuando termina de cantar, —Dispuesto a darte lo mejor de él para hacerte feliz y sé que tenerme contigo es un gran porcentaje.
—¿Por qué no me dijiste qué venías? —hablo un poco molesta.
Él y Leslie se miran.
—Te dije que se pondría furiosa. —le comenta.
Ella asiente.
—En lo que se le baja el coraje iré a preparar la película. —dice Les.
Se va como si nada.
—Papá, en verdad me hubiese gustado ir por ti.
—Lo sé, pero un amigo me hizo el favor de ir.
Lo miro mal.
—ese amigo debe ser más importante que yo.
Se ríe y se sonroja, como cuando algo le da mucha vergüenza.
—O sea que si es importante.
—No cielo, pero se ofreció y quería darte una sorpresa.
—Si que me la has dado. —me quito los zapatos de un, punta pie —¿Quién fue por ti? ¿lo conozco? Para darle las gracias después.
No contesta, se rasca la cabeza y no me mira.
—¿Te gustaron las flores? —las señala, —sé que no te gustan, pero se me hicieron un gran detalle.
Asiento, mi papá está ocultando algo.
—¿las elegiste tú?
—Pues claro, ¿quién más?
—No sé, creí que Les, —las miro también —aunque la nota es rara.
—Ah…sí, solo le dije que eran para Caroline y que escribiera algo lindo.
—Ya veo, ¿todo bien? Te siento tenso.
—Claro… claro, simplemente que me sorprende estar aquí.
—y ¿qué hiciste? —trato de cambiar el tema.
—Fui a los Bolos, una experiencia muy buena e incluso me bebi unas cuántas cervezas, con el amigo que te digo.
Por eso es que está nervioso.
—Vaya amigo que te induce a beber, ¿quién es?
—Cielo, tú también bebes así que no culpemos a otros.
—Ajá, si tú dices.
—Te traje unas cosas que pensé que te gustarían, fui a Nueva York hace tres días y pase a Tiffany, sé que te gusta esa tienda y no dude en entrar. — me tiende dos bolsas. —Un recuerdo de tu padre.
—Tengo demasiados, por ti gasto tanto cuando algo me gusta.
—Una hija mía merece todo lo que quiera, ¿esa es mi función como padre, no?
—Gracias.
Se marcha minutos después y yo me meto a duchar rápido para bajar con ellos a ver la película.
Me pongo un pijama y me desenredo el cabello.
Volteo a la mesilla de noche y veo las fotos que tengo con Adam, con él y mi papá y las de las cataratas; que son sin duda mis favoritas, por eso no están en la pared, pues estás merecen ser vistas siempre.
Bajo y mi padre y mi amiga hablan de algo, pero se callan cuando me ven.
—Ya empezamos con los secretos.
—Carol, tú papá siempre da buenos consejos.
Asiento y me siento con ellos, están viendo Orgullo y prejuicio, esta mujer puede ver esa película todos los días y no se enfadaría. Ya la estaba viendo, pues ya va casi al final, la escena es dónde Darcy le pide la mano de Lizzy a su padre.
Papá no dice nada y minutos después comienza a cuestionar sobre los orígenes del protagonista, la castaña encantada le explica todo lo que sabe de él. Me gustan las películas románticas, pero Darcy no me encanta mucho, me gusta, pero no es de mis personajes literarios favoritos.
Después, la señorita pone Harry Potter.
—¡Será maratón! —grita alocada.
Mi papá y ella chocan cinco, pues él es fanático de ese tipo de películas.
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Editado: 04.03.2024