Predilecto

CAPÍTULO 58

ADAM.

El domingo he convivido con Tom, hemos ido a un club de ajedrez. Creí que sería aburrido, pero las cervezas no faltaron, yo deje que jugará con sus amigos, he conversado poco, pues no es que me guste andar hablando con desconocidos todo el tiempo.

Mientras ellos hablaban, vi que Caroline subió una foto con el idiota de Francis y eso arruino mi día que ni me di cuenta que su padre estaba ebrio de un momento a otro.

Después de eso comenzamos a hablar de casería, no sé del tema pero Bruno sí, le pedí ayuda y me convenció de hacerlo regresar antes de tiempo. Eso me sucede por no saber de algo. y tampoco entendí porque quería saberlo, pero Tom me presume como si fuese el hijo que no tuvo y yo obviamente tengo que hacer valer esos halagos, independientemente de quien soy me tratan como a uno más del grupo.

Tom está ebrio, me he fijado que se emborracha con muy poco, lo he llevado a su casa en cuanto me he dado cuenta y Leslie me ha hecho el favor de comunicarme si esta la hija.

 

Lunes y hoy martes, el padre de Caroline ha asistido aquí en la empresa, él es ingeniero retirado y a veces se va a platicar con los trabajadores de producción.

No me molesta, pues la verdad los Cooper tienden a ser agradables. También me pide a Dunkel y se va al parque con él a hacer ejercicio, mi chofer los acompaña, así ha sido la rutina estos dos días.

Llaman a mi puerta y sin dar permiso de entrada, pasan.

Es Bruno.

—He vuelto, no eres tan cretino como creía.

—Lo soy, pero estaba un poco comprometido, enojado y necesitaba tú ayuda.

—Un momento que siempre recordaré, con mucho aprecio. —guiña el ojo.

—Ya cállate y vete a trabajar.

—Sé que me aprecias, Ad.

Odio que me digan Ad. Lo acribillo con la mirada.

—vete a joder a otra parte, por ejemplo, llama a tu galletita y dile que has vuelto porque eres un maldito perezoso.

—Ya lo he hecho, gracias por recordármelo. —me agradece con un gesto de manos.

—eres un patético, poniendo apodos, Ja.

Me mira y se ríe.

—Claro, yo soy el patético, Hübsch.

Sin dejarme hablar se larga y sonrío, es un imbécil, pero lo apreció. Y recuerdo a mi yo de universidad:

Francis compite conmigo en todo, las chicas me siguen, pero él tiene labia para terminar quitándoles de mi lado. No me importa en nada, yo estudio, eso es lo único que me importa.

La vida nos cambió y no para bien, pero aún valoro un poco esos recuerdos de la infancia.

Aunque en su proceso me ha humillado por ser quién soy.

Pero siempre he sido mejor que él.

Las personas no duran a mi lado, él las absorbe, a excepción de uno.

Un compañero que se llama Bruno Hartmann, compartimos algunas clases en programación, tiene potencial en lo que hace.

Pero le gusta mucho vivir su vida al límite, está un poco loco.

Francis, se lo quiere llevar, pero Bruno me sigue aun cuando no me tolera. Es como mi hermano, es mi mejor amigo y aparte de eso lo estimo y le tengo cariño. Es una gran persona, cuando termine la carrera lo haré mi socio, aunque no estamos en la misma sintonía de muchas cosas, me servirá de gran ayuda para lo que tengo en mente.

vuelvo al presente y me pongo a trabajar, la nueva empleada que ocupaba el lugar de Caroline era un dolor de cabeza, no me gusta subestimar a nadie, pero lo de ella realmente es otra cosa y no esta profesión,  todos tenemos un don y eso no se puede negar. yo sería pésimo cocinando, pero tengo otras cualidades. los de ella no sé que sean pero esto no,  duro una semana, sin embargo, ayer lunes la despedí pues no me sirve y no quería que Bruno siguiera resolviendo sus grandes errores, por ello ahora nuestro trabajo es doble.

sumando que ir y venir de Alemania me esta jodiendo, mi padre esta mal y eso es otro tema que me esta absorbiendo. necesito desconectarme de todo, necesito unas vacaciones. 

 

CAROLINE

mientras preparó con Leslie la carne, ella pone música y comienza cantar haciendo que me le una al baile que esta montando.

Es temprano, por ello nos damos nuestro tiempo.

—Hace falta algo, —se dirige a la nevera y saca una botella de vino tinto. —Un buen vino; relaja, satisface y alegra.

—No lo dudo.

Sirve dos copas y nos recargamos en la barra mientras pensamos cosas.

—¿Qué te sucede? —me presta atención.

—Mi papá, estoy preocupada, el domingo llego tarde y un poco ebrio, y en estos días no sé a dónde se mete, pues sale temprano y llega hasta en la tarde. ¿No has visto algo raro?

—Para nada, Tom es como tú, un alma libre.

—Pero eso no quita el hecho de que me preocupe, y el tema del amigo también es otro factor. He pasado por los negocios de sus amigos y no lo veo por ningún lado. Ni siquiera ha ido a la tienda ni a la cafetería, me da miedo que le vaya a querer dar demencia senil. 

—Tal vez es un amigo nuevo, le dije que lo invitará esta noche, sabía que eso es lo que te tiene toda pensativa. Dudo que tu padre padezca una enfermedad neurodegenerativa. 

Asiento y bebo de mi copa.

Seguimos hablando hasta que llaman a la puerta, Leslie se dirige a abrir.

—¿Por qué nunca cargas las llaves? —dice molesta.

—Siempre se me olvidan en la cajonera.

—Que seguras están.

Salgo y veo a Alex.

—Hola, Caroline.

—¿Estás perdido? El viaje es el jueves. —digo con sarcasmo.

—Tal vez tanta locura hizo que se le olvidaran los días también. —secunda Les.

—Obvio no, sabía que tu padre llego y quería darle la bienvenida.

Mi papá es una persona que se da a querer, un simpático de primera.

—Por cierto ¿Dónde está? —frunce el ceño.

—Esa es la gran pregunta.

Nos vamos a la cocina y ahora somos tres terminando de preparar todo para la cena.




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