Predilecto

CAPÍTULO 60

CAROLINE.

Las vegas fue una locura, tanto que pasamos y solo se quedaran en ese lugar esas emociones y sensaciones que experimentamos.

Volvimos a nuestras vidas cotidianas, aunque ya pasaron dos semanas para ser exactos.

Estoy en una cena con Francis, hoy ha invitado a varios amigos de él. No soy muy del ambiente de los Médicos, esos chistes que dicen sobre los Ingenieros me parecen absurdos, soy de las personas que creen que mientras hagas bien tu trabajo, no importa a que te dediques.

—No demos términos tan estructurados, la señorita no comprende. —dice uno que es cardiólogo, —seamos empáticos con nuestra secretaría.

—No es Empatía, eso es egopatía, —no sé porque, pero Adam me viene a la mente, —y entiendo los términos que han empleado, soy Biomédica y estudie la anatomía humana, e incluso puede que yo haya ayudado a crear tu máquina de ECG y si no, la he hecho que funcione como debe.

Veo como su cara se distorsiona.

—Señorita Cooper, no sabía que entendiera nuestros términos, las caras bonitas no son muy listas, por eso son bonitas. —se carcajea, —una recompensa a su ignorancia.

los demás médicos se ríen.

Francis me hace cara de que me controle.

—si señores, también las mujeres bonitas somos inteligentes y antes de ser una simple secretaría como me han llamado, ejercí mi carrera en la mejor industria, con los mejores ingenieros...

—Caroline, cariño solo es un comentario estúpido, tranquila. —habla Francis. —convivamos en paz señores.

Me ignoran y vuelven a sus temas de enfermedades crónicas, con chistes que creen que son graciosos.

Francis niega a mi comportamiento y a mí no me importa.

Me pongo de pie y voy al baño, me recompongo el traje y me pongo un poco de labial, tengo hambre pues no me llene con su comida Gourmet.

—No es nuestro lugar, Caroline. —me digo y salgo.

fuera del servicio me encuentro con Francis.

—¿todo bien? —lo cuestiono.

—Claro, solo venía a preguntar si te sentías cómoda.

Quisiera asentir, pero niego.

—La verdad es que no, mucha pretensión me agobia.

—Disculpa, pero así somos, este es mi mundo Caroline, no lo puedo cambiar.

—No te preocupes, no pido que cambien, —lo miro. —lo mejor será que me vaya y continúen con su velada, nos vemos.

Me da un beso en la mejilla.

—Para la próxima solo vendremos los dos —me susurra, —este no es tu ambiente, claro esta.

Asiento y camino.

Salgo y el frío me golpea en la cara.

No es la primera vez que convivo con gente que se cree mejor que otros, en fin.

Me subo a mi camioneta y avanzo en la carretera, el restaurante esta alejado de mi casa y tengo que pasar por algunas carreteras. 

Dancing Queen, suena en mi camioneta, y voy manejando tan tranquila que se me olvida todo y además el clima es  perfecto, esto es paz.

Ya dejé muy atrás el restaurante, incluso ignoro lo oscuro del camino.

Pero como todo, no puede ser tan perfecto.

La camioneta empieza a hacer un movimiento extraño y lo mejor será que frene.

Cuando lo hago comienza a salir humo del motor.

—M-i-e-r-d-a…

No sé mucho de automotriz y antes de ver el lado que me grita Negativo en letras rojas, Me dejo caer sobre el volante.

Intento arrancar, pero ya no prende siquiera.

Llamo a una grúa, no me quedará de otra.

Espero y el calor me deja también, me bajo y abro el maletero, agradezco siempre cargarme una frazada.

Llamo a Francis, pues es la persona que más cerca tengo.

Después de varios intentos no responde, entonces los médicos no están 24/7 disponibles a emergencias.

Voy a llamar a mis amigos, pero veo en los estados que están en una fiesta. No quiero interrumpir.

Llamo a la única persona que sabrá que puedo hacer, estoy a nada de entrar en pánico, estoy a oscuras en una carretera, sola y con un frío tremendo y odio la sensación de no poder hacer nada. 

—¿Qué pasó cielo? ¿ya vienes?— La voz de mi padre me genera paz. 

—Ya iba en camino, pero la camioneta ha decidido dormir.

—¿Dónde estás?

Le doy mi ubicación y guarda silencio.

—¿estás sola? ¿has llamado a la grúa?

—Sí, estoy sola y he llamado a la grúa, —me castañean los dientes, —¿puedes mandarme un uber por favor? la señal se me está cortando. 

—esta bien.

Termino la llamada y como cosa de mala suerte la señal se me va.

Pasan treinta minutos y nadie pasa y nadie viene.

El frío me pica horrible y ya no siento mi nariz.

Veo que se acerca un coche por detrás de mí.

Baja alguien y ya no puedo voltear estoy tiesa, solo veo que la sombra se acerca por el retrovisor, es una figura alta y viene tan abrigado.

Dios, no era como quería morir, pero gracias por esta buena vida.

 

 Se acerca y me da miedo, comienzo a temblar más de lo que debería.

¿qué tal que sea un psicópata? Papá no dijo que venía nadie por mí.

Aprieto los ojos, toca mi ventanilla un par de veces, pero no veo más que su mano enguantada en cuero golpear.

Sí, es un asesino, no quiere que le vea la cara.

Veo que se aleja y rodea el auto.

Se acerca a la puerta del copiloto, intento cerrar, pero es inútil ya que la abre y mete una pierna.

Cuando se sienta grito como una demente e intento abrir mi puerta, pero no accede. Y mis años de defensa personal se hacen a un lado.

—¿Por qué gritas?

La voz se escucha amortiguada y veo que trae un pasamontañas. Me pego lo más que puedo en la puerta y él hombre se quita lo que trae puesto en la cara y cierro los ojos.

Empiezo a escuchar que se ríe.

—No creí que fueras tan miedosa, Cooper. Era una pequeña broma. 

Esa voz, esa bendita voz.

Abro un ojo y veo que me observa con esa mirada tan azul.

—Dios, casi muero del susto, ¿por qué no agachaste la cabeza para verte? — me pongo mi mano sobre el pecho.




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