Predilecto

CAPÍTULO 61

ADAM

Después de llegar de la casa de Caroline, me doy una ducha y me voy a acostar, no juego con Dunkel, pues duerme como un bebé.

Cierro los ojos y entre sueños escucho mi celular sonar.

Miró el reloj, son las 2:45 a.m.

Más vale que sea urgente.

Contesto sin mirar quién llama.

—¿Qué sucede? —contesto de malos modos.

Los sollozos del otro lado me preocupan.

—Hijo, debes venir a casa, Alphonse…

—¿qué le sucede? —me pongo rápido de pie.

—esta muy grave, te necesito.

Cuelga la llamada y como puedo llamo para que me tengan listo mi Jet. 

Hago una maleta y despierto a Dunkel.

Antes de salir de casa, hago que todas las barreras que existen en mí se pongan de pie, las extiendo a mi al rededor y las refuerzo con todo lo que necesito. 

—no somos débiles, somos poderosos. —me digo a mí mismo.

Y así salgo de Vancouver para ir a la ciudad que me vio nacer.

Después de horas de vuelo llego y me dirijo al hotel.

Dejo a mi amigo y voy directo a la clínica, pues según lo que mi madre me informa aún sigue en estado crítico.

—Llegaste…

Mi madre se viene contra mí.

—Mi Alphonse, mi querido esposo. —dice entre sollozos. —¿Qué será de mí sin él? 
—Vivir. —Es lo único que le digo. —Serás libre. 
—No me digas eso. Es tu padre. 
—Tú mejor que nadie deberías intuir que es lo que viene y tratar de prepararte para eso. ¿Es el equilibro de la vida? Es así como funciona la fisiología. —La aparto de mis brazos, me incomoda que me abrace. 
—Daría todo por él. 
—¿Más? Le diste tu vida y todo lo que traías en los bolsillos. 

—¿Eso es lo que hacemos por amor, no crees? Dar todo sin recibir nada, porque es suficiente para ambos. 
—Por amor hacemos todo, pero también debemos quedarnos con algo para nosotros. Y tú no te quedaste con nada para ti. —guardo silencio y ella ya no me dice nada. 

Mi madre siempre amo a ese hombre como si la vida solo lo hubiese creado a él. lo acepto tal y como era, nunca le cambio nada, sin embargo él a ella sí, le quitó sueños y gustos que ella adoraba, la limito, la excluyo del mundo para que él fuera el foco de atención y ella lo permitió, accedió a todo por él.  Tanto fue su amor, que no le importo no ser correspondida.

 

Da ordenes sin titubear, entrando en su mejor papel Y es convertirse en la Dueña de todo esto, sin importarle nadie más. 

Yo solo me siento y espero a que vea qué hay más, que sí; debemos luchar por las cosas que deseamos pero qué hay otras que ya no se pueden evitar y solo asumir las consecuencias. La miro y yo espero pacientemente a que se desocupe y piense en ella, como cuando Niño la veo poner el mundo a sus pies de un hombre que no merecía eso. 

Después de horas escucho que ya está fuera de peligro por el momento, los Doctores salen y apuesto que los veo limpiarse el sudor y exhalar como diciendo “No seremos despedidos”. Y en cierto modo a mi también me da una tranquilidad. 

Me pongo de pie y me dispongo a irme.

—¿Te quedarás en casa?

—No, me quedaré en un hotel.

—Ad, hijo…

—ya sabes cómo funciono, iré a verlo mañana. Que esté más estable, no quiero sacarlo de quicio ahora. —miro la puerta, tampoco quiero que me saque de mis cabales él. 

Asiente.

—Francis ya ha llegado y espera en casa. No quiso venir, dijo que se sentiría impotente no poder hacer nada. Eso pasa cuando eliges esta profesión, no poder meter las manos por los que quieres, —Sonríe. 

—Me imagino que cualquier profesión, el hecho de no poder hacer nada es desgastante. Cuando deambulas por estos pasillos llenos de incertidumbre sin saber una respuesta de lo que sucede tras las puertas de quirófano o intensiva, así que no minimices a nadie en su dolor, que puede que no se diga pero puede sentirse. — Me acomodo la sudadera. 
—Pues sí, pero sabes que juntos son ellos. 

Asiento, no me importa.

—a Alphonse le gustará que sus hijos estén en casa…

Me le carcajeo.

—Madre, deja de soñar, por favor. Si llego a ir, Será por ti, que pese a todo contigo tengo unos cuantos recuerdos agradables, nada más. 

No dice nada y me largo.

Aprovecho mi estadía para ir a mi empresa.

Y así mi día se me va.

Al día siguiente hago lo mismo y es ir al trabajo. La vida pasa y no le pongo atención, sumido en un lugar en el cual tengo bonitos recuerdos, pero también muy malos y es que el vendernos que tenemos que querer a un familiar pese a Lo mierda que  puede ser con nosotros es una puta herida más grande que el daño, ver a tu Carcelero y no poder odiarlo porque te vendieron el cuento de que por ser tu padre lo tienes que querer y perdonar es una maldita lucha interna que trato de sobrellevar y aunque se que yo no era el culpable me siento como tal. Por eso no disfruto de mi hermosa ciudad. 

Por la tarde mi madre me llama y me dice que vaya a cenar a casa, no quiero ir, pero es la única opción que tengo para quitármela de encima o estará llame y llame o lo peor que quiera venir conmigo al hotel. 

Solo ver esa fachada de mansión gótica me da jaqueca y ganas de prenderle un cerillo. cuando sea mía no se que haré con ella. La casa no tiene la culpa, sino las personas que la habitan. 

Estaciono el auto.

Toco la puerta y una empleada me abre.

Se me hace tan patético, pero bueno, le doy la correa de Dunkel.

Cuelgo mi abrigo y camino con seguridad hasta el comedor.

Escucho las voces de Francis y mi madre.

—Ad, qué bueno que viniste hijo. —Intenta venirse a abrazarme, pero me hago a un lado. 

Asiento y observo la mesa, hay un puesto demás.

—Hoffmann. —dicen en tono burlesco. 

Suspiro.

—Archivald.

—dejen de lado sus rivalidades y cenemos en santa paz. Muchachos, que los necesito como hermanos que son. 

—Evi, sabes bien que yo lo único que deseo es paz, por el bien de mi padre. —habla el insufrible. —Quiero que papá se vaya orgulloso de lo que hizo como hijo, profesionista y Hermano. 
—Oh, Francis…—dice la mujer que tengo por madre. 




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