ADAM.
Después de haberme quedado por un largo mes en Alemania he decidido volver, mis abogados no han dejado de llamarme, me imagino que es sobre el testamento de mi padre, pero no me hace falta nada de eso y por ello es que he ignorado sus llamadas. Total, ya es mío.
Vine a visitar a Tom Cooper y pasar una velada agradable, su hija no esta y por más que veo la puerta no aparece.
—dijo que llegaría tarde, —observa su reloj. —y lo está cumpliendo.
Asiento, quería verla. Una de las razones por las que volví fue por ella.
—bueno, ya es tarde y fue un vuelo pesado. Mañana tengo trabajo.
me despido y salgo con mi fiel amigo Dunkel.
el auto esta un poco retirado de su casa.
Me subo y me quedo pensando un momento, mientras veo como las copas de los árboles se mueven.
—no llego… —digo a la nada.
Me acomodo y antes de encender el auto, otro se estaciona en la casa de los Cooper, Dunkel mueve la cola y antes de que ladre subo los vidrios.
Se baja y en su rostro tiene una maravillosa sonrisa, lo mira… lo mira como si no estuviera convencida de algo, se acerca y lo besa. Trago saliva y me volteo, como si me hubieran dado un fuerte bofetón.
Quiero sonreír por ella, pero mis labios tiemblan y me convenzo de que es lo mejor.
Lo toma de la mano y se miran en silencio, después ella entra a su casa y él se queda esperando afuera hasta que entra del todo.
Sin pensarlo dos veces me bajo del auto.
Con la mente llena de ideas de llevármela conmigo y partirle la cara a él, por tocar lo que es mío.
Pero antes de llegar a su auto, mi mente tiene un ligero rayo de luz…
Ella ya no es mía, nunca ha sido mía, ha sido de ella. Pues es un alma y mujer libre, una mujer que no le pertenece a nadie más que así misma.
Y debo alegrarme por su bienestar, debo apoyarla sea cuál, sea su decisión. Aunque eso signifique que no sea a mi lado, eso es un amor puro, un amor predilecto por ella y por mí.
Miro la luna, ella ha visto toda mi vida y sabe todo lo que nadie más.
El cielo me atrae tanto de un momento a otro, como si alguien deseara que viera también la negra noche, ella es mi luna y yo soy la negra noche; inmensa, pero con una luz brillante, el magnetismo que tengo al verla hace que mis ojos se cristalicen, como si compartiera el dolor con alguien más, como si la noche fuera un mediador entre dos personas…
—¿requieres ayuda? —habla una amable voz.
Bajo la vista y veo al hombre que se ha besado con Caroline.
—¿todo bien? —vuelve a preguntar.
—por supuesto, ¿eres novio de la señorita Cooper?
Me mira con duda.
—pues aún no lo definimos, pero creo que sí.
—vaya.
—siento que un imbécil le rompió el corazón, por eso vamos lento.
—bien, pues cuídala, se lo merece.
—sí, vale la pena…
Lo interrumpo.
—No, no vale la pena —me mira con duda de nuevo, —vale todo, vale cada bendito segundo, vale el esfuerzo, vale la vida entera y aún quisieras darle más.
—entiendo…
Muevo la cabeza afirmativamente y me doy media vuelta.
—oye ¿quién eres? —me grita.
Volteo y lo miró.
—soy el imbécil que no la supo cuidar. —es lo último que digo y me voy a mi casa.
A la mañana siguiente llego a la empresa.
—Señor, lamento su pérdida. —me dice Margot.
Asiento y me encierro en mi oficina.
Trabajo y trabajo, ni siquiera sé de dónde saco tanto, hago videoconferencias y las alargo queriendo explicarles todo lo que ya tienen en sus catálogos que se les envían.
Hablo de mi clínica en la que Francis es dueño de un 15% mi madre de un 30% y yo del 55% algunas cosas cambiaran y por ello es importante que hable con ese par. Por eso es que Caroline tiene un sueldo mayor y comodidades que no debería tener.
Mi madre sale de la llamada, Archibald se queda.
—terminó la llamada. —le digo de malos modos.
—no soy idiota, pero debes saber algo. —me comenta.
—háblalo con Margot —estoy a nada de colgar, pero se adelanta.
—Caroline ha puesto su renuncia.
—¿QUÉ? —me pongo de pie.
—lo que has oído, la he escuchado hablando con su amiga y le decía que le diría que sí, que estaba preparada para el siguiente paso con Edmond y minutos después vino y hablo conmigo sobre la renuncia.
—¿De qué mierda estás hablando? —digo molesto, —más te vale que no me estés tomando el pelo.
—Maldita sea, Adam. Te digo la verdad, por una maldita vez en la vida dejemos las rivalidades de mierda a un lado…— lo miro mal, — o bueno, yo las estoy dejando de lado.
No le respondo y solo me quedo viendo un bolígrafo, como si ese me fuera a confirmar todo.
—Acepta su renuncia… —es lo único que digo.
—entendido. —la llamada termina.
Llama a mi puerta y entra Margot.
—señor, sus abogados no han dejado de llamarme, dicen que es importante que les responda.
—Diles que no puedo hablar con ellos, que acepto lo estipulado y que dejen de joderme.
Toma el teléfono y responde la llamada.
—Buenas tardes, me he podido comunicar con el Ingeniero Hoffmann… ha dicho que acepta los términos estipulados… sí, dijo que cualesquiera que fueran los aceptaba.
Termina la llamada y me mira.
—¿puedo decirle algo?
Asiento.
—no sé qué ha aceptado, pero ha dejado mudo al abogado, debería llamarlo antes de que se acepten por completo esos términos.
—es sobre la herencia de mi padre. —le digo.
—entonces ha recibido cosas muy valiosas pues el abogado ha quedado anonadado.
Asiento.
—lo más valioso que tenía ya no lo tengo Margot.
—¿su padre?
Me río.
—Caroline.
—Lo siento, esa chica lo amaba, así como usted la ama a ella, pero se niega a reconocerlo. Ese amor de ustedes valía la pena, todo el amor es un proceso y como en todos los procesos no todos los pasos nos salen bien, algunos son mas o menos, otros se echan a perder, lo importante es no rendirse.
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Editado: 04.03.2024