Predilecto

CAPÍTULO 64

CAROLINE.

 

A la mañana siguiente me despierto, ya es un poco tarde para ser sincera, son las diez de la mañana.

Estoy sola en la cama y el silencio es arrollador, me estiro y me quedo viendo mi escritorio por un tiempo indefinido.

Se suponía que hoy por la noche saldría de viaje con Edmond, pero no quiero ir sintiéndome mal, o mejor dicho incomoda. Le pongo un mensaje y le explico todo lo ocurrido, comprensiblemente me dice que esta bien y que él debe de ir a arreglar todo.

Alex me hace videollamada y Leslie viene a estar conmigo un par de horas, pues tiene mucho trabajo y desea terminarlo lo más rápido que pueda, pues en cuanto vuelva su esposo de a dónde quiera que haya ido, se irán de luna de miel. Planeaban irse mucho antes, pero paso lo del padre de Adam y lo suspendieron por respeto.

Duermo otro lapso de tiempo y al despertar veo que son las 3:00 de la tarde. he dormido más que cuando era una bebé.

Me siento en la cama y observo que Adam esta trabajando en mi escritorio, tiene sus auriculares puestos, su blanca camisa se contrasta con mis paredes, la corbata la tiene suelta. Se ha cortado la barba y el pelo.

Lo detallo, cuando está concentrado enarca las cejas y se muerde el labio inferior, con esa cara seria se ve guapísimo…

—¿cómo te sientes? —me pregunta.

—solo tengo la molestia en mi pie. —digo mientras trato de acomodarme decentemente el cabello.

—has dormido demasiado. —mira su reloj. —¿tienes hambre?

—te mentiría si te dijera que no. —podría comerme un elefante y medio.

—perfecto.

Se pone de pie y me besa la frente, sin decir más sale de mi habitación.

Me pongo de pie con ayuda de las muletas y comienzo a caminar un poco. Vaya que es incómodo esto.

Me dirijo al baño y me compongo un poco el cabello y me lavo la cara.

—¿quieres comer aquí o bajamos? —dice detrás de mí.

—quiero bajar.

Asiente y sin consultármelo me toma en sus brazos.

—Adam, puedo bajar sola… —le digo, pero me ignora.

—sé que puedes, pero deseo hacerlo. Además, tardarás horas en llegar a bajo y ya tengo hambre.

—eres un odioso.

—ya te habías tardado en decírmelo.

Bajamos y los aromas que provienen del comedor son exquisitos.

—Guau, esto huele delicioso.

—Gracias, sé que mi perfume te fascina… —me dice de broma, pero efectivamente su perfume huele delicioso.

Me acomoda en una silla y él también se sienta.

Pruebo la comida y ¡Dios! Sabe cómo huele.

Voy a hablar cuando una chica entra y le sirve vino a él.

—Buenas tardes, —dice con una amable sonrisa. —provecho, estoy a sus órdenes.

—Gracias. —decimos al unísono.

Se va y miro a Adam con curiosidad.

—No creerás que yo cocine todo esto, ¿verdad?

—sé que no sabes cocinar, Adam. Pero ¿por qué hay personal en mí casa?

—querías un chef que te cocinara rico cuando te enfermaras, o en este caso; te lesionaras.

Recuerdo esa conversación.

—Adam…

—¿Qué? También quería comer rico y tranquilo. —come de su pasta, —además no deseaba ir a ningún restaurante.

No sé qué decir.

—Gracias, en verdad.

—No es nada, alguien me dijo que tenía para pagarlo y tiene razón.

—pero, no deberías de complacerme tanto.

—¿Por qué no? Hay que disfrutar de vez en cuando de algún gusto. —me guiña un ojo.

—totalmente de acuerdo con usted, pero me vas a malacostumbrar.

—me gustas caprichosa y exigente. —ladea los labios.

—eres un Odioso, Hoffmann.

Siento como mis mejillas se ruborizan.

—por supuesto.

 

Ha pasado una semana, Adam, mi padre y Leslie han estado al pendiente de mí. Edmond me llama todos los días para preguntarme como estoy.

Hoy por la tarde me han quitado la ortesis del pie y ya he podido caminar un poco mejor, pues claro. si he usado una de Industrias Hoffmann.

Adam bromeaba conmigo y me decía que dónde sea lo llevaba, como él me llevaba a mí. no sé que me dio a entender, o tal vez sí, pero lo ignoré.

Edmond vuelve esta noche e iré con él a cenar, por eso es que prefiero quedarme en casa con mi padre toda la tarde, pues aún no sé como decirle que planeo mudarme a California.

Y en lo que me voy deseo pasar todo el tiempo que me sea posible con él.

 

ADAM.

He pasado una semana tranquilo, de hecho, siento que todo va muy tranquilo para ser verdad. Pero no me quiero alterar pensando en que algo desastroso está acechándome.

He estado alejado de la realidad por muchos días, después de lo de mi padre, pero…

cuando tus muros se caen, tienes que esperar un momento a solas contigo mismo y esperar a reconstruirlos. nadie puede verte en ruinas; no al menos tan deplorables. Por ello es que todo me parece raro en esta semana de tranquilidad. Sin pensar en nada más, tomó mi maletín y me monto en mi auto.

 llegó a la empresa y todo pinta ser un día perfecto o un día desastroso, no lo sé.

Voy y hago unas pruebas, cierro unos negocios, verifico que los pedidos sean correctos, así se me va la mañana.

—Buenas tardes, señor. —me saluda Margot.

—Buenas Tardes.

—el señor Hartmann ya ha vuelto.

—dile que pase a mi oficina de inmediato.

—por supuesto.

Me pongo a revisar detalles que probablemente se me estén escapando y reviso que todo este en orden.

Pasa una hora y Bruno no aparece.

Llamo a Margot y le digo que lo apresure.

Dos horas después esta en mi oficina.

—¿qué tal, hermano? —dice nervioso.

—¿dónde carajos te metiste? 

—estaba en los laboratorios.

—no hablo de hoy, hablo de las tres semanas que desapareciste.

—Ah, pues fui a arreglar un asunto. —se jala el cuello de la camisa.




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