Prisionera

1. Sin salida.

—¿Se puede saber en qué demonios estaban pensando al traerse a esta mujer? ¡Necesito respuestas antes de que los mande al otro mundo!

—Discúlpenos jefe, se atravesó y creímos que podía hablar.

—Diez hombres y les dio batalla, no cabe duda que son unos inútiles.

Toda la conversación la escucho mientras trato de zafarme, mis manos, pies y mis ojos se encuentran atados. Recuerdo la intensidad de mis traumas al tener los ojos cerrados, un hombre tratando de hacerme daño y las veces que mi madre hacía lo mismo, llevándome al recuerdo de que mi hermano se encuentra solo.

Trato de palpar y descubrir donde me tienen, como si eso fuera posible. De lo que sí me doy cuenta es de que estoy amarrada junto a alguien más, como si estuviéramos en una columna y nos han mancornado. Seguramente es el mismo hombre al que querían atrapar y por cuestiones del destino yo salí afectada, y aquí ando, sin deberla ni temerla siendo prisionera de unos hombres que seguramente buscan dinero o, eso espero. Aunque, a decir verdad, no hay nada que yo les pueda ofrecer.

Las horas pasan y los hombres discuten, ni un segundo me han dejado sola desde que llevo despierta, al parecer se han percatado de eso, seguramente por mis constantes movimientos y la respiración que ha comenzado a ser acelerada gracias al miedo.

También me he enterado de que el objetivo no era yo, pero por supuesto que no era yo, ¿quién en su juicio va a querer llevarse a una insignificante como yo? Quiero llorar, aunque, no estoy segura de poder hacerlo, eso sí, mis ojos han comenzado a mojar el pañuelo que me cubre haciendo que desprenda un olor desagradable. No tengo dinero ni nada que pueda darles y eso me indica que no saldré de aquí con facilidad.

—¿Quién eres y por qué estamos aquí? —pregunto, cuando después de mucho silencio, me imagino que los hombres se han ido.

—No debiste atravesarte, no debiste confrontarlos.

—Sí, claro, ahora la culpa es mía por estar caminando a esa hora rumbo a mi trabajo.

—No es eso, pero debiste correr, debiste dejar que yo me encargara y poder liberarte, lo único que tenías que hacer era callar.

—Necesito salir de aquí ¡Ayuda! Mi hermano me necesita. —Ignoro lo que dice, al final, ese, hubiera no existe y ya estoy aquí y me encuentro alterada, mis gritos son tan fuertes que incluso lastiman mis oídos.

—Tranquila, lo mejor es que guardes silencio, no necesitas darles más información a estos tipos.

—¿Cómo me pides que me calme? Mi hermano está solo y… y…

Muevo mis manos, desesperada, necesito liberarme, necesito salir de aquí. Mi instinto de supervivencia hace que el dolor desaparezca, al punto de no sentir la fricción que hace que el amarre se afloje, pero justo antes de que me pueda soltar, escucho que la puerta se abre de nuevo.

—Desátale las manos y déjalo aquí. —Escucho sin entender a qué se refiere.

—¡Suéltenme! Si me hacen daño no les darán ni un centavo, existen especificaciones que ustedes desconocen, así que, ustedes deciden. —Los amenaza.

—No nos amenaces que no estás en condiciones, ahora, sostén esto y di a la cámara: “Soy Thiago Reséndiz, hagan lo que estoy hombres dicen para que pueda volver con ustedes”.

El hombre repite lo que le han dictado, se escucha que lo dice de mala gana, no parece asustado, más bien creo que está acostumbrado a esto; tal vez no es la primera vez que lo privan de su libertad.

—¿Qué harán con ella?

—Es tu novia, ¿no? Así que pediremos un poco más, digo, si la quieres lejos de nuestras manos.

¿Su novia? De donde habrán sacado esa tontería.

Minutos después, vuelven a colocar al hombre a mi lado, mientras que el que está amarrándolo aprovecha para rozar su asqueroso cuerpo con el mío. Yo trato de alejarme, pero es imposible, estoy demasiado atada.

Por fortuna, cuando terminar de amarrar al hombre, se marchan dejándonos solos de nuevo.

—¿Cómo te llamas? —pregunta.

—Rebeca.

—Tienes un bonito nombre. Rebeca, debes calmarte porque no vas a lograr nada gritando. Estos hombres no van a soltarnos hasta que les entreguen lo que piden.

—Te van a soltar a ti, pero, ¿a mí?

—Tú vas en el paquete, al parecer piensan que eres mi novia. Por cierto, que hacías tan noche caminando por esas oscuras calles.

—Estaba yendo a mi trabajo, ya te dije.

—Sabes que es peligroso caminar de noche y sola. ¿En qué trabajas?

—Son muchas preguntas, no crees.

—Tranquila, si estoy hablando es porque quiero que el tiempo pase, que conversemos para que dejemos de pensar en tonterías y el tiempo vaya más rápido. La vida fue benevolente conmigo esta vez y me trajo a una hermosa mujer para que me acompañara.

—No me has visto lo suficiente para decirme que soy hermosa. —Es verdad, las inseguridades respecto a lo que soy salen a flote siempre.

—Soy un hombre muy observador y puedo saber enseguida cuando una mujer es hermosa, por dentro y por fuera. —Sus aseveraciones me dan risa en un momento tan difícil como este, tiene razón al decir que el tiempo pasa rápido y dejas de pensar en tonterías cuando tienes un buen acompañante.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.