Prisionera

7. Reencuentro.

—No puede ser verdad lo que me está diciendo.

—Voy a ser sincero con usted y leer el reporte que se levantó el día que recogieron a Santiago. —Asentimos en silencio permitiendo que lea.

“Siendo las 12 horas del día 20 de agosto del presente año, se ingresó al domicilio de la calle 19 norte, debido a un reporte anónimo, a cerca de un menor que se encontraba desamparado y sin un adulto a su cargo. Según se aparenta, lleva más de una semana sin algún tipo de alimento, encontrándolo en total desnutrición. Al preguntar sobre sus padres o algún tutor a su cargo, no expreso ninguna palabra”.

Me llevo las manos a la boca, para mitigar un poco el grito que estoy por lanzar. Ahora puedo entender a la persona que tenemos en frente y la manera en que nos mira. Nadie que quiere una persona, permite que permanezca en tales condiciones. Continúa leyendo acerca de las condiciones en las que lo encontraron, los reportes levantados y la búsqueda de su identidad. Al no encontrar a nadie responsable se procedió a integrarlo a la lista de personas adoptables y justamente ayer fue seleccionado por una pareja con los deseos de convertirse en padre.

—Como verá, las condiciones no son nada favorables y debido al reporte y la manera en que lo encontraron es casi imposible que usted pueda llevarse a su hermano.

—Quiero verlo, no hay día en que no piense en su bienestar y si me alejé de él fue por condiciones ajenas a mí, puede corroborar que nos mantenían secuestrados.

—¿Secuestro? —Por la manera en que lo menciona me doy cuenta de algo terrible, solo estoy afectando más la situación, hablar de secuestro es hablar de peligros para un menor.

—Nada tiene que ver ella, fue a mí a quien quisieron llevarse y por desgracia, Rebeca se encontraba cerca, ella fue víctima de las circunstancias.

—Las circunstancias ya no importan, la existencia de estos centros tiene una función; velas por el bienestar de los pequeños más desamparados y como entenderán, no es posible que entreguemos al menos sin antes verificar que va a estar bien.

—No pueden dar en adopción a mi hermano, él tiene a alguien que vele por él.

—Eso no aprecia el día que lo encontramos. —Golpe bajo.

Entonces Thiago se levanta de golpe y ve al hombre como si hubiera dicho la peor barbaridad del mundo, se lo quiere comer con los ojos, en el mal sentido de las palabras.

—No debería de hablar al aire, ella viene en busca de ayuda para recuperar a su hermano y en lugar de darnos más problemas, debería de decirnos las posibles soluciones. No permitiré que su hermano siga padeciendo más. Esa también es una de sus finalidades, la felicidad del menor —le habla de manera tan enérgica que hasta a mí me deja muda.

—Quiero verlo, déjeme verlo —exijo, aprovechando el silencio en la habitación.

—Eso no va a ser posible. —De pronto me doy cuenta de que la actitud de la persona que nos atiende ha cambiado, después de leer el informe, parece que su opinión respecto a nosotros se ha modificado. Si ponemos las cosas desde su punto de vista, así es, ese hombre solo quiere proteger a mi hermanito de la miseria en la que fue encontrado o eso es lo que quiero pensar; sin embargo, no hay ningún lugar mejor, que este mi lado.

Santiago es un pequeño demasiado atento a lo que ocurre a su alrededor y estoy segura de que está extrañándome igual que yo.

—Déjeme verlo y que le diga que quiere irse conmigo.

—Eso puede ser difícil, ya que su hermano no ha pronunciado palabra desde que lo trajimos.

Las noticias cada vez son peores, enterarme de que mi hermano ha dejado de hablar, me lastima el alma, esta separación nos ha hecho mucho daño y es él quien ha recibido la peor parte.

—Por favor, necesitamos verlo, Santiago necesita ver a su herma y ella a él, ambos tienen que comprobar que se encuentran bien, hágalo por un poco de humanidad y la vida sabrá recompensarlo por sus buenas acciones. —No pierdo de vista el detalle de la manera en que lo está diciendo, claramente lo está sobornando, adornando sus palabras.

—De acuerdo, permitiré que lo vea, solo cinco minutos, después regresaremos a hablar.

Thiago me da la mano para que me pare y no dudo en hacerlo. Caminamos siguiendo a la persona de la que todavía desconozco su nombre, y por ahora, eso es lo de menos.

Mientras avanzamos, veo a varios niños jugando en el pequeño patio, son de diferentes edades y la mayoría de ellos, esconden en su sonrisa las desgracias de la vida, soy alguien que puede identificarse en ellos porque he vivido lo que están viviendo; ser huérfana y que nadie esté para brindarte la mano. Mi hermano y yo hemos pasado, por tanto, no puedo permitir que nos lo dejen lejos de mi lado, ya que es mi motor y las ganas que tengo de continuar la vida.

—Tráigame a Santiago Herrera —le pide a una de las mujeres que se encuentra a cargo de los pequeños.

—Se encuentra en su habitación y no ha querido salir —Nos informa y se me quiebra el corazón con cada nueva noticia de mi pequeño.

—De acuerdo, iremos hasta allá.

Ahora, además del hombre que nos atendió, la mujer también va con nosotros hasta que llegamos a una puerta que imagino, es la de los dormitorios, ya que es aquí donde nos detenemos. Abre y ya mis manos se aprietan a los de Thiago. Me encuentro demasiado nerviosa y ansiosa por abrazarlo; tan solo una puerta nos separa.




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