Prohibido para ambos

Capítulo 4

Entro en silencio a la oficina de mi jefa. Ella levanta la vista de la laptop y me sonríe de manera maternal al verme. Eva Lewis tiene que ser la mujer más amorosa del mundo. Es una bendición que esta buena mujer sea mi jefa. Me llevo increíblemente bien con ella y aparte de tener una jefa, tengo una amiga. Es de esa clase de personas que impulsa a otras a conseguir lo quiere cuando están en el suelo, cuando sienten que no tienen un propósito.

—Allen—me hace señas para que me acercar a ella—siento que algo les falta a estos vestidos, ¿me das tu opinión?—asiento y camino hasta ella. Ella aparta las lentes de sus ojos y hace rodar un poco su silla para que yo pueda agacharme y mirar. Veo el vestido que es hermoso, pero muy escotado para mi gusto. Se pega al cuerpo. Lo observa de manera detenida sintiendo que también le falta algo.

—Creo que el color es muy llamativo, pero si colocaran mejor un poco más de este de abajo hacia arriba y lo traspasa en líneas sería perfecto. Su ángulo de colores no favorece al escote—le digo y ella lo mira en silencio. Usando la computadora portátil hace lo que le digo y suena.

—Quedó perfecto. No me equivoqué contigo cuando te contraté—sonrío despacio y me pongo de pie—habrá una reunión en breve. Tú entrarás conmigo. Te seré sincera—dice luego de una pausa—trata de ser amable con ella, porque yo no la soporto. No le cierre las puertas porque de verdad la inversión se ve bastante jugosa, si no el saco a patitas—dice y me sorprende escucharla hablar así. Es una persona muy amable y amorosa. Ella ve mi confusión y sonríe en modo de disculpa—dejó a mi hijo menor plantando en el altar—respiro hondo asintiendo en comprensión a sus palabras. Tampoco es que actuaría muy profesional y alguien le rompería el corazón a mi hijo. Le sonrío lentamente.

—Yo lo hago—murmuro a pesar de que muero de nervios. Siempre me pasa cuando la hora de una reunión importante se acerca.

—Puedes retirarte—asiento y camino a la puerta—la reunión será en la tarde, ¿qué tal si te invitamos a comer luego?—pregunta mirándome.

—Excelente—ella sonríe y me hace señas de que puedo salir.

Respiro hondo al salir y ver la cara preocupada de Diana. Me tenso de inmediato y no hace falta decir que Benjamín se encuentra en mi oficina.

Respiro nervioso y ella entra conmigo. Él está mirando distraído unos cuadros a mejor empleada del mes que tengo colgados en la pared. Al sentirme se gira hacia mi dándome una sonrisa que no me gusta para nada. Diana me observa, pero mis ojos están clavados en el hombre que es mi peor pesadilla. El que se supone debería ser mi soporte, no quien me haga hundirme sin querer salvarme.

Doy pasos vacilantes hacia delante hasta colocarme frente a él. Él observa a Diana y la hago señas para que salga del lugar. Ella me mira preocupada, pero al ver mi insistencia me mira una última vez y sale de la oficina cerrando la puerta detrás de ella. Me siento más nervioso ahora. Estamos solos y sé que sería capaz de pegarme en un lugar que este seguro de que las marcas quedadas en mi cuerpo no serán visibles para los demás.

—Benjamín—murmuro con fingida tranquilidad—¿qué haces aquí? —pregunto con suavidad. Él solo me observa y sonríe.

—Necesito dinero—suelta y suspiro.

—¿Cuánto?—él pone una de sus manos en su barbilla y la acaricia pareciendo que lo está pensando.

Sonríe y señala la cantidad que quiere en unos de mis cheques. Abró los ojos. Es una cantidad fuerte que posee, pero es fuerte.

—Ahora firma y me largo—ese dinero pensaba enviarlo a mi madre. Respiro.

—No puedo Benjamín, la cantidad es muy fuerte—murmuro mirando el cheque en mis manos.

En microsegundos sus manos están halando con fuerza mi cabello para acercarla a su oído. Un gemido adolorido se escapa de mis labios mientras una lágrima baja por mi mejilla y lo siento sonreír contra mi mejilla. Siento tanto odio por esta persona que ahora me tiene fuertemente agarrada.

Él lame despacio la lagrima causando repulsión en todo mi cuerpo, todo en mí detesta hasta el más simple toque por su parte.

—Firma el puto check o te tocará dejar que juegue con tu precioso cuerpo—mi respiración deja de funcionar correctamente—ahora firmaras el check y no harás preguntas estúpidas ni pondrás peros—quiero mandarlo al diablo, pero se lo que vendría luego y eso. .. Eso no es algo que quiero.

—Benjamín—él aprieta su agarre en mi cabello y eso solo causa que duela como el demonio—lo haré, suéltame por favor—él sonríe y me deja ir. Toso un poco antes de darle una mirada y tomar el cheque.

Firmo rápidamente y él me suelta sonriendo con satisfacción. Maldito abusivo. Lo maldigo tanto como puedo en mi mente. En el único lugar donde puedo desahogarme y sé que nada me pasará.

—Por eso te amo, eres tan complaciente—susurra y me besa. Trato de responder, pero solo siento unas náuseas horribles.

Benjamín es el ser más repugnante que conozco. Sujeta mis manos con fuerza impidiendo que tenga la mínima oportunidad de escapar. Le beso poniendo toda mi mente en orden para que este beso no sea un fracaso.

Él se separa y me sonríe de manera espeluznante. Mis ojos están cristalizados y solo tengo ganas de que se marche. Él me sonríe y besa su dedo índice y el dedo corazón. Lo posa sobre mis labios y me guiña un ojo caminado a la salida.

Lo veo salir y camino hasta sentarme en una silla. Diana entra deprisa y me abraza sin tener que decir nada. Veo el ojo latente en su mirada. También veo la angustia y el tormento al no poder hacer nada. Mis labios tiemblan de coraje y miedo. Porque siento miedo cada vez que se acerca a mí, cada vez que una mirada suya llega a mí.

Quisiera poder detenerlo, poder alejarlo y que deje de hacerme más daño del que me ha causado, pero me paralizo cuando se acerca. Es como si estuviera programado solo a servirle. A que me use sin defenderme.




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