Veo a mi madre caminando con un vaso de agua en la mano. Romeo permanece abrazado a mí, ahora en la comodidad de un mueble. Los cojines tienen mi espalda bien acomodada, por lo que no me incomodo de que él no quiera soltarme. Mi madre me tiende el vaso e inmediatamente la tomo, llevo el vaso a mis labios y dejo que el agua haga magia en mi muy seca garganta. Un suspiro de alivio se esparce por mis labios, necesitaba esa agua. Mis ojos deben estar rojos de todo lo que he llorado junto a mi familia.
— ¿Dónde estuviste hermana?—pregunta mi hermano y paso las manos por su pelo ordenando el desastre rojizo que es su cabeza. Beso su frente con afecto. Este niño es mi adoración.
Desde que mamá me avisó de su existencia lo amé con locura, fue como si todo girara en torno a ese pequeño bebé que un día nació para traer felicidad a mi vida. Mamá eligió ponerle Romeo porque para ese entonces me leía todos los días Romeo y Julieta, encantada con este detalle Romeo se volvió más indispensable en mi vida. Su primera palabra fue mi nombre, por todos esos recuerdos y momento daría mi vida, por mi familia daría todo lo que tengo con tal de mantenerlos a salvo. Porque mientras más lejos de Benjamín estén puedo asegurar más su bienestar. Nadie que esté cerca de ese hombre está a salvo.
—Estaba ocupada en algo sumamente importante, pero ya estoy liberándome de eso, para estar con ustedes siempre—él me mira y limpia las lágrimas que caen por mis mejillas al mirarlo.
—Nosotros siempre te vamos a esperar, somos tu familia—asiento aún con el nudo en mi garganta, acaricio su rostro detallándolo tanto como puedo. Porque extrañaba este niño.
—Gracias Romeo, no sabes lo feliz que me hacen tus palabras, eres el hermano más precioso y cariñoso del mundo—aseguro dándole un abrazo bajo la atenta mirada de mi madre quien limpia sus mejillas al presenciar dicha escena—¿podrías darnos un momento a solas? Necesito hablar algo muy importante contigo mamá—ella mira a Romeo quien a regadientes me suelta—no me iré aún, tranquilo—él besa mi mejilla y sale del salón.
Mi madre toma asiento frente a mí y suspiro mirándola.
— ¿Qué sucede, Allen?—pregunta y trago sintiéndome un poco avergonzada.
—Les deposite un dinero antes de venir aquí—le digo despacio—quiero que utilicen ese dinero para mudarse de aquí, los quiero lejos por favor, no, los necesito alejados—mamá me mira asustada ante las palabras llenas de seguridad que salen de mis labios. Mis ojos deben mostrarle lo delicado que está la situación.
Estoy tan abierta con mi madre y Romeo. Tendrán que por un tiempo estar lejos porque sé que una de las fichas que Benjamín utilizará para atacarme serán ellos, él sabe que, así como me fortalecen pueden debilitarme. Que daría cualquier cosa por mantenerlas a salvo. Porque los amo más que a mí misma.
—¿Qué está pasando Allen?—respiro hondo y pienso en todo lo que me ha dicho mi psicóloga. Tu puedes Allen.
Me aliento mientras mi madre espera con la preocupación latente en los ojos en espera de mi respuesta.
—Voy a dejar a Benjamín—le digo firme— Benjamín me golpea mamá—ella palidece a la vez que abre los ojos con fuerza y sus ojos se llenan de lágrimas—yo estoy buscando ayuda. Él está de viaje y por eso pude venir, necesito que se alejan para estar tranquila de que él no los va a utilizar en mi contra. Necesito que estén fuera de todo lo que viene—mi mamá se acerca y me abraza—soy víctima de violencia doméstica—susurro aceptando el abrazo que me da. El aroma cálido de mamá me envuelve.
—Por eso no venias a visitarnos—susurra con voz rota. Correspondo a su abrazo—¡Dios mío hija! Qué clase de madre soy—ella acaricia mi mejilla cuando se separa de mi—te dejé con un monstruo, Dios mío—su voz se corta por las lágrimas.
—Eres la mejor madre, nunca te preguntas eso. No quiero que llores mami—digo con ojos cristalinos besando su frente—te necesito fuerte y que me hagas caso a todas las indicaciones que te daré—ella asiente limpiando sus mejillas.
—Pero... estarás sola—acusa negando—no te dejaré atravesar por todo lo que viene sola, quiero estar a tu lado hija—niego con una sonrisa temblorosa.
—Diana estará en todo momento conmigo. Está consiguiendo ayuda con un amigo de ella que es abogado. Necesito que tú también me ayudes y me quites esa preocupación—susurro—el dinero que deposite en tu cuenta es mucho. Así que úsalo, tómalo todo—ella niega llorando.
—Estabas sufriendo sola, cariño—se lamenta—soy una terrible madre al no darme cuenta de eso antes—beso su frente con cariño.
—Eres una excelente madre—ella me mira con lágrimas—quiero que me hagas caso mamá, en este tiempo que ese bastardo pase fuera vendré tanto como pueda. Te amo tanto—ella besa mi cabeza incontables veces mientras me abraza.
—Segura que podrás con todo?—asiento despacio.
—Sí, ahora solo quiero pasar tiempo contigo y con Romeo—le digo—por favor, no le cuentes a nadie, necesito seguir manteniendo un bajo perfil—ella sonríe con cariño.
—Como quieras hija—la abrazo.
Encontrarás millas de abrazos en tu vida, pero nunca uno tan reconfortante como los abrazos de una madre. El calor de una madre es algo único, especialmente y no hay nada en el mundo que se le pueda comparar.
—Ya puedo pasar?—pregunta Romeo adentrando su cabeza en la sala.
—Ven aquí—abro los brazos y él me abraza.
—Te extrañe mucho, Allen—suspiro con una sonrisa.
—Yo también pequeño—él se acomoda.
Paso todo el día con mi familia. Mi madre me pone al día de todo lo que ha pasado en estos años. Estoy tan feliz. Necesitaba ver a mi familia para que el valor volviera a mí. Voy a luchar por mi libertad. Quiero ser una mujer normal.
Romeo se queda dormido en algún punto y me despido de mi madre con lágrimas. Ojalá pudiera tenerla más cerca, pero no se puede por ahora. El camino al infierno se hace más ameno porque luego de un tiempo, pongo música por primera vez. Me tranquiliza saber que Benjamín no está en el país. Es una tranquilidad que hace tiempo no sentía.
Editado: 24.10.2023