Mis párpados tiemblan y mi cabeza palpita con fuerza haciendo que un gemido adolorido se me escape de los labios. Cuando intento abrir los ojos el dolor se intensifica, trato de que mis manos vayan a mi cabeza, pero algo me lo impide.
Mi sangre se hiela al recordar solo un nombre: Benjamín.
Abro los ojos pese a que mi cabeza grita que los cierre y veo horrorizada como tengo las dos manos atadas al espaldar de una cama. Miro en todas las direcciones tratando de encontrar algo que me ayude, pero nada.
Estoy en una habitación con una cama asquerosa que tiene mal olor, hay una ventana con barrotes en ella, una silla cerca y ya, nada más. Mis ojos se dirigen a la puerta y siento que cada nervio que poseo se despedaza.
Recuerdo que luego de que Jasper me dejara en casa, cinco minutos luego exactamente, la puerta fue tocada. Con una sonrisa me dirigí a ella porque pensé que era Jasper, ha hecho eso en un par de ocasiones, pero mi sonrisa se borró cuando vi frente a mí al causante de mis pesadillas. Traté de cerrar la puerta, pero fue en vano, él tenía mucha más fuerza que yo.
—Hola zorrita—gemí de dolor cuando sus manos envolvieron mi cabello y lo jaloneó con fuerza—¿me extrañabas?—su aliento a cerveza golpeó mi rostro con fuerza y las lágrimas ya las tenía amontonadas en mis ojos.
—Benjamín—el susurro dejó mis labios a la vez que él haciendo fuerza bruta en mi cuerpo, entró al pequeño departamento.
—¿Creíste que no te iba a encontrar?—mis ojos están abiertos y el miedo atravesando cada pequeña célula que persiste en mi cuerpo.
—Por favor—murmuro, no me da tiempo de cubrirme cuando mi rostro se golpea con fuerza en el piso.
—Vas a pagar todo, pequeña zorra—mis brazos lo golpean en un intento de que se aleje, pero él me devuelve el golpe con el triple de fuerza haciendo que vea borroso.
Peleo, lucho, caen cosas a mi alrededor, pero luego algo es inyectado en mi cuerpo y caigo en una oscuridad que me hace temer... o tal vez no.
Salgo de mis pensamientos al escuchar la puerta siendo abierta. La sonrisa siniestra que Benjamín trae me pone los pelos de punta. Miedo, muero de miedo, quiero llorar, pero justo ahora eso no me ayudará en nada.
—¿De verdad creíste que eras alguien especial Allen?—se acerca a la cama y yo encojo los pies tratando de alejarme—eres una idiota y siempre lo serás, ¿no entiendes que sin mí no eres nada?—su mano cae en mi pierna y la acaricia, el asco que me produce su toque hace que quiera vomitar—¿no entiendes que estás sucia, rota... que no vales nada?—ahora recuerdo, recuerdo todas las veces que el dolor se instalaba en mi pecho por sus palabras, en como cada palabra que utilizaba me hundía en el dolor.
Ahora me doy cuenta de que la mayoría de mis temores e inseguridades eran causadas por el chip que él tenía en mi mente. Uno que en el momento en el que comenzaba a sentirme alguien importante, alguien valiosa me recordaba que no había nada bueno en mí, que él lo había destrozado todo. Benjamín siempre trató de hacerme sentir menos para de esa manera tenerme bajo su control, este tema lo hablé algunas veces con mi terapeuta, pero ahora que esas palabras son dichas de sus labios me doy cuenta de que realmente él es quien puso esos pensamientos en mí. Él fue quien me reducía y yo lo dejaba hacerlo porque no tenía nada, no tenía voz, no tenía pensamientos porque cada vez que tenía algo, él los destruía.
—Pero tú no vales más que yo—mi cara duele de la fuerte bofetada que recibo de su parte, acompañada de su risa—tú solo eres una basura—susurro aun cuando el dolor se extiende por todo mi rostro.
—Te vi—me sonríe y el dolor me atraviesa el rostro—te vi hacer el ridículo como siempre, ¿modelar?—suelta una carcajada—escuché la estúpida canción que te pusieron Allen. ¿Creías que ganaste solo por eso? Estás muy jodida como para creer eso. Nadie te ayudará, ahora serás mía una eternidad—en sus ojos solo se distingue la locura y eso me hace temer por mí—nadie te querrá, nadie más que yo aceptará lo asquerosa que eres, zorrita—sus labios rozan mi mejilla y luego huele mi cabello—eres y serás mía—mi corazón late con fuerza.
—Jasper... Jasper vendrá por mí—el segundo golpe llega a mi rostro. El sabor metálico de mi sangre baja por mi garganta, pero aun así levanto el rostro tragándome las ganas de llorar, porque no quiero darle el gusto de verme débil una vez más.
—El maldito de Jasper nunca te encontrará, aquí nos quedaremos para siempre, ella, tú y yo—arrugo mi frente—ese maldito traidor algún día pagará lo que me hizo, pero mientras tanto nosotros tres disfrutaremos—sonríe como si la idea de emocionara muchísimo.
—¿Ella?—él asiente, su mano acaricia una vez más y el asco que me produce es fuerte, mi corazón late con fuerza por el miedo que siento.
—Ella, porque te tendré cuando se me dé la gana nuevamente zorrita, espero que te muevas tan bien como con ese maldito traidor, ya no serás la zorra de hielo—lame mi mejilla y mi respiración se corta—porque eres mía—trago las ganas de llorar—si a él lo enloqueciste con lo que hacías en la cama, debes hacer lo mismo conmigo—susurra en mi oído.
—Déjame ir Benjamín, por favor déjame ir—él sube ahorcadas de mi cuerpo y me tenso por completo.
—Eso, ruega, no sabes cuánto me pone verte así—siento el bulto duro en sus pantalones golpea contra mi cuerpo y me muevo para tratar de alejarlo, pero mis manos atadas me lo impiden haciendo que sienta mucho más miedo. No sé qué pasaría si él abusa de mí una vez más, no sé si seré capaz de volver.
—Aléjate—mi voz sale firme pese al temblor de miedo que tiene mi cuerpo.
—Nunca, ya te dije, serás hoy y siempre mía—mi cuerpo se retuerce tratando de bajarlo, pero su fuerza es mayor y me deja quieta con facilidad.
—¡No!—grito cuando su mano acapara uno de mis pechos manoseándolos con tanta fuerza que me hace lagrimear del dolor—por favor no me hagas esto, te lo suplico—ahora si tengo miedo, el poco valor se está esfumando, no soportaré que use mi cuerpo una vez más.
Editado: 24.10.2023