Prohibido para ambos

Capítulo 37

Me miro en el espejo y me animo a salir. La sonrisa de mamá es lo primero que me recibe al salir del baño. Le regalo una sonrisa a ella ya mi hermano quienes me esperan sentados en la camilla. Mamá con su sonrisa dulce, sus ojos verdosos y cabello castaño se acerca a mí para cerciorarse de que soy perfecto, por lo que le regalo una sonrisa antes de mirar al pequeño niño, o bueno, no tan pequeño porque Romeo ya no es mi pequeño. hombrecito.

—¿Estás bien hermana?—pregunta él con su pelo rojizo siendo un desastre, sus ojos puestos en cada paso que doy.

Le regalo una dulce sonrisa agachándome un poco para besarle la frente, él sonríe encantado con mi muestra de afecto. La verdad es que me siento bien, pero aún hay cosas que debo hacer ante de sentirme realmente libre de las cadenas de Benjamín. Es por eso que suspiro y miro a mamá quien ya tiene todas mis pertenencias dentro del bulto que trajo.

—Estoy perfecta, ¿podemos irnos?—cuestiono un poco inquieta—los hospitales no me gustan, me ponen nervioso—comento sabiendo que la razón detrás de mis palabras es que en un lugar como este me dio la triste noticia de que nunca podría ser madre. No un bebé que yo lleve en mi vientre, trago un poco para comenzar a caminar hacia la puerta con mamá y Romeo siguiéndome.

Al salir veo a Diana reír al lado de Santiago quien parece realmente maravillado con eso. No puedo evitar sonreír de orgullo por ellos, el amor que se refleja en la mirada de ambos me hace saber que si me voy mi mejor amiga quedará en excelentes manos. Aun no hablo con ella ni con mi familia la decisión que él tomó, hasta ahora solo Jasper es conocedor de eso, y por el momento quiero que sea de esa manera.

Saberlo en este mismo hospital me hace sentir enferma, yo solo quiero olvidar mi pasado y continuar con la cabeza en alto mirando al presente. Después de que pase el juicio no quiero relacionar mi vida con él, ya nadie volverá a atarme como él lo hizo. Nadie volverá a arruinarme, porque no le daré ese poder nunca más a ninguna persona.

—Que bien te ves Allen—habla Santiago notando mi persona, de inmediato los ojos de mi mejor amiga se posan en mi con una sonrisa en los labios.

—¿Lista para dejar este lugar?—pregunta y me abrazo a mí misma asintiendo.

—Si—susurro con voz suave, mi mirada comienza a viajar por el lugar en busca de Jasper y no encontrar en el pasillo me hace sentir un poco triste—¿Dónde está Sabrina?—pregunto buscando a la pequeña niña que pienso volver parte de mi familia.

Diana y Santiago se miran haciéndome sentir nervioso de inmediato. Siento como mi pecho rápido golpea en la espera de que ellos hablen y me digan donde se encuentra la persona que me salvó la vida. Porque ella hizo todo lo posible para que ninguno de ellos me dañara mientras estuve en cautiverio. Le debo demasiado a esa niña, además de que me encariñé mucho con ella. Escucho a mamá reír de algo que le dice Romeo, pero mis ojos verdes no se apartan de Diana y Santiago.

—Se la llevaron Allen—dice ella estudiándome con la mirada—la policía tomó la declaración de la niña y se la llevaron a una casa hogar, ella no tiene parientes por lo que estará ahí—muerdo mi labio sintiendo que mi pecho se estruja al Imagina que ella piense que la abandonada como todos hacen—Jasper está haciendo averiguaciones del lugar—me informa y siento esta pequeña presión en el pecho, no quiero que Sabrina sufra.

—Pensará que la abandoné—susurro y Diana se acerca para hacer que la mire a los ojos.

—No, ahora harás las cosas bien y tomarás las medidas para que la niña esté siempre contigo, ¿bien?—asiento un poco, aunque mi cabeza está en esa dulzura de niña que seguramente se siente sola—ya Santiago está realizando los trámites para ver cuáles son las posibilidades, pero te aseguro allen que esa niña estará contigo, no hay mejor madre para ella que tú—abrazo a mi mejor amiga con mucho afecto.

—Gracias—susurro y ella sonríe separándose.

—No hay nada que agradecer, ¿Qué tal si vamos por una comida para celebrar que ya estás bien?—cuestiona—te tenemos una pequeña sorpresa—dice ella con alegría—anímate Allen—hace un puchero que me hace sonreír.

—No tengo ganas, solo quiero descansar—ella niega.

—Vamos, por favor—su suplica me hace suspirar antes de asentir, ella grita y eso me hace sobresaltar—vamos, vamos antes de que te puedas arrepentir—dice arrastrándome a caminar, giro y mamá nos mira con una sonrisa.

Me siento diferente. Aunque no es diferente en un mal sentido, simplemente siento que las cosas pueden mejorar. Sé que vendrán tiempos duros cuando el juicio contra Benjamín comience, pero por primera vez me siento tan… yo. Siento como si mi vida realmente me perteneciera y eso lo sé porque ese infeliz pagará todo lo que me hizo.

Romeo habla junto a Santiago y aunque siento tristeza de que Sabrina no pueda estar con nosotros, me enfrasco en una conversación con Santiago donde él me explica los procedimientos que debo seguir si quiero hacerme cargo legalmente de la niña. Le presto suma atención mientras subimos a su coche y él arranca. Realmente quiero darle un hogar a esa niña. Lo anhelo con todo mi corazón. Quiero que ella se sienta amada, quiero darle el amor que merece.

Nos detenemos en un restaurante que reconozco de inmediato porque aquí es donde trabaja el padre de Jasper. Ellos bajan en medio de conversaciones a las cuales no le presto atención porque mirar este lugar es como ver atrás y recordar las primeras veces que Jasper y yo interactuamos. Se siente como si fue hace siglos.

Tal vez es porque yo me siento diferente ahora, lo sé porque lo veo junto a la puerta y cuando nuestras miradas se encuentran mi pecho tarde como loco. Tarde porque siente cosas por él y es estúpido ocultar quererlo.

 

Jaspe

 

No puedo dejar de mirar la manera suave que tiene al caminar, la amo, la amo con locura. Mirarla es como si un viento fresco recorriera todo mi cuerpo. Su pelo rojizo va en una coleta alta que no hace más que realzar las hermosas facciones de su rostro. Sus ojos verdes parecen que me gritan tantas cosas que no sé qué creer. No puedo evitar que mis ojos bajen un poco a sus carnosos labios, antes de volver a mirar sus ojos.




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