Prometí quedarme, aunque no debía.

CAPÍTULO 5 No debía confiar en él… y lo hice

El error no fue creerle.

El error fue hacerlo con los ojos abiertos.

Lo supe desde el principio, desde ese instante preciso en el que decidí no preguntar más, no insistir, no exigir explicaciones que tal vez no estaba preparada para escuchar. Confiar no siempre nace de la ingenuidad; a veces surge del cansancio. Del deseo profundo de dejar de protegerse todo el tiempo.

Esa mañana amanecí liviana, como si la noche hubiera barrido una parte del miedo. Me preparé el desayuno tarareando una canción antigua, de esas que aparecen sin aviso cuando algo empieza a acomodarse por dentro. Me odié un poco por sentirme así, pero no pude evitarlo.

—Esto no va a terminar bien —me dije frente al espejo.

Sonreí igual.

El mensaje llegó mientras me ponía los zapatos.

“¿Confías en mí?”

Me quedé mirando la pantalla durante largos segundos. La pregunta era injusta. Demasiado grande para un martes cualquiera. Demasiado definitiva para una historia que aún no encontraba su forma.

“Depende”, escribí.

La respuesta fue inmediata.

“Entonces vení. Te lo debo.”

El lugar que eligió no era romántico ni misterioso. Era cotidiano. Un bar de barrio con mesas de madera gastada y mozos que no hacían preguntas. Eso me tranquilizó más de lo que debería.

—Llegás tarde —dijo, repitiendo nuestras primeras palabras.

—Es mi forma de mantener el suspenso.

Sonrió. Esa sonrisa otra vez. Pero había algo distinto. Menos control. Más nervios.

—Antes de que empieces —dije—, necesito saber algo.

—Decime.

—Si me vas a mentir, hacelo bien. No me des medias verdades.

Asintió, serio.

—No vine a mentirte.

Y entonces habló.

No con dramatismo ni discursos ensayados. Habló como alguien cansado de sostener versiones incompletas. Me contó de un compromiso antiguo, no romántico, pero igual de asfixiante. De una lealtad que se había transformado en deuda. De un favor que nunca terminó de pagarse.

—Hay personas que no aceptan que te vayas —dijo—. Aunque ya no estés.

—¿Y vos? —pregunté—. ¿Te fuiste?

—Estoy intentando.

El peso de esa frase se me acomodó en el pecho.

—Las fotos —continuó—. El mensaje. No fue casual. Hay alguien que cree que puede manejarme recordándome lo que debo.

—¿Y yo?

Me miró, sin rodeos.

—Sos el riesgo.

Reí, nerviosa.

—Siempre quise ser peligrosa.

—No te burles —pidió—. Esto puede complicarte la vida.

Ahí fue cuando tomé la decisión. No fue impulsiva. Fue consciente. Estúpida, tal vez. Pero mía.

—No te voy a dejar solo con esto —dije—. Aunque después me arrepienta.

Su mano buscó la mía sobre la mesa. Dudó apenas antes de tocarme.

—No tenés idea de lo que eso significa para mí.

—Sí —respondí—. Significa que no debía confiar en vos… y lo hice.

El resto del día transcurrió con una normalidad extraña. Caminamos, hablamos de trivialidades, nos reímos de situaciones ridículas. En un momento tropezó con una baldosa suelta y casi cae. La escena fue tan absurda que no pude parar de reír.

—Genial —dijo—. El tipo misterioso derrotado por una vereda.

—Eso te humaniza —respondí—. Me tranquiliza.

—No deberías sentirte tan cómoda.

—Tarde.

El beso llegó sin anuncio, breve y contenido, como si ambos supiéramos que no era prudente ir más allá. Aun así, fue suficiente para sellar algo que ya no tenía vuelta atrás.

Esa noche, Clara me llamó.

—Decime que no hiciste ninguna estupidez.

—Definí estupidez.

Suspiró.

—Te estás involucrando demasiado rápido.

—Lo sé.

—¿Y?

Miré por la ventana, la ciudad iluminada, ajena a mi dilema.

—Y no pienso frenar.

Colgamos en silencio. Minutos después, el timbre sonó. Abrí confiada.

Fue un error.

El pasillo estaba vacío, pero en el suelo había un sobre. Dentro, una sola hoja.

“La confianza es una promesa. Y las promesas se rompen.”

Sentí el frío recorrerme la espalda. Saqué el celular y le escribí.

“Tenemos un problema.”

La respuesta tardó más de lo habitual.

“Lo sé. Y esta vez… fue por confiar.”

Me dejé caer contra la puerta cerrada, con el corazón acelerado y una certeza incómoda ardiéndome en la piel.

Había elegido creerle.

Y alguien estaba dispuesto a hacerme pagar por eso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.