Puedo Verte 1

TRES

  Una vez en el piso siete, impedí que el ascensor se fuera atravesando una de las valijas, corrí hasta la puerta “B” para exigirle a Tomás un poco de ayuda. Regresé con mis bártulos mientras esperaba a que me abriera. Cuando sentí el chirrido de los goznes, me volví para soltarle a mi hermano todo lo que tenía atravesado.

  Las palabras se me atoraron en la garganta al descubrir al mismo chico que había pretendido buscarme luego de mi vuelo. “¿Vive acá?” me pregunté exasperada, intentando recordar el momento en que algún miembro de mi familia me alertaba de que viviría con un extraño. Obvio no lo encontré, pues nunca sucedió. Su sonrisa burlona me devolvió el habla.

  —¿Qué es lo gracioso? —pregunté altanera.

  —Qué vas a tener que ir piso por piso buscando tus valijas —explicó mientras señalaba a mis espaldas —te dejo la puerta abierta para cuando termines— se burló.

  Bufé exasperada para mis adentros antes de darme vuelta y comprender que en medio de la sorpresa había adelantado la valija hacia mí, liberando al ascensor para que viajara hacia los otros pisos.     

  ¡Veinte minutos más buscando las valijas! 

  Ingresé al departamento y lo encontré”, recostado en el sillón haciendo zapping en la televisión.

  —¿A dónde está Tomás? —lo increpé. 

  No alcanzó a responder, el ruido de la llave en la cerradura me alertó, giré para recibir a mi hermano.

  —Aiti —me llamó a penas me vio y me envolvió en un abrazo— qué bueno es tenerte con nosotros. Mati, gracias por ir a buscarla —agradeció en dirección al sofá.

  —No fue nada, viejo —aseguró con un descaro que me dejó boqueando por unos segundos.

  —¿No fue nada? —pregunté asqueada por el sarcasmo.

  —¿Te fui a buscar o no? —preguntó ya de pie, acercándose hacia mí.

  Volví a boquear, sintiéndome frustrada.

  —¿Todo bien? —quiso saber Tomás.

  —Por mí, todo perfecto —respondió el supuesto Matías, que mantenía esa sonrisa de lado que me hubiera gustado borrar con al menos una respuesta ocurrente. Desvié mi mirada de él, estaba empezando a agotarme.

  —¿Me decís cuál va a ser mi habitación? —pregunté a Tomás ya sin ganas de saber por qué no había ido él a buscarme.

  Mi hermano por fin hizo lo que debía, tomó dos de mis valijas y las deslizó frente a una puerta, bajó el picaporte y mientras la habitación se hacía visible frente a mis ojos, estiró uno de sus brazos con galantería. 

  —Este es tu nuevo hogar —afirmó sonriente.

  —No, prefiero instalarme en la otra —lo corregí— tiene una ventana más amplia. 

  Lo sabía porque seis meses atrás cuando adquirieron ese departamente de tres habitaciones, había acompañado a mis padres a firmar el contrato de alquiler.

  —Lo siento, Aiti —habló una fastidiosa voz a mis espaldas, remarcando el diminutivo de mi nombre con un tinte burlesco que me llevó a blanquear los ojos— esa habitación ya tiene dueño.

  Me giré para incinerarlo con la mirada, su sonrisa triunfante, me llevó a liberar un gruñido. Entré a la pieza que se me había asignado y cerré de un portazo.

  —¿Pasó algo entre ustedes? —escuché que mi hermano preguntó.

  —Todo perfecto, viejo —fue la respuesta— ¿Vamos a salir esta noche? Hay una mina que me tiene loco —siguió hablando para cambiar de tema con rapidez. 

 




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