—¿A dónde vas? —pregunté con unas lágrimas precipitándose por mis ojos.
—A buscar algo para limpiarte.
—No te vayas, estoy bien así.
—Estás empapada.
—No voy a dejar que me lo saques, quiero que se quede allí —admití con toda mi sinceridad.
Una sonrisa suave, cálida y complacida asomó por su rostro. Me pidió que me moviera, levantó las sábanas en una clara invitación y nos dormimos abrazados. A pesar del agotamiento, lo escuché prometer en mi oído que pronto me dibujaría desnuda.
La mañana siguiente me despertaron sus besos en mi cuello, ni bien abrí los ojos recordé todo lo sucedido y sonreí.
—¡Qué sonrisa tan preciosa! ¿Estás contenta?
—Estoy recordando —expliqué.
—Si no te levantás rápido, no vas a necesitar recordar porque lo vas a volver a vivir —advirtió apoyando su masculinidad en mi trasero.
—¿Sería muy terrible?
—Para nada pero mi señorita responsable tiene que ir a la facu, ya es hora.
—¡Matías! ¿Me estás jodiendo?
—No, dijiste que tenías un examen importante y yo no voy a ser el causante de tu retraso.
—Vos no pero estos —le guiñé un ojo mientras acariciaba sus largos y complacientes dedos.
Sin demora, buscó mi boca y mi sexo al mismo tiempo, cuando volví a razonar, estaba agitada y satisfecha entre sus brazos. Busqué su entrepierna para devolverle el favor, pero me lo impidió.
—Tenés facultad y tu hermano está por levantarse.
—¡Qué aguafiestas! —me quejé, levantándome molesta.
—¿Crees que es fácil para mí? Lo hago por vos Aitana.
—Ajá —fue mi última respuesta antes de salir de su habitación.
Desayuné parada, apoyando mi taza sobre la mesada, se acercó y habló despacio porque Tomás andaba dando vueltas.
—Te busco cuando salgas de la facu.
—¡No! —respondí con ímpetu, volvió su rostro hacia mí— Voy a estar muy ocupada.
—Vuelve la nenita caprichosa —contraatacó.
Sin decir nada, di media vuelta y salí de casa.
Esa noche fue su turno de venir hasta mi cama, empezamos una rutina que me daba vida y me la quitaba por igual. Resguardados por la oscuridad de la noche, nos masturbábamos a diario, incluso una noche lo tomé en mi boca. Pero después durante el día ni nos mirábamos, cada uno seguía con su vida. No había vuelto a salir de “gira” con Tomás pero eso no era ninguna garantía para mí.
Una mañana en la que me sentía muy vulnerable, volví a casa más temprano, necesitaba verlo, quería saber si seguía sintiendo algo por mí o si todo se había transformado en una rutina puramente sexual. Porque aunque me trataba con dulzura, no había vuelto a decirme ni una sola vez que me quería.
Crucé la puerta de nuestra casa envalentonada, lo enfrentaría aún con el miedo a que dijera lo que no deseaba escuchar. Jadee como una estúpida al entrar y verlo sentado en el sillón, por un segundo recordé el primer día que entré acarreando las valijas, pero esta vez a su lado estaba una de sus amiguitas. Tomás estaba detrás, besando desaforadamente a una mina que no conocía. Matía se paró de inmediato, me fue imposible contener las lágrimas.
—No es lo que pensás —me aseguró susurrando.
—Hacé lo que quieras —respondí y lo empujé con mi cuerpo al querer pasar hacia mi habitación.
Fulminé a la mina en el sillón cuando le preguntó con desprecio quién era yo, estaba simulando porque nos habíamos visto en varias ocasiones. Matías me sorprendió al seguirme hasta mi pieza, quise cerrar la puerta pero él fue más fuerte y me lo impidió, ingresó detrás mío y puso llave.
—¿Qué hacés?
—Me vas a escuchar y hasta que no lo hagas ninguno va a salir de acá.
—Mati —volvimos a escuchar la desagradable voz femenina, dando golpes en mi puerta.
—Andá, “Mati” —imité la voz que me molestaba— te esperan.
Matías me agarró de la muñeca cuando quise darle la espalda.
—¿Estás celosa? —preguntó arrogante.