Puedo Verte 1

DIECISIETE

 

  —Tengo que hablar con Tomás —dijo mientras salimos del baño.

  —Todavía no.

  —¿Por qué? —se puso a la defensiva en un instante.

  —Porque va a abrir la bocota y mis viejos van a decir que no es buena idea que vivamos juntos.

  —No me importa, puedo buscar un alquiler nuevo.

  —A mí sí me importa, no quiero que vivas en otra casa.

  Un golpe en la puerta nos alertó, como si los hubiéramos invocado, mis padres junto a Luis habían llegado de visita. La cara de fastidio de Matías era notable, tampoco yo me sentía a gusto con semejante interrupción. Lidiamos como pudimos con las visitas, cuando mis papás decidieron regresar al hotel, Luis informó que se quedaba con nosotros. Mi amigo llevó sus pertenencias hacia mi habitación dándonos un momento a solas.

  —Duerme en el sillón, Aitana.

  —Mati…

  —Duerme en el sillón, Aitana.

  —Mati… —intenté hablar de nuevo. Luis apareció justo en ese momento.

  —Ni pienses que vas a dormir en la cama con Aitana —lo encaró sin titubear.

  —¿Por qué? —preguntó Luis con inocencia.

  —¿Por qué, Aitana? —se dirigió hacia mí, Matías.

  Esperaba de mí una confesión que no estaba lista para dar y yo no era una mujer que funcionara bajo presión.

  —Matías es más cuida que mi hermano, Luis, ya sabés cómo son. Nada de qué preocuparse —advertí la desilusión en su rostro, no dijo nada y se fue de la casa.

  No volvió hasta la noche, incluso Tomás ya dormía. Yo lo esperaba sentada en el sillón frente al televisor apagado. Fue sencillo saber en qué condiciones regresaba porque no podía insertar la llave en la cerradura. Me puse de pie y abrí la puerta, sus ojos me inspeccionaron de abajo hacia arriba sin disimulo.

  —¿Tu amiguito te dejó igual de satisfecha que yo? —preguntó arrastrando las palabras y tropezando al ingresar. Detuve su caída con mi cuerpo, lo tomé de la cintura para ayudarlo.

  —Debería haber dejado que te dieras un buen golpe —comenté molesta con él y conmigo por preocuparme incluso cuando me decía barbaridades.

  —Seguro dolía menos que lo que me hiciste esta tarde —puntuó, aumentando mi enojo pero sólo conmigo. No quería ser la causante de su dolor y menos de su borrachera. 

  Caminamos juntos hasta el baño, se higienizó y luego en su habitación también lo ayudé. Estando recostado en su cama, me destinó una mirada de ojitos tristes que me partió el alma. No dudé y me metí bajo las sábanas junto a él.

  —No quiero que duermas con él.

  —Yo no quiero que te emborraches de esta manera.

  —Hoy tu hermano trajo a las chicas porque quería distraerme, no tuvo malas intenciones. Es un día complicado para mí.

  —¿En qué sentido es complicado?

  —Hoy es el aniversario del femicidio de mi mamá —la sorpresa me llevó a abrir los ojos y a taparme la boca con la mano— pero vos le diste un nuevo sentido a este maldito día. Vos le das sentido a todo, mi amor. ¿Te acordás que te dije que no te sacaba la ficha? —asentí, no quería interrumpirlo. Se notaba que necesitaba desahogarse y yo quería ser su apoyo— Desde que llegaste me has mostrado mil facetas: primero pensé que eras una caprichosa insoportable, te transformaste en una muy considerada compañera de casa, una alumna intachable y muy muy apasionada. ¿Cuál de todas esas sos, Aitana? Me preguntaba a diario, hoy sé que sos todas esas y me encanta. Te amo —susurró antes de quedarse dormido en mi pecho.

  Mi cabeza dio vueltas hasta que recordó una palabra clave: “Femicidio”. 

  Sí, eso había dicho.

 




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