Puedo Verte 2

TRES

  Tomás me recibió en su casa, sorprendido. Sin embargo, no hizo preguntas, me preparó un té y sentado a mi lado me acarició la espalda mientras me desahogaba con llanto y mocos incluidos.

  —Aitana, Matías está herido de por vida. Lo que él vivió no se olvida por más amor que reciba. Cada paso nuevo, cada rutina que se rompe lo envuelve en una burbuja autodestructiva que lo aterra por miedo a volver a sufrir, a perder lo que ama.

  —¡No lo justifiques! Tu sobrino es un niño indefenso, Tomás, no tiene la culpa del pasado.

  —Un niño indefenso, al igual que su padre cuando presenció el asesinato de su madre. Cada vez que Matías se enfrenta a un cambio no es el hombre de veintisiete años el habla o actúa, sino ese niño de seis que teme perderlo todo. Aitana, tu novio es una gran persona, resiliente pero trae una mochila que jamás se va a poder quitar. Hace poco leí una novela, “La tía Cósima”, se llama —mis ojos lagrimeantes se abrieron ante la mención del libro de Bonelli— la autora hacía referencia a una frase que me dejó pensando: “La infancia es el patio en el que jugamos durante toda la vida”, pensá cómo es el patio de Matías.

  —Hoy mi prioridad es mi hijo —respondí, queriendo ignorar las palabras de mi hermano.

  —Mientras no lo sea tu ego —replicó claramente molesto conmigo—. Te voy a armar la cama— se puso de pie dirigiéndose a la habitación que sobraba en su departamento. 

  —Me pregunto desde cuándo leés novelas románticas —elevé un poco la voz para que me escuchara.

  —¡Quete! —repondió sin darse vuelta.

  —¿Qué? —inquirí pensando que no lo había escuchando bien.

  —¡Qué te importa! —explicó volviéndo a ser el Tomás inmaduro que yo conocía.

  —¡Estás enamorado! —me puse en pie y corrí para alcanzarlo.

  —Si querés asilo, no jodas —habló cortante por lo bajo.

  —¡Estás enamorado! —afirmé sintiendo una alegría en mi corazón que fue muy bienvenida— ¿Interrumpo tus planes?

  —Sí, pero voy a tener que aguantarte al menos hasta que vos y ese payaso que tenés por novio vuelvan a entenderse.

  —Tomás, yo no pienso volver con Matías —expliqué de nuevo en un tono que no daba lugar a dudas.

  —Tenés un orgullo que es tu perdición, hermanita. Y el ego más grande que un elefante.  

  —No sé por qué vine a buscar tu apoyo, siempre has estado de su lado. 

  —Viniste porque sabés que te amo y que voy a responder por mi sobrino siempre, y también viniste porque nadie conoce a tu futuro esposo como yo.

  —No hay futuro entre Matías y yo.

  —Hay un futuro que crece día a día, —comentó apoyando su mano en mi vientre— no lo desperdicies solamente porque en un primer instante no reaccionó como se espera de un padre, porque Matías es de todo, menos una persona que se atenga a las reglas sociales pero su corazón es más leal que el de cual otro que simule una “normalidad estandarizada”. —Besó mi frente y me dejó sola en la que sería mi nueva habitación.

  Estaba llegando a la cocina cuando escuché a mi hermano hablando por teléfono.

  —Viejo, ya te dije que está conmigo, nada le va a suceder —el silencio que siguió me indicaba que Tomás escuchaba a su interlocutor— Mati, está enojada y tiene sus razones, ya van a poder hablar y arreglar las cosas. Hoy ha sido un día pesado, dejala descansar. Mañana te esperamos.

  —¡NO! —tronó mi voz— No lo espero ni un segundo más, él hizo su elección y yo la mía. Que no aparezca, Tomás, porque me vas a obligar a irme.

  Mi hermano me fulminó con la mirada. 

  —Mati, en un rato te llamo —comunicó antes de cortar— Vos ¿Sos o te hacés? 

 




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