—¡Has estado ciega, Aitana! Espero que no sea tarde, porque en el momento en que Matías se cierre, no va a haber vuelta atrás.
—Maldijo todo lo que vivió junto a mí, incluso a él mismo por haberme dado poder sobre él, dijo que lo estaba destruyendo.
Tomás no volvió a hablar, cerró los ojos pensativo, cuando volvió a abrirlos, se dirigió a Victoria.
—Me disculpas unos segundos más, esta novela de la que soy parte es un desastre.
—Tomate tu tiempo, amor. Yo me quedo con tu hermana.
Tomás se acercó a ella y la besó en los labios.
—Te amo —le dijo acariciándole la mejilla.
Victoria le sonrió avergonzada.
La novia de mi hermano emanaba un poder curativo cuando me acariciaba la espalda y el cabello. Me ayudó a ponerme en pie y volvimos sobre la mezcla que estaba preparando. Pensaba hacer unos hot cakes que aseguró que a Tomás le encantaban, recordé con tristeza la cantidad de budines que yo había cocinado para Matías pero me obligué a sonreír, ya había hecho todo el espectáculo permitido por un día.
Tomás volvió con una expresión contrita que me lo dijo todo, la había cagado hasta el fondo.
—Mañana lo vamos a volver a intentar, hoy está complicado —fue todo lo que me dijo.
Cenamos juntos, me quedé con ellos porque a pesar de mi angustia, este nuevo Tomás enamorado y tan entregado me maravillaba. Mi hermano no era ningún santo, pero tampoco era tan necio como para no ver la magia que envolvía a Victoria. Con paciencia, caricias y silencio nos había ayudado a estabilizarnos, cuando solos, él y yo, no hubiéramos hecho más que pelear hasta que la situación llegara a un límite insostenible y recién ahí, hubiéramos vuelto atrás buscando el perdón del otro. Con la presencia de mi cuñada, nada de eso fue necesario.
Dos semanas después, por la mañana mi hermano me golpeó la puerta.
—¿Lista?
—¿Qué?
—Te pregunto si estás listas, porque te estoy echando.
—No te entiendo —empecé a impacientarme.
—Vas a volver a tu casa, con la cara de agria que has tenido estos meses —me guiñó un ojo— y le vas a decir que te peleaste conmigo y que te despaché a la calle.
—Tomás, no se lo va a creer.
—¡Aitana! —levantó la voz con desesperación— Estoy a punto de echarte de verdad y sin pensar en la criatura que ya tiene suficiente tortura con estar pegado a vos veinticuatro horas.
—Bueno…bueno…
—Levantate y llevá cara de agria pero ponete algo que le vuele la cabeza. Estoy seguro de que no va a dejarte en la calle pero un incentivo nunca viene mal.
—Nunca te molestó nuestra relación ¿Verdad?
—Matías es por lejos el mejor tipo del mundo, te olvidás que yo lo conozco de toda la vida.
—Pero yo soy tu hermana.
—Por eso mismo, si alguna vez sentí alguna reticencia fue gracias a vos.
—¡Tomás! —fue mi turno de levantar la voz y abrir los ojos incrédula.
—¡Aitana! —me imitó— ¿Quién la cagó?
—Tomás, Matías…
—Matías no hizo nada malo, Aitana, sacate eso de la cabeza porque es cuento viejo. El pibe estaba en shock, necesitaba tu comprensión y vos enfureciste y ahora tenés que volver con la cola entre las piernas ¡Chau! —cerró la puerta antes de dejarme replicar.
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Editado: 21.02.2024