Por varios minutos estuve parado ahí sin saber que hacer, el miedo me petrificaba pero la curiosidad me impulsaba a escalar la reja y tocar la puerta para conocer a los residentes de aquella mansión escondida en la neblina perpetua. Pero como de costumbre mi destino salió al paso de mi indecisión y fue otro quien tomo el primer paso. Un joven de bata blanca y un poco cojo del pie derecho emergió por las enormes puertas de aquella mansión mostrando una gran alegría por verme.
Minutos después este misterioso joven abría las rejas que me separaban de aquella misteriosa mansión y me invitaba muy efusivamente a pasar. Cuando por fin di el primer paso para ingresar a las profundidades de aquella mansión el frío que sentía cesó y fue bruscamente reemplazado por una sensación de inmenso vació, de una inmensa soledad comparable solamente con la de la tumba.
Bruscamente me abracé buscando calor corporal y no sentirme solo, inmensamente solo. De repente algo toco con suavidad mi mano derecha justo en la que tenia el pañuelo. La retire rápidamente no como consecuencia de algún dolor si no de la sorpresa de encontrar otro ser vivo en aquella inmensa vastedad en la que se había tornado ese moribundo jardín de flores marchitas y sin esperanzas de revivir. Era el joven quien había tomado mi mano al observar el pañuelo cubierto con mi propia sangre. Esta herido, murmuro y me dijo que en la mansión tenía todo lo necesario para curarme, que por favor lo siguiera; Eso hice con paso en extremo lento, mas que por la dificultad de ver en la neblina, esta vez era por seguir el paso de este extraño individuo, pero el lento caminar me permitió observar muy bien la mansión y sus alrededores.
De estilo medieval la mansión tenía unos cuarenta metros de altura hasta un pequeño desván que se podía observar desde la entrada. Jamás pude saber cuantos pisos tenía pero si supe tiempo después que contaba con 4 sótanos. Su color era salitre tal vez debido a la cercanía con el mar y los años que obviamente tenía esta casa de aspecto espectral.
Al llegar a la puerta el muchacho sacó de su camisa un conjunto de varios cientos de llaves para cerraduras antiguas, de hecho me atrevería a decir que el peso de estas llaves era lo que lo hacia cojear de la pierna derecha. Muy lentamente comenzó a buscar la llave correcta del mar que tenía, siendo obviamente un experto ya que la encontró con suma facilidad. Me invito a pasar y me guió por los interminables corredores de la mansión, siempre subiendo, siempre ascendiendo, caminamos por varios minutos en los corredores atestados de puertas de madera cerrada, sin importar cuanto avanzáramos todo parecía ser el mismo sitio, oscuro tétrico y desolado. Durante este largo recorrido ninguno de los dos dijo alguna palabra él solo se limitaba a decir constantemente “sígame por aquí” de una manera tan peculiar que me recordó un poco al jorobado de una película cuyo nombre no lograba recordar pero que ciertamente era muy famosa. Tiempo después se detuvo frente a una enorme puerta color marrón y de nuevo este joven saco su manojo de llaves y como si las tuviera marcadas saco la correcta de un solo intento pidiéndome que siguiera; lo cual hice con un poco de desconfianza. Lo que me encontré detrás de la puerta fue una clásica enfermería de hospital la cual me izo cerrar los ojos debido a la enorme cantidad de luz que tenía y que contrastaba en demasía con la oscuridad del resto de la mansión, aquel muchacho se acerco a una gaveta y saco varios instrumentos de medicina, algunas gasas, agua oxigenada y vendas, los cuales depositó cuidadosamente en una mesa a la cual acercó un asiento y me pidió que me sentara. Tome mi tiempo para hacerlo mientras trataba de comprender todo lo que estaba pasando. Al encontrarme sentado el muchacho me pidió que le mostrara las manos y con mucho cuidado comenzó a retirar el pañuelo que cubría las heridas de mi mano derecha hasta retirarlo por completo, labor bastante delicada dado que mi piel se confundía con facilidad con el pañuelo y podía intentar retirar mi piel junto con mi pañuelo, cuando termino aquel individuo destapo varios frascos sin etiquetas aparentes pero el olor que despedían me recordaban un hospital, tomo el contenido de uno de los frascos y lo unto en un pedazo de gasa previamente cortado y me lo untó en mis adoloridas manos, al instante el dolor seso y por fin pude volver a razonar con claridad. -cual es tu nombre- pegunte sin mucha impaciencia, ya que no quería cometer los mismos errores que con Mery, Mauricio respondió sin mucha complicación en un tono pausado mas concentrado en lo que en ese momento estaba realizando que por otra cosa, cuando termino de untarme el contenido del primer frasco repitió la misma operación con el segundo y aunque esta vez no sentí mejora si sentí un leve adormecimiento en mis manos, lo último que hizo fue colocarme unas vendas para evitar que las heridas se me infectaran, luego tomo el pañuelo lo coloco en una cesta y me dijo “ tan pronto este lavado se lo devuelvo” con el mismo tono que de nuevo me hizo pensar estar observando una película de terror.
Me pidió que lo siguiera abandonando la iluminada enfermería para adentrarnos de nuevo en el estrecho corredor para seguir ascendiendo, subiendo y subiendo sin saber dónde me había conducido mi destino.
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Editado: 20.03.2020