Keira
No sé cuánto tiempo llevo en la misma posición, solo veo las gotas de lluvia que se deslizan por el vidrio del parabrisas. Tengo la mente en blanco después de haber llorado por horas, ya no sé lo que estoy sintiendo, no puedo procesar lo que pasó todavía.
Encontrar a Derek, mi novio desde hacía más de tres años, con otra mujer, jadeando y gimiendo al unísono en nuestra cama mientras tenían sexo, me destrozó el alma y ahora ya no puedo sentir nada porque estoy en shock.
¿Qué hice mal?, ¿por qué me merecía tal cosa? Nuestra vida sexual es normal, placentera, hay amor, ¿por qué buscó en otra lo que tiene conmigo? Todas esas preguntas se quedarán sin respuesta, pues no pienso volver a verlo, pero sé que probablemente me persiga la duda de por vida, creando en mí inseguridades que antes no tenía.
—Keira. —Escucho mi nombre afuera del auto y giro la cabeza para encontrarme a aquel maldito traidor, quien toca de manera desesperada el vidrio. A mí solo se me escapa una ligera risita irónica ante el cinismo de este hombre—. Abre, por favor, abre, mi amor. No quiero perderte.
Suspiro de manera profunda y hago lo que dice, abro la puerta. Su rostro se llena de alivio y no duda en abrazarme y llenarme de besos por todo el rostro mientras la lluvia moja nuestros cuerpos. Yo no me muevo, pese a que estoy sintiendo que mi corazón palpita como loco dentro de mi pecho, que todavía me siento enamorada y lo amo.
—Tenía tanto miedo de perderte. —Sus ojos verdes me miran con mucho pánico. Su rostro es perfecto, es todo cuanta mujer podría desear, pero ahora mismo siento asco; asco de mí misma por seguir sintiéndome atraída—. Nunca más volveré a cometer ese error, fue un arrebato, no pensé en lo que hacía.
—Te creo —susurro mientras doy un asentimiento.
—Voy a compensártelo.
—Claro que lo harás —respondo con voz monocorde.
—Te amo.
—Yo también te amo.
—Eres tan buena, Keira, eres la mejor.
—Sé que lo soy, y sé que jamás volverás a hacer algo así —afirmo levantando de nuevo la vista para observarlo por última vez—. No conmigo.
— ¿Qué? Kei, mi amor…
—Hasta nunca, Derek. No quiero volver a verte en mi vida, esto se acabó.
Cuatro largos años han pasado desde ese momento y este par de angelitos que observo dormir son el recordatorio de que él estuvo en mi vida.
Isabella, mi nena, se mueve un poco inquieta, pero al encontrar una posición cómoda sigue durmiendo. Liam, mi niño, está dormido como un tronco. Ellos son la representación exacta de lo que fuimos Derek y yo, solo que en versión pequeña.
—Keira, mi niña, debes cenar algo —me susurra mi abuela.
—Sí, mamá Brisa, pero me gusta verlos dormir —le respondo también en un susurro.
—Te comprendo, son unos angelitos. —Suspira y yo sacudo levemente la cabeza y sonrío.
—No decíamos lo mismo hace dos horas.
Las dos soltamos una risita al recordar lo caótico que fue bañarlos. Les encanta entrar en la bañera, pero no que se les eche champú en el cabello y mucho menos que los saque. Me dejaron empapada casi de pies a cabeza.
Después de unos momentos salgo con mi abuela de la habitación y vamos al comedor para cenar en santa paz y contemplar la hermosa ciudad de Nueva York por el ventanal. Volver aquí, después de todo este tiempo, me tiene un poco nerviosa por cierto personaje en el que no quiero ni pensar para no tomar mis cosas y regresar a Mérida, Yucatán, el lugar de nacimiento de mi abuela y donde me refugié hasta que comenzó a irme bien como actriz. No vamos a quedarnos eternamente aquí, nos vamos a regresar a México en dos meses, luego de que terminen las grabaciones de la serie para la que me contrataron.
Sí, mi carrera va en ascenso. Primero fue como papeles secundarios en telenovelas mexicanas de poco renombre, luego papeles más importantes, un protagónico y ahora grabaré mi primera serie. No soy protagonista ni antagonista, por supuesto, pero el personaje no es para nada despreciable y, pese a ser secundario, es importante y relevante para la trama.
—Me siento muy orgullosa de ti, mi niña —me dice con los ojos brillantes—. Cada vez estás ganando más prestigio como actriz, tu mamá se sentiría muy orgullosa de que sigas sus pasos.
—Lo sé, por eso me quiero esforzar mucho, ser como ella.
—Puedes ser mejor, mi cielo, ella misma lo decía y lo deseaba así. Tienes talento para actuar, lo llevas en la sangre.
—No creo que pueda superarla, ella fue muy buena actriz, llegó a Hollywood.
—Y tú lo harás, esto es solo el comienzo, mi vida —me aseguró entusiasta—. Verás que después de esta serie vendrán más proyectos y protagónicos.
—Espero que sí, ojalá que sí —digo mirando hacia el cielo, desde donde estoy segura de que mamá me cuida como lo hizo en vida.
Después de cenar y lavar la loza me despido de mi abuela, quien se va a su recámara y yo regreso al mío con mis pequeños tesoros, con quienes duermo desde que nacieron. No me importan las críticas de mis amigas y otras personas que opinan que ya son grandes, ellos desean aún dormir conmigo y no se los voy a negar.