¿qué es el amor?

CAPÍTULO 7: ESPOSO

Ernest 

No quiero atender más la mesa de la actriz, luego de lo que me propuso, no obstante, sigo yendo y atendiéndolos como si nada pasara. 

Keira es más hermosa todavía en persona, y me sorprendió demasiado el hecho de saber que tiene dos hijos, mucho más el que no esté casada. Cualquier hombre sería el más afortunado del mundo si fuese su marido. 

¡Y me lo propuso a mí! De manera falsa, por supuesto, pero se fijó en mí. No sé si estar ofendido o halagado, creo que es una mezcla de ambas cosas, aunque con cada mirada que me dedica cuando voy a ver si se les ofrece algo, me hace saber que no quiere humillarme, que de verdad necesita mi ayuda.  

Mis compañeros ya comenzaron a notar que me estoy dedicando más a esta mesa que a ninguna otra, pero los ignoro y sigo yendo. Esta mujer no solo es guapa, tiene algo que hace que no quiera alejarme, que desee acercarme y no soltarla nunca. Luce tan empoderada y vulnerable a la vez, despierta mi lado protector. 

También el pasional. 

Haberla sentido tan cerca, que me tocara y me mirara desde abajo, me resultó tentador. Luché con todas mis fuerzas para no besarla, para no llevar a cabo esas fantasías que se cuelan en mis sueños de vez en cuando. 

«Solo es una actriz, una muy loca por cierto», me trato de decir a mí mismo para tranquilizarme, pero no puedo, sigo con esta inquietud, esta emoción rara que me hace sentir como un ridículo fanático. Esa mujer me dejó más que impresionado, fue como un auto arrollándome. 

Sí, Keira Martínez es un auto lujoso, de esos que te hacen babear y desear tenerlo. Aunque, desde luego, no me sentí ni la mitad de atraído por ese auto que arreglé para el señor mariposita. 

Finalmente, la familia se va y yo me acobardo, no le doy una respuesta. Me causa una sensación de culpa el dejarla ir sin poder ayudarle, sentimiento que aumenta al ver su generosa propina y una nota donde se disculpa. 

"Lamento lo que te pedí y si te ofendí de alguna manera, sé que debes pensar que estoy loca, y lo estoy, pero por deshacerme de mi problema. No dejes que te quiten esta propina como pasó con otras que perdiste por atendernos. K.M". 

Un calor raro me recorre el cuerpo entero al terminar de leer. Creo que me precipité mucho al juzgarla a ella y sus intenciones. No sé si vaya a aceptar, pero tengo que disculparme. 

Sin importarme ser reprendido, me guardo la propina en el delantal, dejo la bandeja en la mesa y me dirijo a la salida para ver si la alcanzo. Por desgracia no es así, ya se ha ido. 

—Mierda —mascullo y sigo mirando para todos lados. No tengo éxito, de verdad se fue. 

Desanimado, doy media vuelta y regreso al trabajo. No doy ni tres pasos cuando el jefe me manda a llamar para que hablemos en su oficina, en donde me regaña por haber salido dos veces del establecimiento y por dejar una bandeja con loza sucia en una mesa. 

—Lo siento, señor, necesitaba alcanzar a uno de los clientes, olvidé decirle algo —me defiendo. 

— ¿Y se puede saber qué es eso tan importante para que dejes el trabajo botado? —me pregunta el estricto hombre. Presiento que algo malo se avecina, que se aprovechará. 

—Me dio propina de más y quería regresarla. Me dejó doscientos dólares —contesto entre dientes, aunque sin sonar grosero. Los ojos del tipo brillan y advierto lo que me va a decir.  

—Bien, si quieres que lo deje pasar, tendrás que dármelos —dice frotándose las manos. 

—Pero es mi propina —contesto dando un paso hacia atrás. 

—Dijiste que se los querías devolver, así que no te preocupes, el dinero será para el restaurante. 

—No, ella me los dio —rebato enojado. 

— ¿Acaso quieres que te despida por insolente y ladrón? Acabas de decir que te dio propina de más, así que el dinero debe venir a parar al restaurante. 

—Más bien a su bolsillo —repongo con desdén, y él se levanta enojado. 

— ¡¿Me está acusando acaso de ladrón?! —vocifera. 

«Piensa en la abuela, piensa en Denisse», me repito una y otra vez para no soltar lo que quiero decir. No puedo perder mi empleo por doscientos dólares. 

Aunque son doscientos dólares que me dio ella, no los puedo perder. Keira dijo que no me los quitaran. Es posible que no se entere, pero me hace sentir mal la posibilidad de que lo sepa. 

¿Qué carajo me pasa con esa actriz de ideas raras? 

No lo sé, pero es eso lo que me hace soltar todo lo que llevo callando. 

—-Sí, he visto cómo permite que los empleados se roben unos a otros, también cómo pide porcentajes altos cuando se entera de que a alguien le fue bien con las propinas. Si hace días no me quitó las mías ha sido porque fueron las últimas y me las escondí —respondo. Tengo una sensación rara en el estómago, alivio por largar todo y preocupación porque ya sé que me van a despedir. 

—Estás despedido —dice de inmediato. Por el bien de mi abuela quiero rogarle que no lo haga, disculparme, pero lo que hago es quitarme el delantal y lanzarlo, luego de sacar el dinero y la nota de Keira, obviamente. 




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