Keira
No sé por qué, pero estoy muy emocionada. Se supone que no quería hacer esto, pero el hecho de que Ernest haya aceptado mi propuesta me tiene muy emocionada y me hace sonreír como boba. Me estoy fallando a mí misma, pues yo dije que no necesitaba a un tipo para darme a respetar.
Aunque tampoco me puedo mentir a mí misma. Una parte de mí quiere que Derek me vea con él, que sienta, al menos un poco, lo que yo sentí cuando lo encontré en la cama con otra. Ojalá pronto me pueda arrancar a ese hombre del corazón, dejar al pobre mesero en paz y continuar mi vida muy tranquila.
También debo admitir que me emociona la idea de volver a ver a Ernest. Es un sentimiento muy extraño el que me causa, bastante diferente a lo que sentí con Derek. Derek hizo que una serie de fuegos artificiales estallara en mí al conocerlo, dado que era el tipo más espectacular que hubiese visto en la vida, uno que desee con todo mi ser desde el instante en que lo vi. Por otro lado, está el mesero y todavía no puedo descifrar lo que me sucede con él, es… raro. Es atractivo, demasiado a decir verdad, pero entré en trance en lugar de sentir que todo me temblaba. La idea de volver a verlo me causa una paz deliciosa, una en la que me quiero sumergir durante mucho tiempo.
O tal vez para siempre.
Agito la cabeza y me río. Creo que el tema de Derek me está comenzando a afectar mucho, lo cual es lo último que necesito, dado que quiero enfocarme en mi maternidad y en mi carrera como actriz. Supongo que será una buena idea contratar a Ernest como mi falso esposo, así me deja en paz este sujeto. Tengo que ser muy convincente, actuar muy natural con este chico.
El cansancio termina por vencerme y me duermo. Derek aparece en mis sueños sin remedio, pero también sueño con este chico que me pidió un autógrafo. Ninguno hace nada en concreto, solo me miran y me hacen sentir demasiadas emociones que no puedo describir. Con Derek puedo comprenderlo, dado que tuve una historia con él, pero… ¿Ernest?
Mi cuerpo duerme, más no mi mente, en donde me sigo cuestionando si hago lo correcto.
A la mañana siguiente soy despertada por un par de terremotos que quieren que les prepare hot cakes. Los dos me preguntan cuándo vendrá su papá, hecho que me hace sentir incómoda, pero no tengo más remedio que contestarles con la verdad.
—Mañana lo van a conocer. Vendrá a verlos y pasarán un tiempo juntos.
Mis mellizos se miran entre ellos y sonríen.
—Ya quiero conocer a mi papi —dice Isabella—. ¿Tú crees que nos quiera?
—Mucho —respondo sonriente—. Estoy segura de que Derek va a amarlos con todo su corazón, ya te lo he dicho.
Ver los ojos iluminados de mis bebés hace que valga la pena el esfuerzo que haré. No va a resultar sencillo que Derek vuelva a mi vida, mucho menos dejar que se acerque a ellos, pero si logra comportarse de manera adecuada y dejarme tranquila, entonces me sacrificaré por ellos, por hacerlos felices.
— ¿Debemos decirle papá? —cuestiona Liam.
—-No, mi vida —respondo acariciando su mejilla—. Si no se sienten cómodos llamándolo papá, entonces no lo hagan. Si quieren hacerlo, están en todo su derecho. Ahora vamos, pequeños monos, debo preparar hot cakes. —Les hago cosquillas a ambos y estos se retuercen por la risa.
Luego de calmarnos, los tres vamos a la cocina, donde mamá Brisa está haciendo jugo de naranja. Yo me pongo manos a la obra y preparo el desayuno que me pidieron. No voy a desperdiciar mis días de descanso, los voy a consentir todo lo que pueda. Mis llamados de la próxima semana serán extensos, ya que son escenas importantes.
Una vez que termino, estoy toda manchada, lo cual hace que mis hijos y mi abuelita se rían de mí. A Liam le pongo miel de maple; a Isabella, mermelada de fresa. Yo prefiero la mermelada, y recuerdo que Derek discutía conmigo porque a él le gustaba la miel.
Todos estos detalles me lo recuerdan, y más ahora que está cerca. Ojalá tuviera un botón mágico para dejar de verlo como hombre, para solo verlo como el padre de mis hijos.
Debo lograrlo a como dé lugar.
∆¶∆
Mis pequeños retoños están jugueteando por la sala. Ya me dio vergüenza pedirle a María José que venga, pero esta se muestra entusiasta al respecto, ya que le gusta estar en el departamento y con los peques.
No los dejaría solos de no ser porque tengo una cita con Ernest. No una cita formal, es solo para ponernos de acuerdo.
Aun así, un agradable cosquilleo me recorre las entrañas, al igual que una sensación de que todo estará bien con su ayuda. La sonrisa idiota no me la puedo borrar de los labios y descubro que me arreglé más de la cuenta.
—Ay, por Dios, parece que voy a una cita real —digo riéndome mientras me quito los tacones, los cuales cambio por unos zapatos bajos. No quiero lucir demasiado pretenciosa, así que arreglo mi ropa para verme más sencilla—. Lista, no queremos que piense que soy una actriz arrogante, no, somos del mismo equipo.
—Te ves hermosa, mi niña —me elogia mamá Brisa—. Parece que ese chico te emociona.
—No, ¿qué va? —Me echo a reír—. Es solo que me agrada.