¿qué es el amor?

CAPÍTULO 9: ARREPENTIMIENTO

Ernest

Todavía estoy nervioso por lo que voy a hacer. No puedo creer que esa actriz con la que fantaseé en algunas ocasiones y que creía que no me hacía en el mundo, me haya pedido tal cosa. 

¿De verdad estas cosas pasan en la vida real? Mejor dicho, ¿me acaba de pasar a mí?, ¿y de verdad piensa ayudarme? No me quiso soltar nada, pero dijo que no me preocupara.

Esto es de locos. Me gustaría mucho contárselo a alguien, pero ella me pidió mantener la discreción, y por supuesto que lo voy a hacer. No es solo por no perder el trabajo, sino porque no quiero defraudarla.

Todavía mi mejilla quema un poco por el beso que depositó allí al despedirnos en la entrada del lujoso edificio en el que vive y que es tan digno de ella. No obstante, Keira es una mujer que, aunque tenga mucha clase, es sencilla, amistosa, tiene los pies bien puestos sobre la tierra.

Y eso es precisamente lo peligroso. Sé que no me puedo ilusionar con ella, que voy a desaparecer de su vida en cuanto nos despidamos frente a ese hombre millonario. Muy en el fondo deseo que vuelva a llamarme y ni siquiera he hecho el trabajo.

—No, no es para ti, Ernest, no es para ti —mascullo y me doy un ligero golpe en esa zona donde me besaron. Me grabé en la mente el dulce aroma que ella desprendía y no se me puede olvidar. Soy un idiota enamoradizo.

De acuerdo, no suelo ser enamoradizo, pero esa mujer me provoca muchas cosas desde que la conocía apenas en pantalla. Ya teniéndola frente a mí y tan cerca… es difícil no calentarse, no tener ganas de hacer todo eso que llevo siglos sin hacer. La última novia que tuve fue hace más de tres años, y no fue nada muy serio. Esa chica encontró a un tipo con dinero y se fue.

No se lo impedí. Quise mucho a Jessica, pero comprendí que no era el amor de mi vida cuando no sentí la gran cosa. Me costó poco superarla, honestamente. Y así ha sido con cada novia, no duran demasiado tiempo conmigo al enterarse de todas las deudas que cargo a cuestas. Piensan que terminaré siendo un mediocre que nunca podrá darles un techo y comida. Se equivocan, pero tampoco voy a suplicar para que me crean.

En resumen: mi vida amorosa es una mierda. Por eso ya me rendí y me resigné a pasar una vida sin encontrar a alguien que me quiera para algo más que sexo. Muchas ex han querido regresar, pero solo para que les haga eso que tanto les gusta y que no encuentran con sus parejas.

Siempre me niego. No me gusta ser consolador de nadie.

Aunque con esa actriz…

—Mierda, no, Ernest, no —me quejo, lo que hace que el señor que tengo sentado al lado mío me observe con extrañeza. Por esto, odio el transporte público y prefiero la bicicleta.

Pero las malditas cadenas tenían que quedar hechas mierda justo ayer.

Después de un rato llego al hospital donde está mi abuela, a quien le cuento que voy a trabajar para esa actriz famosa. Esta no me cree hasta que le muestro el nuevo autógrafo que me dio para ella. Los ojitos de mi dulce viejita brillan de emoción y me pregunta cómo pasó todo.

—Bueno, me acerqué a pedirle un autógrafo y como le caí bien, me pidió ayuda para acompañarla en ese problema que debe resolver —le explico.

—Oh, mi niño, me siento tan feliz por ti, por fin algo bueno te pasa en medio de todo esto.

—Sí, abuela, estoy… contento. —Le sonrío.

— ¿Y cómo es ella? No me refiero al físico, sino a su actitud. ¿Es presumida?

—Ella es increíble —respondo imaginándola—. Keira es una mujer algo alocada, pero es hermosa, agradable, buena, sencilla. No es para nada egocéntrica, es… es tan linda. Es de esas personas que se preocupan genuinamente por las demás. —Suspiro. Pensar en ella es demasiado agradable, como un descanso entre toda esta faena que se me formó de pronto.

—Parece que alguien se está enamorando —dice mi burlona abuela y le contesto con un gruñido.

—Por supuesto que no, solo la estoy describiendo —replico—. Es un amor platónico, pero tengo bien claro que no soy lo que ella…

—Hijo, tú eres un buen hombre, vales mucho —me reprende.

—Valgo mucho, pero no tengo nada —digo con tristeza—. En fin, no puedo permitirme pensar en ella de esa forma. No soy un buen partido.

— ¿Y si lo fueras?, ¿entonces irías tras ella?

El cuestionamiento de la mujer me deja un poco sin habla, pero tengo clara mi respuesta.

—Pues claro, ¿quién no?

— ¿Aunque tenga hijos?

—Eso no me importa, los niños me agradan.

—Ay, mi querido Ernest, te picó el bichito del amor, igual que a mí me picó el bichito del dolor, porque esta cadera me duele como nada. Me quiero mover.

—Lo siento mucho, guapa, tienes que mantenerte así. No puedes desobedecer las órdenes del doctor —respondo agobiado.

Una vez que ella logra dormirse, me marcho a casa para atender a mi hermana. Ella sabe cocinar, por eso no hay problema, aunque me queda el pendiente de que se largue con alguno de sus compañeros.

Sí, sus compañeros le han propuesto cosas indecentes, pero Denisse ha tenido la valentía de contármelo, yo también siempre he sido muy abierto con ella y le expliqué lo que está bien, lo que está mal y cómo debe protegerse. Por suerte, no ha hecho nada de lo que se tenga que arrepentir, pero está en una edad demasiado hormonal y en donde se podrían salir de control las cosas.




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