Quédate conmigo

Capítulo 1

Anika

No puedo creer estar empacando las cosas de mi mejor amiga Safira. Hace una semana estaba viva y feliz, estábamos planeando las vacaciones, unos días visitando Madrid y luego Roma para ahogarnos en historia y “culturizar” a su hija Emily. En un abrir y cerrar de ojos todos los planes quedaron acabados y de una forma repentina y dolorosa.

Sé que en la vida todo pasa por algo y que la muerte es parte del camino, pero Safira era joven, tenía planes y una hija a quien criar.

Safira y yo nos conocimos seis años atrás en la agencia de marketing donde entré a trabajar el verano después de graduarme de la Universidad.

Ella creció en Madrid y se trasladó a la isla Canarias después de graduarse de la Universidad de Madrid con la idea de cambiar de aires y recuperarse de una ruptura luego de tres años de una mala relación.

Yo me mudé desde Nueva York en busca de playa, aventuras y alejarme de mi exnovio de aquel momento que me había roto el corazón.  Con historias similares, fue cuestión de tiempo para que congeniáramos y nos hiciéramos amigas.

Ella llevaba un año ya en la isla, por lo que cuando me ofrecieron un trabajo permanente, me ofreció compartir departamento y los gastos. Ella necesitaba una compañera y yo también, pues no íbamos a poder pagar todo estando por cuenta de una, así que acepté.

No hay nada mejor que trabajar con tu mejor amiga y compartir casa con alguien que es tan similar a uno, con la excepción que ella era muy romántica y deseaba casarse, tener hijos y todo ese sueño que la mayoría de las mujeres quiere.

Yo creo en el amor, solo que creo que no es para mí. Ya visualicé mi vida como soltera y no me disgusta ni me entra el pánico como les sucede a algunas.

Mi madre opina que apenas tengo veintiocho años y estoy a tiempo de conocer al amor de mi vida, y yo pienso lo contrario.

Dos relaciones fracasadas, muchas citas horribles y algún que otro error que prefiero no nombrar, me han dejado desilusionada.

Sin  contar que se gasta mucha energía en los hombres. ¿Para qué desperdiciarla en un género que no sabe valorar al otro género? Es mejor buscarse un hombre, sacarse las ganas y seguir de largo.

El matrimonio no es algo que planteé en mi vida. En actualidad hay más divorcios que bodas, y todo ese asunto de la familia con los hijos, el perro, la casa con jardín está sobrevalorado. No es lo único que se necesita para ser feliz.

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía tres años, mi padre le fue infiel a mi madre, cuando esta lo descubrió le pidió el divorcio y él se fue con su amante. Actualmente, él vive con su amante, que ahora es su esposa, y los dos hijos perfectos que tuvieron juntos.

No sé mucho de ellos porque no tengo relación, prefiero evitar los momentos incómodos. De vez en cuando los veo, pero solo para tener contacto con mis medios hermanos, pues ellos no tienen la culpa de los errores de sus padres.

Mi madre se casó cinco años después del divorcio con un buen hombre que tenía un hijo dos años mayor que yo, quien pasó a convertirse en mi hermano mayor. En un principio no nos llevábamos bien, pero con el pasar del tiempo nos hicimos amigos y más tarde hermanos.

Y no, no se imaginen cosas románticas. Theo y yo somos como hermanos, y no de esos hermanos que se besan y tienen sexo porque no es así. Me da asco de solo pensar en besarlo y no debido a que no sea atractivo, sino porque es mi hermano.

En fin, el punto es que tras seis años de amistad y de aventuras compartidas, no me hago la idea de no volver a ver a Safira.

Ya no escucharé sus regaños por dejar la ropa tirada en el piso o por no lavar los platos. Tampoco escucharé los cumplidos por mis maravillosos platos de comida, ni veré su sonrisa mañanera que evitaba que me levantara de mal humor por las mañanas.

Me da tristeza estar en el departamento que compartimos durante años, empacando sus cosas sabiendo que no volveré a escuchar su voz, ni verla caminar por esta habitación.

Me siento en la cama y suelto un suspiro. La casa está muy silenciosa sin ella y sin el llanto de su hija.

Safira amaba el amor, era una persona amable y noble que veía el lado bueno de todo; yo suelo ser así, menos en los hombres, creo que ya lo dije.

Ella se enamoró de un turista que parecía perfecto, el hombre soñado. En cuanto vi que parecía el hombre perfecto, sospeché. Ningún hombre es guapo, inteligente, amable, caballero, fiel y sincero en la vida real; esos hombres existen en los libros y en las películas.

Safira se creyó todo lo que le dijo y durante un par de meses disfrutó de un amor romántico, intenso y, a sus ojos, perfecto, hasta que quedó embarazada y él se largó ni bien lo supo. Le dijo que no quería ser padre, que no podía serlo y se fue.

Ella sufrió por la decepción, pero el bebé que llevaba en su vientre le dio fuerzas para seguir y claro que yo estuve a su lado en cada paso, en cada ecografía y momento del embarazo.

La doctora pensó que éramos una pareja gay en espera de nuestro hijo y las dos reímos lamentando no ser lesbianas.

Safira quiso ponerse en contacto con el padre del bebé en cuanto nació, pero este la había bloqueado y no sabía nada de él. Yo no entendí como es que salió cinco meses con un hombre del que no sabía casi nada, pero tampoco importó, él se perdió de conocer a su perfecta hija.




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