Anika
Miro el techo blanco de la oficina del abogado y balanceo el pie de arriba hacia abajo mientras hago acopio de la paciencia que no tengo.
Ya son casi las diez treinta y el hermano engreído no ha dado señales de vida. ¿Se cree que el mundo gira a su alrededor y estamos a su disposición?
He estado muy ocupada con el trabajo, el funeral de mi amiga y organizando la casa que tendré que dejar a fin de mes, eso sin contar que debo buscar otro lugar donde vivir, uno más económico.
Odio perder el tiempo y a Zaid parece darle igual.
Miro a Pablo que bebe su café con total calma, me mira y sonríe.
—¿Lo llamaste? —pregunto.
—No contesta.
Pongo los ojos en blanco, minutos después la puerta se abre y escucho la voz de Zaid antes de encontrarme con su atractivo e inexpresivo rostro.
—Siento la tardanza, el avión se retrasó.
Me cruzo de brazos y ni me molesto en ponerme de pie para saludarlo. Me da igual que excusa ponga para su llegada tarde.
—Bien, ¿podemos empezar? Tengo cosas que arreglar. —exclamo.
Zaid toma asiento a mi lado.
—Hola, Anika. ¿Cómo estás?
Me giro y le brindo la sonrisa más falsa del planeta.
—Triste, cansada y con el tiempo ahorcándome. Tu hermana falleció por si no lo sabías.
Zaid contrae la mirada y por unos segundos creo ver dolor en sus ojos. No, imposible, en seis años solo la vio una vez, dudo mucho que sienta su muerte.
—Lamento no haber venido al velorio. Mi asistente pasó tarde el recado.
—Vaya, que conveniente que le digan que tu hermana murió y ella te avise dos días después. Menos mal que no es mi asistente, sino que ya pasaría a ser ex asistente.
—Mira…
—Voy a interrumpir porque no quiero que ser testigo de una pelea entre ustedes dos y no tengo tiempo—interrumpe Pablo haciendo que ambos no digamos más nada—. Voy a tratar de ser lo más directo y claro posible.
Aparto la mirada de Zaid y la centro en el abogado.
—¿Qué pasará con Emily? —pregunto.
Pablo inhala aire y lo suelta muy lentamente mientras saca una carpeta negra del cajón de su escritorio. Se acomoda la corbata y nos mira a ambos.
—Según la ley, en el caso del fallecimiento de uno o ambos padres, la menor de edad debe permanecer al cuidado del siguiente familiar de sangre más cercano a ellos. En el caso de Emily, perdió a su madre, pero tiene un padre.
—Uno que no se quiso hacer cargo, que mintió a Safira y ni sabemos dónde está. —interrumpo.
Pablo me mira con reproche, me disculpo y me callo.
—De todas maneras, se buscará al padre según la información encontrada. Mientras tanto, Emily tendrá un tutor. En este caso…
—¡¿Van a buscar al padre de Emily?! —pregunto, desconcertada—. ¿Qué pasa si lo encuentran y quiere hacerse cargo?
—Deja que el abogado termine de hablar, Anika—dice Zaid con tono autoritario—. Si dejas de interrumpirlo, nos brindará la información que necesitamos.
Lo fulmino con la mirada, una fulminación que no surte efecto. Su mirada es fría y letal, como debe ser la de un empresario sin corazón, lástima que a mí no me intimida.
Pablo pide por favor que me calme e intento hacerlo para dejarlo continuar.
—En el acta de nacimiento de Emily, Safira colocó un nombre y un apellido. Nuestro trabajo es investigar e intentar dar con él. Si acepta hacerse cargo de la niña, está en su derecho y será evaluado y monitoreado por una asistente social para asegurar el bienestar de Emily…
—¿Y si no se hace cargo? —Pregunto obteniendo miradas de reproche—. Ya, lo siento, mi boca habla antes de darle tiempo al cerebro de procesar. Me callo.
—En caso de que el padre no se quiera hacer cargo, debe firmar un papel renunciando a su hija y de esa forma el tutor puede obtener la custodia permanente adoptando a la niña, al menos que no esté interesado, en ese caso se la pone en la lista de adopción.
Abro la boca y la cierro al recibir las miradas de advertencias de ambos hombres.
—No dije nada, estaba respirando. —exclamo.
Zaid parece querer reírse, mas no lo hace. Pablo niega con la cabeza, está acostumbrado a mi personalidad algo loca, o eso dice.
—Aclarado ese punto, solo me queda decir que Safira dejó estipulado quien se haría cargo de su hija en caso de no poder ocuparse ella misma.
Contengo la respiración a la vez que Pablo agarra la taza de café y bebe un poco.
—Ya, hable. Me pone nerviosa cuando mete suspenso de película de terror.
Pablo ríe.
—Zaid Richardson—miro al engreído—. Safira te dejó como uno de los tutores de Emily.
Él abre los ojos con sorpresa. Si él está sorprendido, ni se imaginan como estoy yo.