Zaid
—¿Cuándo regresas a Londres?
—No lo sé, Maya. Te dije que tengo asuntos personales que resolver y no sé cuánto tiempo irá a tomar.
—Bueno, ¿en qué parte de España estás? Puedo hacerte una visita. Dentro de dos semanas debo ir a Madrid por una sesión de fotos y un desfile, quizás podría ir a verte…
—No, sabes que no me gusta mezclar mis asuntos personales con nuestra relación o el trabajo.
Escucho el ruido de los tacones sonando en el piso. En este momento se encuentra en Londres, en su departamento y sé que es así por el eco de sus pasos.
—Entiendo que no somos una pareja formal y me gusta que cuando estás conmigo te enfocas en mí y cuando estás en el trabajo te enfocas en el trabajo porque yo soy igual, pero las excusas que me estás dando son muy esquivas y…
—La situación es complicada, la muerte de mi hermana dejó varios cabos sueltos que debo resolver. Puedes decirme cuando estarás en Madrid y quizás pueda ir a verte. Por favor, deja de presionar que detesto eso y lo sabes. —exclamo con más rudeza de la que pretendía.
—Está bien, no voy a insistir, después de todo no sabía que tenías una hermana y me sorprendió descubrir que murió.
Claro que no sabía porque nunca toqué con ella el tema de mi familia. Hay cosas que prefiero compartirlas únicamente conmigo.
Tampoco he querido decirle sobre mi sobrina, no quiero que se involucre en mi vida más de lo que ya lo hace. Como dijo, no tenemos una relación formal y así estamos bien.
—Sí, a mí también. Buena suerte en el desfile de mañana y… Nos hablamos.
—Gracias. Te quiero.
Termino la llamada sin agregar nada más.
Maya y yo llevamos juntos casi seis meses, me dijo «te quiero» dos meses atrás luego de terminar una sesión de sexo, justo antes de recibir su orgasmo. No presté atención, lo tomé como una expresión del momento guiada por la pasión. Comencé a tenerlo en cuenta al momento que empezó a decirlo varias veces por mensaje y una vez más en persona. Yo no dije nada, sigo sin decirlo, ella no me reclama y todo está bien. Aun así, me incomoda un poco.
Siento mucha atracción por Maya, me gusta mucho y es una de las mujeres más simples con quien he salido. Se preocupa por su cuerpo, su imagen y su dieta, pero no necesita que la esté adulando a cada rato, por eso mismo la relación es fácil de llevar.
No he formalizado por miedo a que eso cambie, pues las mujeres tienden a dar un giro de ciento ochenta grados al momento de formalizar la relación y no quiero que suceda eso con Maya.
Mi amigo Cooper dice que estoy con Maya por comodidad. En caso de que sea así, ¿cuál es el problema? El amor está sobrevalorado, el amor sincero y fiel no existe. No conozco a una sola pareja que estén juntos tantos años y se sigan amando. Y la taza de divorcio cada vez es más grande.
Es mejor estar con alguien que te hace sentir bien, cómodo y evitar todos los conflictos y complicaciones de la relación, a que estar con alguien, amar a ese alguien y terminar desilusionado.
Los mejores matrimonios son de las parejas que están juntos por intereses en común, que no se aman, pero se llevan bien y cada quien hace su vida sexual por separado siempre manteniendo la discreción.
Guardo el teléfono en el bolsillo de mi pantalón y entro en la casa. La música proveniente de la cocina se escucha en toda la casa.
No ha sido fácil convivir con Anika, no puedo evitar sentirme atraído por ella, tampoco ha sido fácil mantenerme lejos de Emily con la culpa acompañándome y menos convivir con alguien del género femenino.
Estoy acostumbrado a mi departamento solitario y completamente ordenado de Londres o las habitaciones de hotel, no a una casa donde hay juguetes por todas partes, ropa interior en el baño y Anika hablando sin parar de Safira.
Me arrimo a la puerta de la cocina, Anika está bailando con una cuchara de madera en la mano que usa de micrófono, lleva el vestido rosa que le vi esta mañana, se ha recogido el cabello y le canta a Emily que la mira desde su silla con los ojos abiertos y riendo.
Podría sentir pena por mi sobrina si Anika cantara mal, y no es así, su voz es dulce y afinada.
—Hay que mover el bote, muévelo. —pega un salto haciendo reír a Emily y no puedo evitar reír también.
Ella se voltea con sorpresa tirando la jarra con la cuchara.
—Mierda. —exclama.
Me incorporo, agarro el trapo amarillo y comienzo a secar el piso evitando que el jugo se esparza. Menos mal que la jarra no era de vidrio.
La música se termina y segundos después se agacha frente a mí para secar el sector al que no llegué.
—Lo siento, no quise asustarte. Estabas muy concentrada y no quería interrumpir tu momento de estrella pop con la cuchara.
Ella ríe.
—Me gusta cocinar con música y a Emily le encanta.
—Ya lo noté.
Me encuentro con su mirada azul y no puedo evitar resaltar que Anika es muy bonita. Es chillona e insufrible, pero sus ojos azules se ven serenos y dulces, como si nada pudiera afectarla.