¿Novio? ¿De dónde salió este modelo barato?
La palabra rebotaba en mi cabeza como si fuese un eco persistente y molesto. Adeline lo miraba como quien trata de ensamblar un rompecabezas con piezas que no encajan, pero esa mirada, esa búsqueda, me arrancó algo en el pecho que me negaba a analizar demasiado. No era solo rabia; era algo más profundo, algo que no tenía intención de verbalizar.
¿Novio? ¿Qué clase de novio no tiene idea de que su pareja ha estado entre la vida y la muerte durante semanas? Si realmente fuera tan importante para ella, ¿cómo es que ni siquiera estuvo aquí cuando más lo necesitaba? Claro, su excusa de "estaba de viaje, sin cobertura" sonaba conveniente. Pero mi intuición, esa que mi hermana dice nunca falla, me decía que había algo raro en él. Algo que no cuadraba.
Adeline parecía desorientada, sus ojos iban de Ronan a mí y luego a su madre, como buscando respuestas en cualquiera que pudiera dárselas. Pero yo no iba a suavizar las cosas.
—¿Novio? —repetí, con una incredulidad deliberada y cargada de sarcasmo. La palabra salió de mi boca como un disparo, directo y certero.
Ronan alzó las manos, intentando proyectar paz, pero la sonrisa en su rostro me resultó insoportablemente calculada, como si estuviera tratando de controlar una situación que claramente no entendía.
—Sí, soy su novio. Ronan. Entiendo que esto pueda ser confuso, pero…
—Confuso no es la palabra que usaría. —Lo interrumpí, cruzando los brazos y manteniendo una postura tensa. Mis ojos no se apartaban de él. —Dime algo, Ronan, ¿qué clase de novio no sabe que su pareja estuvo en el hospital por semanas?
—Ya expliqué eso. —Trató de mantener la calma, pero el leve temblor en su mandíbula delataba que no estaba tan tranquilo como quería aparentar. —Estaba en un lugar sin cobertura, apenas ayer pude comunicarme.
—Conveniente. —Respondí rápidamente, mi tono cargado de escepticismo. —Muy conveniente.
Adeline me miró con una mezcla de incomodidad y algo que no logré identificar del todo. ¿Estaba molesta conmigo? ¿Agradecida porque no me había lanzado físicamente sobre Ronan? No lo sabía, pero tampoco me importaba mucho en ese momento.
—Aleksander… —comenzó, pero levanté una mano, deteniéndola.
—No, Adeline. —Mi tono se endureció. —Esto no se trata de mí o de él. Tengo que preocuparme por tu salud, y no me parece prudente que pases por emociones fuertes en este momento. Podría afectarte física y mentalmente.
Ronan intentó intervenir, pero lo miré con un gesto que claramente le decía que no era bienvenido.
—Entiendo que estés molesto… —empezó, con ese tono que pretendía sonar conciliador pero que solo me irritó más.
—¿Molesto? —solté una risa breve y amarga. —Molesto es poco. Adeline ha estado luchando por su vida, y tú, su "supuesto novio", apareces ahora, cuando la tormenta ya pasó.
—¡Ya basta! —La voz de Adeline rompió el aire, firme pero cansada. Se puso de pie, tambaleándose ligeramente antes de apoyarse en el borde de la cama. Su madre dio un paso hacia ella para sostenerla, pero Adeline la detuvo con un gesto suave. —Ronan, por favor. Esto no está ayudando, puedes salir.
La forma en que me miró, con ese destello de súplica y cansancio, apagó un poco el fuego en mi pecho. Pero no me hacía sentir mejor.
—Adeline… —intenté decir algo, pero ella negó con la cabeza.
Estaba agotada, y lo entendía. Pero mientras Ronan se quedaba ahí, intentando justificar su ausencia y su tardía aparición en su vida, no podía dejar de pensar que su llegada lo cambiaba todo.
Porque si Adeline le daba una oportunidad a este hombre, si lo dejaba entrar de nuevo en su vida, entonces probablemente nunca habría un lugar para mí en ella.
observaba cómo Ronan salía de la habitación, con su pose compuesta y sus excusas perfectamente empaquetadas. Adeline lo despidió con una sonrisa cansada, más de cortesía que de afecto, pero aun así, el peso de su decisión me aplastó. ¿Por qué no podía simplemente aceptar lo que todos parecían estar dispuestos a hacer? ¿Por qué no podía dejarlo pasar, asumir que él era "el novio" y seguir con mi vida?
Porque no podía. Porque cada fibra de mi ser gritaba que había algo más aquí, algo que no encajaba. Quizás eran celos, o ese instinto que nunca me había fallado. Pero la sola idea de ignorarlo, de dejarme llevar por la corriente, me parecía una traición a todo lo que sentía.
Adeline se sentó en el borde de la cama y soltó un suspiro, uno que parecía arrancarle el poco aliento que le quedaba. Su madre, preocupada, se acercó para ajustarle la almohada detrás de la espalda, pero yo no podía moverme. Mis pies estaban plantados en el suelo, mis manos cruzadas sobre el pecho, mi mente atrapada entre lo que debía hacer y lo que realmente quería.
—Aleksander… —su voz era apenas un murmullo. No estaba segura si me llamaba para explicarme algo, para disculparse, o para que simplemente la dejara en paz.
—No tienes que decir nada. —Mi respuesta salió más fría de lo que pretendía, pero no podía evitarlo. Mis emociones estaban demasiado a flor de piel como para fingir neutralidad. —Es tu vida. Si él es quien tú eliges, yo… no tengo nada que opinar.
—¿Él? —levantó la mirada, confundida. Sus ojos eran un reflejo de su agotamiento, pero también de algo más profundo. —Aleksander, ni siquiera sé quién soy ahora, mucho menos quién es él.
Esa confesión me tomó por sorpresa. Por un segundo, toda mi rabia y frustración se esfumaron, reemplazadas por una punzada de compasión que no quería sentir. Porque, al final del día, Adeline estaba tan perdida como yo.
Me acerqué a la ventana, buscando un punto fijo en el horizonte para calmarme. La ciudad seguía con su ritmo indiferente, ajena a los pequeños dramas que se desarrollaban dentro de estas paredes. Pero yo no podía ser indiferente. No cuando ella estaba en medio de esto.
—Hay algo importante que quiero que tengas en cuenta. —Me giré hacia ella, asegurándome de que mi voz transmitiera firmeza pero también comprensión. Hice una pausa breve, buscando las palabras correctas antes de continuar—. No estás obligada a tomar ninguna decisión en este momento, ni por él, ni por nadie más.Lo más importante ahora es que te enfoques en ti misma, en tu bienestar. Estás en un proceso de recuperación, y es normal que estos momentos te hagan sentir abrumada. No permitas que las circunstancias te presionen ni te hagan sentir que debes apresurarte. Si en algún momento decides hablar con él, te pediría que lo hagas cuando realmente te sientas lista, cuando te sientas en control de tus emociones y pensamientos. Sé que puede ser complicado, especialmente ahora haz recuperado la gran mitad de tus recuerdos, pero no tienes que enfrentarlo todo de golpe.Tómate el tiempo que necesites. Este proceso es tuyo, y no hay prisa. Lo que importa es que lo hagas a tu ritmo y de la manera que sea mejor para ti.