Quédate conmigo

Capítulo 12: Adeline

La luz tenue de las velas bailaba sobre la mesa, alargando sombras que parecían cobrar vida en las paredes del pequeño restaurante. Un aroma sutil a hierbas y vino llenaba el aire, pero mi mente estaba demasiado embotada para captar los detalles que normalmente me hipnotizarían. Frente a mí, Ronan sostenía su copa, sus ojos claros fijos en mí como si intentara descifrar un secreto oculto en mis gestos. No había dejado de mirarme así desde que apareció, inesperado, en mi puerta, insistiendo en esta cena.

El risotto en mi plato, perfecto en su presentación, permanecía casi intacto. No tenía hambre, y cada bocado se sentía como una tarea imposible.

—¿Todo bien? —preguntó Ronan, inclinándose hacia adelante, su voz calmada, pero con un tinte de insistencia. Era la misma serenidad que había notado antes, una máscara que no terminaba de encajar con él.

Asentí sin convicción, mis dedos jugando nerviosamente con el borde de la servilleta.

—Sí, solo estoy cansada —mentí, mi voz apenas un murmullo.

La verdad era mucho más compleja, un caos que se arremolinaba en mi cabeza desde la última conversación con Aleksander. El Dr. Jones. Las palabras resonaban una y otra vez, cada repetición llenándome de una inquietud imposible de ignorar. El nombre llevaba consigo una sombra, una que parecía alargarse sobre todo lo que creía saber sobre mi vida.

Ronan dejó su copa en la mesa con un gesto medido, como si deliberadamente intentara no romper el delicado equilibrio de la conversación.

—Desde que llegamos apenas has hablado —dijo, su tono suave pero cargado de una curiosidad que se sentía demasiado invasiva.

Mis ojos se encontraron con los suyos por un momento. Había algo en esa mirada que no lograba descifrar, un peso que me hacía sentir observada, como si él supiera más de lo que estaba dispuesto a decir.

—Lo siento, Ronan —dije finalmente, obligándome a sostener su mirada—. No ha sido un buen día.

—No tienes que disculparte, Adeline. —Su sonrisa apareció, esa sonrisa que parecía diseñada para calmarme, pero que ahora solo añadía a mi confusión—. Si necesitas hablar de algo, lo que sea, estoy aquí.

Sus palabras deberían haberme reconfortado, pero en lugar de eso, dejaron una sensación de vacío. Ronan era... bueno, en teoría. Amable, constante, paciente. Pero había algo en su presencia que no lograba calmarme, un desajuste que no podía explicar.

—No es nada importante —mentí nuevamente, tomando un sorbo de agua para llenar el silencio.

Ronan asintió, pero no desvió su mirada. Era como si estuviera esperando algo más, algo que no estaba dispuesto a dejar pasar.

El suave murmullo del restaurante se convirtió en un eco lejano mientras mi mente regresaba a Aleksander. Su voz, su intensidad, y sobre todo, las palabras que había dicho.

"¿Y si alguien realmente le pagó al Dr. Jones?"

La idea era un veneno lento, extendiéndose en cada rincón de mi mente. ¿Por qué alguien haría algo así? ¿Y por qué conmigo? Una conspiración parecía demasiado absurda, pero la lógica no tenía lugar en medio de este caos.

—Adeline.

La voz de Ronan me arrancó de mis pensamientos. Parpadeé, dándome cuenta de que había estado mirando fijamente mi plato, perdida en un abismo que él no podía ver.

—Lo siento —murmuré, sacudiendo la cabeza como si eso pudiera despejarla—. Estoy distraída.

Ronan se recostó en su silla, cruzando los brazos mientras me observaba con un interés que comenzaba a sentirse más como un escrutinio.

—Distraída o preocupada —repitió, sus palabras cargadas de algo más profundo.

—Tal vez un poco de ambas —admití, apartando el tenedor y rindiéndome a la tensión que me había seguido hasta aquí.

Él inclinó la cabeza, su expresión se suavizó, pero sus ojos permanecieron anclados en mí.

—Si hay algo que deba saber, puedes decírmelo. —Su voz tenía un matiz tranquilizador, pero detrás de ella había algo más. Algo que parecía querer presionarme, empujarme a decir lo que no estaba lista para compartir.

—Gracias, Ronan. Lo aprecio mucho. —Le dediqué una sonrisa breve, pero dentro de mí, la desconfianza crecía lentamente, como una sombra que se alargaba con cada minuto que pasaba.

Mientras él intentaba retomar la conversación, hablando de trivialidades para llenar el vacío, mi mente volvió a divagar. Ronan, con su paciencia, su presencia constante, y esa forma de aparecer siempre cuando menos lo esperaba, se sentía cada vez más... fuera de lugar.

¿Qué sabía realmente de él? ¿Qué sabía él de mí?

La noche estaba fría, y las estrellas parecían distantes, casi indiferentes al mundo terrenal. Ronan detuvo el auto frente a mi casa, iluminando tenuemente el jardín con los faros. Apenas lo reconocía, el lugar se sentía más ajeno ahora, como si algo en mí hubiera cambiado desde la última vez que crucé esa puerta.

Ronan apagó el motor y se giró hacia mí.

—Espero que la próxima vez sea mejor —dijo, su tono cálido, aunque algo en sus ojos parecía demasiado intenso, casi calculador.

—Gracias por la cena —respondí, forzando una sonrisa que no llegaba a mis ojos.

Cuando abrí la puerta del auto, él salió rápidamente y rodeó el vehículo para abrir la reja. Lo seguí, sintiendo su presencia demasiado cerca mientras caminábamos hacia la entrada de la casa.

—Buenas noches, Ronan —dije, deteniéndome frente a la puerta, intentando cortar cualquier oportunidad de prolongar el momento.

Él se inclinó hacia mí con una suavidad estudiada, buscando un beso en los labios. Pero giré ligeramente la cabeza, dejando que sus labios rozaran mi mejilla.

Un instante de incomodidad se coló entre nosotros. Entonces sentí su mano agarrar mi brazo, no con fuerza suficiente para hacer daño, pero sí lo bastante firme como para hacerme sentir atrapada. Mi mirada bajó instintivamente hacia el suelo, el peso de su mano demasiado presente.

—Adeline... —murmuró, su voz un susurro grave que hizo que mi piel se erizara.



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En el texto hay: decisiones, reencuentros, amor

Editado: 16.02.2025

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