Quédate conmigo

Capítulo 21: Aleksander

La noche transcurre en un silencio que se siente extraño, casi irreal. Hace apenas unas horas, la preocupación se extendía sobre mí como una sombra asfixiante. Descubrir que habían colocado cámaras en la habitación de Adeline hizo que mi sangre hirviera. La idea de que alguien estuvo observándola en su intimidad, de que algún enfermo consideró siquiera la posibilidad de acercarse más, me revuelve el estómago.

Debería sentirme aliviado de que esté en mi apartamento. De alguna forma, lo estoy. Pero no del todo. Porque aunque sé que esta noche nadie podrá tocarla, no puedo dejar de pensar en el perturbado que intentó meterse en su vida. En los días que la dejé en sus manos sin saberlo. Y en la rabia que me consume cada vez que me doy cuenta de ello.

Intento distraerme.

Frente a mí, la luz del escritorio proyecta sombras sobre las hojas del expediente que me enviaron hoy. Un paciente con un historial complicado. Lo leo en automático, deslizándome entre líneas y términos clínicos, pero mi mente se niega a colaborar.

Apenas cierro los ojos… y ella está ahí.

El recuerdo me golpea sin aviso.

El roce de sus manos en mis hombros. La forma en que sus dedos se aferraron a mí, como si necesitara algo en lo que sostenerse. Como si, por fin, estuviera eligiendo sostenerse en mí.

Su boca.

El primer contacto fue un choque de alientos y expectativas contenidas. No un beso inocente ni exploratorio. Fue urgente. Necesitado. Fue la respuesta silenciosa a todas las preguntas que jamás nos atrevimos a formular.

Mis labios aún sienten la presión de los suyos.

Exhalo con fuerza, pasando una mano por mi rostro, intentando disipar la sensación que me invade.

—Parece que no soy el único frustrado el día de hoy. Aunque debo admitir que es una novedad verte con esa cara. Normalmente eres un limón agrio.

Levanto la vista y me encuentro con Darek apoyado contra el marco de la puerta, los brazos cruzados y una sonrisa burlona en los labios.

—Debería empezar a cerrar la puerta con llave para evitar visitas inesperadas —le digo con sequedad, frotando mis sienes.

El rueda los ojos.

—Alek, vamos, soy diferente. No puedes pretender que yo respete esas normas aburridas tuyas. Además, necesito que me ayudes a aclarar mi mente.

—No soy psicólogo. Puedes ir con Chase, él estudió para eso.

—Sí, pero Chase no es mi mejor amigo. Y además, dudo que él tenga un drama de novela en su consultorio —su mirada chispea con diversión—. Porque no me comentastes que Adeline está viviendo contigo, me enteré por Alessia.

Aprieto la mandíbula.

—No es de tu incumbencia.

—Oh, por favor, Alek —se inclina hacia adelante con una sonrisa ladina—. Desde que entré, prácticamente se te ve la palabra amor escrita en la frente.

—Darek…

Darek resopló, cruzándose de brazos mientras seguía apoyado en el marco de la puerta con la confianza descarada de alguien que sabe que no será echado.

—Chase es un psicólogo con exceso de positividad, y yo no necesito que me lancen frases motivacionales que podría encontrar en un calendario barato. Necesito tu intelecto frío y calculador.

Lo miré con impaciencia, cerrando el expediente frente a mí.

—¿Por qué tengo la sensación de que esto va a ser una completa pérdida de mi tiempo?

Darek sonrió con esa expresión de satisfacción que siempre tenía cuando lograba molestarme. Se dejó caer en la silla frente a mí con un suspiro exagerado.

—A ver, gran mente analítica, dime algo. ¿Por qué las mujeres dicen una cosa cuando en realidad quieren decir otra?

Apoyé un codo en el escritorio y lo observé con una mezcla de incredulidad y cansancio.

—¿Me interrumpes solo para preguntarme eso?

Exhalé con impaciencia y me recliné en la silla.

Darek me miró fijamente durante unos segundos antes de sacudir la cabeza.

—Sabes, a veces olvido lo agotador que es hablar contigo.

—Gracias por recordármelo —respondí secamente, volviendo a abrir el expediente—. Ahora, si no tienes nada más que agregar…

Darek apoyó los codos en el escritorio, inclinándose hacia mí con una expresión de falsa confidencialidad.

—Entonces, ¿lo van a intentar de nuevo o qué?

Mi mandíbula se tensó.

—Estamos en proceso…

—No lo digo con mala intención —interrumpió—. Es solo que… no te veía así desde hace mucho. Y por "así" me refiero a verte como un humano funcional con emociones y todo. Casi conmovedor.

Solté un suspiro largo.

—No tiene sentido hablar de esto ahora.

—O sea, sí.

—No voy a discutir esto contigo.

—O sea, sí —repitió con satisfacción.

—Darek.

—Bien, bien, me voy —se levantó con un dramatismo innecesario, como si le estuviera haciendo un favor al mundo al retirarse—. Pero si necesitas consejos sobre mujeres, ya sabes dónde encontrarme.

Lo miré con incredulidad.

—Dudo que seas la mejor fuente de información en ese tema.

—¿Quién dice que no? Tengo una larga lista de experiencias.

—¿Experiencias exitosas?

Darek hizo una pausa antes de encogerse de hombros.

—Detalles.

—Si, "detalles", hablarás a lo que viniste o seguirás molestando con lo mismo?.

—Me rechazaron.

Darek suelta la confesión como si le costara admitirlo en voz alta. Lo miro con el ceño apenas fruncido. No es que me sorprenda—no sería la primera vez—pero su expresión indica que esta vez hay algo diferente.

—¿Y por qué esta vez es un problema? —pregunto con tranquilidad, recargándome en la silla.

Él resopla, fastidiado.

—No sé por qué te tengo de amigo, Aleksander. Eres la única persona capaz de hacer que un golpe emocional duela más con solo palabras.

Hace una pausa, me observa como si estuviera midiendo mi reacción y finalmente suelta:

—Fue Emily.

Por un momento, lo único que hago es parpadear. Luego, una risa burlona se me escapa sin poder evitarlo. Darek alza una ceja, claramente irritado.




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