La sala está iluminada tenuemente por la luz cálida de las lámparas, pero el ambiente dista mucho de ser acogedor. Adeline está sentada con los brazos cruzados, claramente agotada, pero su mente sigue alerta, absorbiendo cada palabra, cada movimiento. Daniel, por otro lado, está con su ordenador sobre la mesa, tecleando con una concentración casi enfermiza. Y Darek… bueno, Darek está apoyado contra la pared con su expresión de siempre: mezcla de diversión y peligro latente.
No es exactamente la compañía con la que esperaba pasar la noche, pero aquí estamos.
—¿Cuándo acabará esto? —pregunta Adeline, con el ceño fruncido.
Daniel ni siquiera levanta la vista de la pantalla.
—Hasta que encuentren al culpable… o hasta que alguien confiese.
—Ronan aún no ha dicho nada, según Fischer —intervengo, masajeando mis sienes—. Esto va para largo. Solo lo tenemos a él y, de momento, no ha soltado nada útil.
Daniel finalmente levanta la vista, pensativo.
—Puede que haya algo. Solo falta revisar los lugares donde estuvo en los días previos. No es tan fácil evadir cámaras.
Sin esperar respuesta, empieza a teclear con más intensidad.
Adeline se acerca detrás de él, apoyándose en el respaldo de la silla.
—No harás nada ilegal, ¿verdad?
Daniel ni siquiera se inmuta.
—Eres inocente, Ade. Lo que tienes que entender es que con este tipo de personas no se puede jugar legalmente. —Levanta la vista, mirándola con seriedad—. Su mundo no es justo, ni tiene reglas. Si queremos llegar a la verdad, tenemos que jugar en el mismo tablero. La diferencia es que nosotros no secuestramos ni matamos… a menos que…
Hace una pausa dramática, girando su cabeza lentamente hacia mí con una mirada especulativa.
—¿Qué estás tratando de decir, cuñado? —Le respondo a Daniel, escucho un bajo gruñido con la última palabra.
Darek suelta una carcajada baja, disfrutando demasiado la tensión en la sala.
—Que podríamos pedir un favor a un contacto mío en la policía. Si logramos entrar a donde tienen a Ronan, podríamos… —hace una pausa deliberada— administrarle algo que lo haga más… hablador.
Adeline abre los ojos como platos.
—¡¿Qué?! No. Definitivamente no. ¿Qué les sucede, par de locos? —nos señala con un dedo acusador—. Dicen que no se aguantan y piensan igual, y aquí están, sincronizados en sus ideas retorcidas. ¡Nadie va a inyectar a nadie!
Darek suspira teatralmente y se deja caer en el sofá.
—Al menos alguien habla mi idioma —comenta con una media sonrisa.
Daniel nos observa con una expresión de puro juicio moral, lo cual es irónico viniendo de él.
—No es la mejor manera de manejar la situación —admite—, pero sí es la más efectiva.
Adeline nos observa con una mezcla de incredulidad y fastidio, claramente cuestionando sus decisiones de vida que la llevaron a esta conversación.
—Voy a fingir que no escuché nada de esto.
Cruza los brazos y se hunde en el sillón con expresión hastiada.
Darek y yo intercambiamos una mirada de complicidad, pero antes de que podamos seguir con nuestro plan poco ortodoxo, Daniel chasquea los dedos.
—Aquí hay algo.
Nos giramos hacia la pantalla.
—¿Qué encontraste? —pregunto, inclinándome sobre su hombro.
—Ronan no estaba actuando solo. Hay registros de una llamada desde su celular a un número desconocido justo antes de su captura. Y la geolocalización lo ubica en un lugar que no tenía razón para visitar.
Adeline se endereza, su expresión endureciéndose.
—¿Dónde?
Daniel amplía la imagen en la pantalla y nos muestra un punto en el mapa.
—Un edificio en las afueras de la ciudad.
Darek silba.
—Eso huele a problema.
Lo que no decimos en voz alta, pero todos sabemos, es que probablemente acabemos metidos hasta el cuello en él.
—Es un edificio de oficinas en las afueras de la ciudad —dice Daniel, ampliando la imagen—. Según los registros, Ronan estuvo allí un poco antes de que lo capturaran.
Adeline frunce el ceño.
—¿Y qué hay ahí?
Daniel mueve el ratón con rapidez.
—La empresa registrada es una firma de consultoría… pero dudo que realmente se dediquen a eso. Hay demasiados vacíos en la información fiscal y poca actividad reportada.
Darek sonríe de lado.
—¿Crees que es una tapadera?
—No lo creo —dice Daniel, con un brillo astuto en los ojos—. Lo sé.
Me cruzo de brazos, observando la pantalla.
—Si Ronan tenía un contacto ahí, es posible que esa sea nuestra mejor pista.
Adeline nos mira con seriedad, pero también con algo que reconozco muy bien: determinación.
—Si ese lugar está conectado con Ronan, entonces tenemos que averiguar qué sucede ahí dentro.
Darek levanta las manos con diversión fingida.
—Y aquí es donde seguramente dirán: "Vamos a hacer una visita discreta, pasar desapercibidos, entrar, ver y salir". —Nos mira a Daniel y a mí con expresión burlona—. Lo que en su idioma significa: “Metámonos en el nido de serpientes y veamos qué tan rápido nos muerden”.
Adeline le lanza una mirada afilada.
—No es que tenga muchas opciones, ¿verdad?
Antes de que podamos discutir más, mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo saco y miro la pantalla.
Número desconocido.
Eso no me gusta.
Lanzo una mirada rápida a los demás antes de deslizar para responder.
—¿Quién es?
Un ligero zumbido de estática y luego, una voz baja y tranquila:
—No eres fácil de encontrar, Aleksander.
Me tenso de inmediato.
—Depende de quién busque.
Un ligero susurro de risa al otro lado de la línea.
—Digamos que tenemos un interés en común. Y creo que deberíamos hablar.
Me alejo un poco del grupo, caminando hasta la ventana mientras mi mandíbula se endurece.
—No suelo aceptar invitaciones sin contexto.
—Oh, creo que este contexto te interesará —dice la voz, con la certeza de alguien que sabe que tiene una carta ganadora—. Ronan pudo haber caído, pero las piezas en el tablero aún se están moviendo. Si realmente quieres saber lo que está pasando, te sugiero que vengas al lugar que él visitó por última vez.