Sofía
Aaron me suelta como si quemara luego de mi pregunta, él se aleja unos pasos de mí, sé que debería estar curando y vendando su herida, pero ahora mismo tengo mucho miedo, vine hasta aquí porque quería que mis hijos estuvieran bien y no en peligro, Ángel me dijo que su padre ya había dejado los negocios y le creí, pero ahora tiene una herida de ese tipo en su abdomen, está pálido y es claro que no ha ido a un hospital a atenderse. Él se sienta en la cama, parece frustrado y quiero acercarme, solo que mi necesidad de alejarme del peligro me lo impide, además, la sensación de que le conozco aún sigue presente en mí.
—¿Cómo sabes que es una herida de bala? —él sigue sentado, se ve que le duele y ¿solo pregunta eso?
—He visto muchas heridas parecidas —su mirada cae sobre mí
—No estoy en negocios sucios Sofía, fui a Italia a resolver unos problemas, pero antes hice cosas malas, pasó esto, supongo que algún enemigo
—Italia —susurro mirándole fijamente —Ángel y yo acabamos de llegar de ahí y usted
—No debí ir, en el pasado hice muchos malos negocios ahí —sigue mirándome como si quisiera decir algo que no debe —te prometo que ya no tengo nada que ver con eso —doy un paso hacia él.
—Ángel
—No quiero que sepa nada de esto, creerá que aún sigo en esos negocios y no quiero que mi hijo me odie Sofía, no quiero que él ni tú se vayan de esta casa.
—Curaré tu herida —digo sin poder apartar la mirada, sabiendo que no puedo confiar en él —pero quiero que se mantenga lejos de mis hijos —veo el desconcierto en sus ojos —sé que es su casa, pero mi deber es protegerlos —le doy la espalda para ir a por el botiquín
—No soy el monstruo que Ángel pinta —sus palabras detienen mis pasos —no entré a esa vida porque quise y si, su madre murió por culpa de esos negocios ilegales, pero no es la santa que mi hijo cree que es, sus manos estaban tan sucias como las mías —respiro hondo y cierro mis ojos —No te haré daño —escucho la frase y abro los ojos recordando la noche que pasé con ese hombre en ese club, esa noche me dijo esa misma frase, parece la misma voz, todo en él me recuerda a... niego con la cabeza y rápido me alejo de él, estas cosas no ocurren en mi mundo, nunca he tenido tanta suerte, cuando supe que estaba embarazada también supe que nunca más volvería a ver a ese hombre, el mundo no es tan pequeño como algunos dicen.
Camino por la casa hasta llegar a la habitación, entro a esta dando un suspiro sin dejar de pensar en Aaron, pero al escuchar la voz de Ángel me quedo quieta, este al parecer está en el baño hablando por teléfono y con cuidado me acerco.
—Te dije que mi padre estaría en Italia por una razón maldición —dice bastante enojado —por dios, solo tenías que hacer una cosa, pero —la puerta se abre y retrocedo, Ángel calla sus palabras mirando mis ojos y lentamente baja su teléfono —Sofía —dice mi nombre y sé que no debí quedarme a escuchar.
—¿Con quién hablabas?
—Nada importante —él se aleja de mí
—Hablabas de tu padre, de que estaría en Italia —lo veo servirse un trago —¿Ángel con quien hablabas? —me mira y entonces sonríe
—Con la novia de mi padre —mi ceño se frunce un poco —y su socia, están algo distanciados, solo le dije donde estaría mi padre para que fuera a buscarlo —sigo mirando sus ojos
—¿tu padre te dijo que iría a Italia? —Ángel se acerca a mí
—Por supuesto Sofía —sonríe llevando una mano a mi rostro y ahora sé que miente —no hagas tantas preguntas amor, me duele la cabeza —él deja un beso en mi boca —saldré un rato, no me esperes para la cena —Ángel se aleja y sale de la habitación sin más dejándome con demasiadas dudas.
—¿Mamá vamos a vivir ahora aquí? —miro a Caleb sonriendo
—Por un tiempo quizás corazón —acaricio su mejilla con mi mano
—¿Por qué tuvimos que mudarnos? —sigo mirando sus ojos sin poder responder esa pregunta, no a un niño de cinco años, respiro hondo, no puedo decirle que estábamos en peligro.
—¿No les gusta la nueva casa? —miro a Crystal que no me está mirando, solo peina a una de sus muñecas, pero sé que ella me presta atención
—Es bonita —dice mi niña hermosa y sonrío un poco, miro a Caleb cuando no dice nada
—¿Qué pasa Caleb?
—¿No podemos vivir solos en una casa? —mi hijo mira mis ojos
—¿Sucedió algo que yo no sé? —le miro interesada —¿alguien los ha tratado mal? —él niega con la cabeza, luego suspira
—Le di a Aaron con un balón, parecía furioso —sonrío con sus palabras —pero me pidió disculpas —el pequeño me mira —Aaron me cae bien mamá
—¿Y a ti Crystal? —ella solo se encoge de hombros sin mirarme —les buscaré algo de comer —digo poniéndome de pie, Caleb asiente —no se muevan de aquí —me alejo de ellos sin dejar de mirarlos y salgo del salón, camino hacia la cocina no queriendo encontrarme con Aaron y soy feliz cuando no lo hago, preparo par de jugos y entonces voy de vuelta al salón, no he tardado mucho, casi nada por decirlo de alguna forma, pero al llegar al salón no hay rastros de los gemelos, camino por el lugar mirando todo y dejo los jugos sobre una mesa.
—¿Caleb? —llamo a este, pero no responde —¡Caleb!
—Mamá —volteo cuando lo escucho y dejo salir el aire que retenía —buscaba mi balón para jugar fuera —me muestra este
—¿Dónde está tu hermana? —él mira hacia todos lados
—La dejé acá mismo, le dije que no se moviera —sus palabras vuelven a preocuparme y sin dejar de llamarla salgo del salón, pregunto a cada empleado que veo, pero nadie ha visto a la pequeña, es imposible que se haya perdido, aunque la casa es enorme.
—¡Crystal! —grito su nombre ya desesperada saliendo al jardín, solo que fuera tampoco se ve y vuelvo a entrar a la casa, camino como una desquiciada por esta entrando a cada habitación que veo, abriendo cada puerta, pero no encuentro nada, ella no responde a mis llamados y estoy a punto de sufrir un infarto, esto nunca antes me había pasado, sin dejar de decir su nombre camino por un largo pasillo hasta que encuentro una puerta y abro esta de golpe, lo que veo al hacerlo me deja sin habla y acelera mi corazón al máximo.