Sofía
Congelada en mi sitio miro los ojos de Ángel mientras este se acerca, no nací para mentir, ahora mismo mi mente está en blanco, ni siquiera puedo pensar una mentira y ahora entiendo que solo salí de mi país para entrar a la cueva del lobo, podría decirle la verdad, pero eso sería peor para Ángel, además, ¿qué verdad? ¿Que me gusta su padre? ¿Que tengo ganas de que este me toque siempre que me mira o que es el padre de mis hijos? La verdad es muy dolorosa y aunque Ángel no merece lo que hago, siento que hablando solo le haría peor.
—Sofía —dice mi nombre apretando sus dientes y ya sé que está molesto
—Ángel yo
—Iba a buscar para curarme —volteo rápido cuando la puerta es abierta, mis ojos se abren en demasía al ver la mano de Aaron, al parecer tiene una fea y enorme cortada.
—¿Qué sucedió papá? —Ángel se acerca a él, yo debo alejarme unos pasos y la culpa me atormenta al ver que está preocupado por su padre, ese mismo que quería hacerme suya sobre su escritorio
—Estaba bebiendo —Aaron ríe —bebí demasiado y dejé caer la botella al suelo, me corté, Sofía escuchó el estruendo en la cocina y vino rápido, iba en busca de lo necesario para vendar esto —Ángel me mira
—Sé rápida Sofía, vamos —asiento rápido y literalmente salgo corriendo con el corazón a mil, ¿cómo es que Aaron puede mentir tan fácil sin ponerse nervioso por nada? Voy al despacho con rapidez con todo lo necesario y me detengo en la puerta, Aaron está sentado y Ángel a su lado sosteniendo su mano, mi corazón se encoge viendo la imagen, ¿y si soy lo único que impide ahora que ambos se reconcilien? Voy hacia ellos y me siento frente a Aaron.
—Creo que necesitarás puntos —digo al tomar su mano y comienzo a limpiar la herida, ¿se hizo esto sin querer o solo para inventar una mentira?
—Odio los hospitales —ríe, mi mirada va hacia la suya, es intensa y brillosa, se nota que ha bebido bastante, aunque también está cargada de algo más, algo que se que no es bueno para nadie, ¿acaso no le importa que su hijo esté a su lado? Bajo la mirada a su mano
—Papá ve al hospital
—Estoy bien hijo —una de sus manos va a su hombro y aprieto mis dientes, cínico, cínico, cínico, mi mente grita y con molestia comienzo a limpiar su herida, Aaron se queja —por Dios Sofía —lo miro
—Debe estar bien limpia —comienzo a vendar su mano haciendo bastante fuerza, Aaron tensa su mandíbula pero no se queja
—¿Hijo me buscas agua? —me tenso, Ángel es rápido en salir del despacho.
—Sofía —Aaron susurra, lo ignoro pero él agarra mis manos y me acerca más a él, quedo casi rozando sus labios, pero él va a mi oído —me duele y lo sabes
—Lo mereces —también susurro, él sonríe, su aliento choca contra mi oído y debo cerrar los ojos
—Los celos no te hacen bien —sin poder aguantar más me alejo de él, Aaron solo ríe como si fuera un juego y camino hacia la puerta, salgo de ese despacho con la cabeza al explotarme, infeliz.
Escucho el sonido del piano y me acerco a la puerta entreabierta, Amanda está sentada tocando mientras sonríe, mi pequeña está algo alejada de ella mirando sus manos mientras mueve estas intranquila, respiro hondo y me acerco a ella, Amanda me mira, pero sigue en lo suyo y yo me siento al lado de mi hija.
—Me encantaría escucharte tocar —murmuro llevando una mano a las suyas y detengo sus movimientos, ella sigue sin mirarme —sé que quieres hacerlo
—No te gusta Amanda —sonrío con sus palabras, claro, me escuchó discutir con Aaron en ese desayuno —no te gusta que toque, no te gusta el piano, no te gusta
—Que dejes de hacer lo que quieres por tu madre que está loca por decir esas cosas, eso no me gusta —su cabeza se levanta y me mira, le sonrío —estaba enfadada —sigo hablando bajo escuchando la música —pero me gusta el piano y me gusta que lo toques mi amor —una pequeña sonrisa aparece en su boca, Crystal se levanta y sin decir nada va hacia el piano, mi sonrisa aumenta cuando sus manos comienzan a moverse por este, ya Amanda ha dejado de tocar y sus sorprendidos ojos me dice que mi hija lo hace todo perfecto.
—La verdad que tiene potencial —miro a Ángel, evito mirar a Aaron que está a su lado y vuelvo la mirada al piano.
—Mucho talento —se escucha un orgulloso Aaron —ella es perfecta
—¿Hablas de la pequeña o de Amanda papá? —Ángel ríe, ¿por qué demonios están aquí? Siento que su conversación arruinará mi día.
—Ambas —la respuesta de Aaron me hace rodar los ojos
—¿Qué pasa con Madison, padre?
—Ya no estoy con ella —responde simple —desde esa cena que tuvimos juntos, hijo
—Papá discúlpame
—No te preocupes, es lo mejor —Aaron ríe
—¿Lo dices por Amanda? Se que está en tu habitación, papá, ¿estás con ella? —me tenso cuando no escucho su respuesta
—Es la mujer que todo hombre quiere —sus palabras hacen que la música ya hasta me moleste y mis ojos arden por las malditas lágrimas que quieren salir, maldito infeliz.
Escuchar a mi hija jugar fue tan hermoso como ver a Caleb jugar fútbol con su padre, sé que mis hijos necesitaban eso y he sido una estúpida por no verlo al principio, la noche ya ha caído, mis pequeños se han quedado dormidos demasiado rápido y camino hacia la habitación, le dije a Ángel que iría luego a la biblioteca, pero lo que menos quiero ahora es ver a su padre, sin hacer ruido abro la puerta y entro a la habitación, puedo escuchar a Ángel hablando y doy unos pasos lentos hacia él.
—Lo sé, lo sé maldita sea —masculla y ahora sé que habla por teléfono, me detengo sabiendo que debería irme —sé por qué estoy aquí, no te preocupes, no pienso cometer el mismo error que en Italia —hace silencio —ya lo sé, no debí intentar hacerle eso a mi padre, me ganaron las ganas —llevo una mano a mi boca al escucharlo, no puede ser —seguiré el plan a partir de ahora, le quitaremos todo, antes debo descubrir donde el maldito guarda todo su dinero —empiezo a retroceder mientras él sigue hablando, mi cabeza duele, mi pecho se oprime y siento que el aire me falta, ¿he estado tan equivocada? Al darme la vuelta choco con un jarrón, pero con rapidez logro que no caiga al suelo, aun así mi corazón late con prisa, con miedo y más cuando siento las grandes manos en mis hombros.