Querencia

Capítulo 1

Aún recuerdo el día en que la vi entrar por aquella puerta estrecha de metal. Era la mujer más hermosa que había visto en toda mi vida. Una joven con piel clara, ojos oscuros, cabello corto y lacio. Sus rasgos eran finos y tenía una presencia que te llenaba de paz.

Al entrar, miró alrededor y observó todo aquello que a mí me parecía asqueroso, pero ella esbozó una sonrisa tan bella y grande sin importarle nada de aquel sucio lugar.  Esa hermosa sonrisa denotaba luz.

Ella observaba todo a su paso con interés a algo.  Yo me mantenía oculto a su presencia, pero le seguía de cerca, iba perspicazmente detrás de ella, pues quería que me mirara y viera que existía a pesar de mi miedo y vergüenza.

Al parecer ese pensamiento penetró en su mente, pues con el paso de algunos minutos se dio cuenta, volteó y me sonrió tan dulcemente.  No fui capaz de saludarla, estaba tan nervioso que sólo me quedé inmóvil mirándola. Me desprecié en ese momento pues no era capaz ni de decir un "hola".

En un instante pareció que ella me iba a decir algo, vi sus labios entre abrirse dando un paso hacia adelante, pero alguien la llamó por detrás, volteó y caminó hacia aquella persona que en ese momento odié por su desfachatez a robarme a aquel hermoso ángel. Sólo me quedé observando los pasos y su silueta que cada vez más se alejaban de mí.

No logré verla en un tiempo, sabía que ella no era de ese mundo hostil de donde yo provenía.  Sin embargo, cada vez que la recordaba, sonreía tanto y la imaginaba una y otra vez, no podía creer que entre tantas personas y chicos que se encontraban ahí, se fijaría en mí; sé que en parte fui yo por andarla siguiendo, pero aun así, ella había posado su vista en mí y me había dirigido una dulce sonrisa.

 

Todas las tardes salía a la calle y esperaba sentado en una banca para observar a las personas, con la esperanza de que algunas de ellas fuera precisamente aquel ángel con figura de mortal.

Pasó tiempo para que la volviera a ver de nuevo.

Un jueves en la tarde la vi sentada en la misma banca donde yo siempre me sentaba a esperarla en secreto, no podía creer el hecho de que ella estuviese ahí. Llevaba unos jeans oscuros y una camisa de cuadros color rojo, su cabello estaba suelto y liso, se veía tan bella.

No sabía qué hacer; me llené de nervios y mi cuerpo no respondía; sabía que quería hablarle, saludarla y conversar, pero, mi flácido cuerpo no respondía; lo único que hice fue esperar escondido detrás de un árbol, la observé durante casi diez minutos.

Ella miraba muchos papeles, su mirada pasaba con detenimiento en papel tras papel, debían ser importantes puesto que no apartaba la vista de ellos, a veces fruncía el ceño enojándose o poniéndose seria, sonreía, se ponía nerviosa y repetía los gestos una y otra vez.

Así tardé ese rato solo mirando y apreciando esos gestos de estrés y ánimo tan dulces. 

Después de un rato ella poco a poco empezó a guardar los papeles dentro de su bolso, sabía que tenía que hacer algo, no podía permitir que se marchara otra vez, qué tal si no la volvía a ver en mucho tiempo o peor, nunca volvería a verla; había anhelado tanto encontrarla y tenía la oportunidad que tanto había esperado, justo ahí estaba ella y de seguro dentro de poco se iría de aquella banca de mármol.

Lo único que pude pensar fue en algo estúpido: comprarme un helado. El señor se encontraba cerca y con ese pretexto irracional podría acercarme.

Me lo compré y empecé a caminar, los nervios estaban ahí y no me soltaban, con cada paso, mi corazón latía más y más rápido, quería irme a esconder otra vez, pero sabía que tenía que ser valiente y hablarle, no podía huir, tenía que hacerlo.

Llegué a sentarme en la esquina contraria de la banca en silencio.

Ella ya había acabado de guardar los papeles y ahora se había puesto a mirar un celular color negro. Al parecer escribía algo, pues lograba ver de rabillo los pulgares de su mano moverse entre la pantalla del teléfono.

Quería conversar con ella, pero... ¿Cómo?

¿Cómo podía empezar una conversación sin que sintiera que la acosara?

En el momento de que estaba decidido a decirle un hola y decirle que el día estaba muy bonito, algo blanco verdoso cayó en mí helado y después en mí cara, fue asqueroso, un pájaro había dejado en mí algo no agradable.

- ¡No puede ser!

Grité en voz alta tirando el helado por la rabia que me había provocado. Ahora, ¿Cómo le iba a decir algo en ese estado?

No sabía qué hacer, pero entonces empecé a escuchar una risa, una risa tan agradable y hermosa, ella se estaba riendo de mí, de la desgracia que me había hecho la naturaleza.

Me la quedé mirando cómo se reía tan despreocupadamente, sacó un pedazo de papel higiénico de su bolso y me lo dio.

- Ten, límpiate. - Me lo dijo entre carcajadas

- Gracias- Empecé a limpiar mi cara con mucho asco.

Ella se me acercó y con otro pedazo de papel me empezó a limpiar el cabello.

- Tendrás que bañarte muy bien para que el olor desaparezca. -  Me dijo.

- Sí, ya lo creo. – forcé una sonrisa mientras pasaba el papel con delicadeza para no embarrarme más.



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En el texto hay: celos, soledad tristeza y amor

Editado: 21.12.2019

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