Estaba ardiendo en fuego. Su vida se había ido para siempre. Su respiración se había agotado. No lo soportaba. Una espada tremendamente afilada me atravesaba por cada rincón de mi cuerpo y descendía al profundo del mar ahogándome más y más.
¿Por qué un idiota había arruinado la vida de tantas personas? ¿Por qué no pudo esperarse otros minutos más? ¿Por qué había ocurrido ese accidente? ¿Por qué me la había arrebatado? ¿Por qué cuando creí que podría estar más tiempo a su lado pasó eso? Habíamos luchado tan fuerte para pasar más tiempo juntos y entonces pasa algo como eso. ¿Por qué? ¡Maldita sea! Quería morirme en verdad. Mi corazón y cada rincón de mi cuerpo ardían en llamas artificiales.
Las piernas no me funcionaban. Permanecía llorando con la cabeza inclinada hacia el suelo. Mis gritos y dolor ponían en desesperación a los demás. La abuela desconsolada llegó a mí y permanecimos abrazados hasta que la ambulancia me obligó a subirme.
No la pude salvar. No pude salvar a la persona que me salvó de aquel infierno de orfanato. ¿Por qué tuve que ser tan débil y lento? ¿Por qué mi cuerpo no me funcionó? ¿Por qué tuvo que pasar algo así? ¡Maldita sea, como detesto esta mierda! ¡Ella no se merecía tener semejante muerte! ¡Ella no lo merecía! Ella… realmente no merecía una muerte tan espantosa. Tenía que haber vivido más tiempo a mi lado. Tenía que estar conmigo. ¿Por qué me la quitaron antes de tiempo? Ya de por sí era doloroso saber que nos dejaría por esa estúpida enfermedad, y ahora, un accidente nos la había arrebatado en segundos. Si tan solo pudiera regresar el tiempo. Si tan solo pudiera volver. Pero nada, mi cabeza se hunde en remordimientos. Es imposible regresar el tiempo.
Pensé que había sufrido al estar en ese orfanato, pero ahora es cuando descubro que el dolor de mi infancia no es significante con perder a la persona que más amas. Perder a la única persona que te hace no estar solo en este mundo es conocer el verdadero dolor, ese es el verdadero sufrimiento.
Siempre había crecido solo en aquel orfanato. Las personas siempre nos trataban mal. Solo eran una careta. Una simple hipocresía. Decían que éramos el mejor orfanato donde se apreciaban a los niños, se les enseñaba talleres para desarrollar talentos, etc., etc. Solo una mierda de mentira.
Desde que tengo memoria las personas me recordaban a cada instante que mis padres me habían abandonado. Que nadie me quería en este mundo. Solo un simple estorbo. Me golpeaban, me daban de comer gusanos y tierra, azotes y abusos sexuales. Me encerraban y me obligaban a hacer trabajos que se supone ellos tenían que hacerlo. Todos los niños éramos tratados casi de la misma forma. Una tortura. Un infierno.
Hasta que llegó un nuevo director y cambió poco a poco todo. Sin embargo, las cicatrices y los recuerdos nadie nos los quita. Si no hubiera sido por mis dos amigos que me protegían yo no podría haber salido vivo de aquel lugar y tal vez…tal vez me hubiera muerto como ellos. Los enterraron como perros sin hogar. Les juré que siempre les llevaría flores y nunca los olvidaría. Siempre intentamos escaparnos, pero no podíamos y nuestro deseo fue el que los llevó a un triste final.
Gracias al nuevo director es como cambió el orfanato. Reglas severamente malas y estrictas se cancelaron. Los castigos y los abusos terminaron. Empezó a ver buenas comidas, más adopciones y la educación se hizo presente. Me dolía tanto mi corazón por el hecho de que mis amigos ya no pudieron disfrutar el nuevo cambio. El deseo que siempre tuvimos se había hecho más o menos real. Un lugar donde en verdad nos trataran bien. Solo pasó un año de su muerte para que todo cambiara.
Yo tenía tantas ansias de que alguien me sacara de aquel lugar, pero, como ya tenía diez años nadie me quería. Los nuevos no habían sufrido tanto y ya se los estaban llevando. Me alegraba por ellos. Sin en cambio muchos de los que estaban atrás de mi murieron por las condiciones que nos tenían. Yo quedaba entre los más grandes. Sabía que al menos ya no sufriría tantos abusos, pero ahora, estaba completamente solo.
No sé qué me pasó cuando la vi. Mi corazón se llenó de felicidad. Se veía tan feliz y encantadora. Quería que me adoptara, aunque en el fondo sabía que ella deseaba a alguien más pequeño. E inclusive tal vez a una niña. Ya me había resignado a que nadie me quisiera. Me sentía como el cachorro más feo de la manada al que nadie quiere. Era consciente de mi realidad.
La seguí para ver a quien se llevaría y le daría una vida realmente buena, hasta que ella me miró y me sonrió. En ese instante pude volver a sonreír de nuevo. Mi anhelo era volverla a ver y por un instante pensé que tal vez yo también podría tener una familia. Tal vez mi vida podría cambiar.
Con los trabajos que le hacía al director recibía algunos centavos y el privilegio de poder salir a la calle con la condición de no hacer nada malo y volver a regresar. Gracias a su apoyo es como pude volverla a encontrar. Y desde aquella vez nos pudimos conocer.
No sé si contarle algo de mi vida influyó para que me adoptara. No lo sé. Pero siempre estaré agradecido. Supo ser una excelente madre. Me dio todo lo que yo no había tenido. En tres años me dio un sentido para vivir, me dio familia y me enseñó tantas cosas que desconocía. Al principio no podía entender el enojo de su madre, los celos de su exesposo o la amabilidad de ella y sus amigas.
Sé que ella también sufrió a lo largo de su vida. Su padre murió. Su madre la quería mucho, pero al conocer al tipo se enamoró y abandonó a su madre. Ellos eran felices. El tipo le ofrecía una vida buena. Era tres años mayor y además contaba con una carrera y trabajo estable. Sin embargo, deseaban ser padres y al enterarse de que ella nunca podría ser mamá los devastó profundamente. El tipo la dejó y ella se sintió tan inútil y miserable, hasta que pasados los años ella decidió adoptar. Su anhelo de ser mamá era tan grande. Me dijo que yo era alguien muy especial y que estaba dispuesta a quererme como si me hubiera tenido desde su vientre.