Querida Gaby

1. 100 años de soledad.

Muchos años después, frente al altar de artificio donde celebraba su suntuosa boda, Delia Margarita recordaría la remota tarde en que su prima Berenice, la hija del tío Saúl, el millonario, regresó de Estados Unidos hecha una flamante cardióloga, especialista en cirugía mayor.

En aquel entonces Delia Margarita estaba aún en bachillerato, pero le humilló profundamente ver cómo sus 7 tíos y sus 3 tías se volcaron deshonrosamente a rendirle pleitesía a la nueva suma sacerdotisa, destinada ahora, sin sombra de dudas, a convertirse en la próxima millonaria de la familia por derecho propio. Delia Margarita tenía que ver, sin pestañear, la inmensa radiación que emanaba el aura de su gloriosa prima, y debía desde ahora luchar muy duro para no quedársele atrás.

La familia de Delia Margarita ha vivido esclavizada a un esquema de auto superación que reza en su biblia, que las circunstancias no importan. Si fracasas, la culpa es solo tuya. Debes superar todos los obstáculos para lograr tus metas, y tus metas son, a partir de ahora, ser como Berenice.

A Delia Margarita ni siquiera le pasó por la cabeza que cada cabeza es un mundo, y permitió mansamente que le invadieran el suyo, para dejarse meter en esa cabecita impresionable que ahora debía dedicar su vida a acrecentar el honor de la familia siendo como Berenice, ese saco de codicia y vanidad insaciable que solo se alimenta de pura envidia ajena.

Delia Margarita, como buena hija que ha de ser, cristianamente obligada por el 5to mandamiento, debía hacer suya esa meta sin aspirar a los avatares de la rebeldía, so pena que pierda el apoyo de su familia, único escalón del que dispone para salir de la miseria.

Por lo que habría de volcar su lucha, desde entonces, a combatir el conformismo y la mediocridad. Jamás contentarse con menos de lo mejor que la vida le puede ofrecer.

Solo que, a Delia Margarita, su propia familia no se la estaba poniendo tan “fácil” como se la pusieron a Berenice, a la que nunca le faltó nada de lo que el dinero pudiera comprar.

Siendo Delia la única hija de su madre soltera, que se embarazó de un rico empresario casado que nunca ha visto por ella, y que a regañadientes ha pasado uno que otro centavo para su manutención, de seguro no cuenta con él para nada. Él no está entre los que la ayudarán a superarse.

Las condiciones de Delia no se parecían en nada a las de Berenice. Tendría que luchar realmente duro porque, a los ojos de su recalcitrante familia, si fracasa, será solo culpa suya, y jamás ocupará el sitial que ahora detenta su refulgente prima.

No. El asunto para Delia no estaba nada fácil.




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