Querida Gaby

4. El novio robado.

Ese timbre la tomó tan por sorpresa, que el chirriante sobresalto de Delia hizo que se le cayera el diario al piso.

Azorada, temiendo ser descubierta, Delia incurrió en todas las torpezas que puede incurrir una novata nerviosa que está cometiendo su primer delito, y tras muchos tropiezos y caídas, logró por fin meter el diario en su escondite en el armario, mientras el timbre, con insistencia, no paraba de chillar como un energúmeno.

“¿Quién tiene tanta prisa?”

A pesar de que Delia estaba en la esquina más remota su casa, y entre ella y la puerta estaban pernoctando otras 4 personas más, por cosas del destino, ninguna fue a atender la puerta, a pesar de que, quien fuese que estuviera llamando, amenazaba con tumbarla a fuerza de timbrazos.

Nada de eso le sorprendió a Delia. Solo la decepcionó, y mucho, pues esta es la historia de su vida; todas las tareas serviles se las dejan a ella. No tiene ni que preguntar, solo obedecer. Y sumisa, obedeció. Cruzó la casa entera, atravesando entre su mamá y sus hurañas tías, que no podían interrumpir su conversación, pues estaban hablando de dinero, y Delia pasó por entre todo eso, solo para ir a atender la puerta.

Lo que sí la tomó por sorpresa, fue que la visita la estaba buscando era precisamente a ella. Se trataba de Niurka, su amiga del piso 6, quien vino a hacer algo de tiempo, mientras fraguaba una travesura. Por no ser descubierta fue que ella tenía tanta prisa.

Se trajo a su amigo, un muchacho agradable llamado Marlon, con quien se la veía mucho desde hacía un par de meses. Andaban inseparables, pero claramente eso sería hasta hoy. Porque desde que Niurka le vio la pinta a Delia, descalza, desarreglada, casi desnuda, con esa franelita en harapos y ese short enano que resaltaba sus infinitas piernas, Niurka se arrepintió de haber venido.

Delia estaba aún más sorprendida que Niurka, pues no suele dejarse ver en semejantes fachas ni muerta, nunca, y menos por un hombre. Cuando Delia fue a atender la puerta, lo hizo fue esperando encontrarse con una cualquiera de esas viejonas que visitan a sus amargadas tías. No esto.

Los ojos que puso Marlon apenas la vio, lo dijeron todo. Se notó que él había crecido como todo un niño bueno en un ambiente conservador, pues sus hormonas entraron en ebullición cuando vieron tanta carne tersa de apariencia suave y aterciopelada.

Niurka no perdió el tiempo. Agarró a Delia de la mano y se la llevó al área del lavadero, dejando a Marlon a solas esperando en la sala, mientras le explicaba a Delia el motivo de su visita.

Resultaba ser que el verdadero interés amoroso de Niurka era Eduardo, el del piso 8. Marlon era solo un foco infeccioso para causarle celos, a pesar de que a Niurka no le constaba que a Eduardo le interesara ella, y menos hasta el punto de reaccionar tan celoso como ella tanto lo esperaba.

Pero es que todos sus planes se basaban en sus sentimientos de niña enamorada. A ella no se le daba bien eso del razonamiento y la estrategia.

El razonamiento y la estrategia son cosas que se le dan bien es a la pluma invisible y cínica, e increíblemente madura, de Gaby, el diario. Delia lo percibió de inmediato. ¿Acaso Marlon es el cuello incauto al que debe degollar, aquel pobre pendejo al que Gaby le dijo que le pelara las piernas?

Pues, sin proponérselo siquiera, ya eso lo había hecho. El tiempo, en tan corto plazo, apenas un pestañeo, le había dado toda la razón a Gaby. Así que había llegado el momento de que Delia adquiriese su primer poder: el poder de vencer.




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