Querida Gaby

8. Mi muy querida Gaby. Parte LXX.

“Querida Gaby,

No la tengo nada fácil. Creí que esto sería ‘colorín colorado’, pero ya estoy harta de leer mi propia historia, pues la odio.

Para yo no tener que abandonar la carrera, que cada vez está más exigente, la mamá de Raúl se encarga de nuestra hija, y hoy me tocó oír a Alicia llamarla a ella ‘mamá’, mientras que, a mí, pues, soy prácticamente una desconocida para mi propia hija.

Raúl, la verdad sea dicha, no sabe ni la mitad del amor al que yo estaba acostumbrada con Marlon. Hace unos días, Raúl dijo que a mí no se me llevaba al médico, sino al veterinario. Esas risas me abochornaron terriblemente. Marlon no me habría hecho algo así ni en un millón de años.

No tienes idea de lo mucho que lo extraño. Peor, yo no tenía idea de lo mucho que yo lo amaba.

No tienes idea de lo mucho que aún lo amo, Gaby. Se siente horrible apreciar lo que tenías cuando ya lo tienes perdido.

Creo que no puedo seguir escribiendo. Me siento demasiado mal.

Por favor, dime algo que me alegre. Me hace falta.

Te quiere, pues, yo, la otra Gaby. Me da miedo decir mi propio nombre.”

Delia cerró el diario, esperó y luego lo abrió. Gaby escribe rápido. A ese asombro sí que Delia no ha podido acostumbrarse.

“Querida Delia,

No podría cambiar tus circunstancias ni que te escriba la Septuaginta, y la verdad es que de eso tampoco tengo ganas.

Lo que sí puedo es ir al grano, y este es que, ahora, debes adquirir el poder de crecer.

Cometerás un grave error si te haces muy dependiente de Raúl. Eso debes evitarlo y, sinceramente, ahorita vas por mal camino.

Debes aprovechar que ya no estás en cero, como estabas antes de conocer a Marlon. De hecho, estás en un buen sitial para crecer, y en grande, si te soy sincera.

Ya tienes el poder más importante, el de creer: en ti misma. Eso es importante, porque tienes pruebas fehacientes de que lo has logrado. Mírate las piernas. Ellas te llevaron a Marlon. Marlon te dio fogueo, te quitó la cara de pendeja, y te dio un sabor a mujer que te ayudó a seducir a Raúl.

Te darás cuenta que eso ha sido un crecimiento, muy alto. Pero, ¡buenas noticias! Ese crecimiento no se ha detenido.

Ahora es el momento de crecer tú con tus propios pies, aprovechando que has endurecido tus raíces dentro de la tierra.

¿Qué debes hacer? Ser honesta y sincera, especialmente contigo misma.

¿Qué viste en Raúl? ¿Su dinero? Pues te has enterado, en carne propia, de la gran pifia con la que te hizo crecer tu ‘gloriosa’ familia: que el que no tiene nada, no vale nada. Ya descubriste que esa es una gran mentira. Si, ya lo sé, fui yo quien te lo hizo saber. Pero solo te mostré el reflejo, algo que no podías ignorar, so pena que siguieras siendo la pendeja de antes.

La gran verdad es esta: vales por lo que eres, no por lo que tienes. Léela todas las veces que necesites, hasta que se te grabe en la cabeza.

Una vez que te convenzas de que tú tienes la verdad, y ellos la mentira, otórgate a ti misma el derecho a ser rebelde, a oponerte a la mentira, y a ser libre. Este es el momento.

Crece del tamaño de un edificio, agárrate todo el sol para ti sola, cúbrelos con tu sombra y ahógalos.

Mátalos a todos. No dejes ni a uno solo vivo. Porque, lo que es a ti, te están comiendo viva, y no te tienen ninguna compasión.

No se la tengas tú a ellos tampoco. ¡Avíspate!

Atentamente. Gaby. Yo si me siento bien diciendo mi nombre.”

A partir de ahí, Delia enloqueció. Le declaró la guerra a la miseria que traía dentro de su espíritu.

Pero es que no encontró otra forma de crecer.




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