Querida Gaby

11. El poder de hacer.

Muchos años después, cuando Delia llevó a Alicia a Francia como regalo por su 12avo cumpleaños, conoció en Montparnasse a Camille, un francés loco que se prendó del color café claro de su piel. Por supuesto que a Delia no le pareció esa una razón seria para fijarse en una persona, y se lo hizo saber a Camille, devolviéndole todos los regalos que él hizo llevar a su habitación en el hotel.

Delia vivía obsesionada con ser un buen ejemplo para su hija, y le dio con eso una muestra clara de aquella sabia lección que hace mucho tiempo Gaby le dio; vales por lo que eres, no por lo que tienes, así lo tengas grabado en la piel.

Como siempre, eso funcionó mejor de como Delia lo tenía originalmente planeado. Camille se la tomó en serio, y buscó modos de cortejarla de forma más seria y madura.

Entonces, con seriedad de empresario, invitó a Delia a abrir en Francia una franquicia de su empresa procesadora de células madre para el tratamiento de la leucemia prenatal. Él pondría el 49% del capital, y le otorgaría nacionalidad francesa, para que operé con todas las formalidades que exige la ley.

Bajo esas condiciones, Delia solo tuvo que hacerle jurar a Camille, con papeles notariados en francés, que a Alicia no le faltaría nada en caso de cualquier eventualidad. Camille hasta consiguió el mejor de los colegios para Alicia, y ya ninguna excusa tuvo Delia para mudarse a Francia 4 meses después.

Ya alojada en el chateau que Camille poseía en la Riviera, en la elegante habitación que él amuebló para ella y Alicia, Delia revisó por última vez su Facebook, a ver cómo había respondido Marlon a su solicitud de amistad. Descubrió que él no le contestó a su mensaje en que lo felicitaba por su cumpleaños.

Delia se sintió seriamente decepcionada. Se había esmerado con ese mensaje. Lo había adornado con gifs de regalos y pasteles, y hasta hizo que Alicia le cambiara la fuente a una cursiva, para que se viera más elegante. A lo mejor el error estuvo en que lo llamó Chacho, que era como a él le decían sus hermanos durante la adolescencia.

“¡Qué mujer tan estúpida!”, imaginó Delia que diría Marlon. El caso es que, a su regalito y a su pastel, él se los pegó por la cabeza, porque no solo no le contestó, sino que también rechazó su solicitud de amistad, y después la bloqueó. Delia no volvió a encontrar a Marlon por ninguna parte.

Delia razonó, y se dio cuenta de que, si Marlon no la había bloqueado antes, fue porque él no recordaba su existencia, no porque estaba esperando por ella a que se le saciara su sed de vanidad. ¡Cuánta vergüenza, cuánta estupidez! Tanto dinero, y tan poco cerebro.

Cuando ella cometió la torpeza de contactarlo, fue que él recordó su existencia y la bloqueó.

Así murió la última esperanza de Delia de recuperar al único amor verdadero que ella conoció en su vida. Lloró y lloró como una estúpida, hasta que su alma se vació.

Es mentira. El mejor de los sueños no resucita después que lo has carbonizado. El amor no es un ave fénix. Cuando está hecho cenizas, dalo por muerto y llora. Llora bastante. Porque donde hubo fuego, cenizas quedan, eso es cierto. Pero el tiempo, como el viento, lo borra todo y solo queda el recuerdo.

De que una sola vez en mi vida conocí el amor, y lo dejé ir porque él no sabía manejar. ¡Qué mujer tan estúpida!

Teniéndolo todo, pero sin tener a ni Marlon ni a Gaby, era lo mismo que no tener nada. Su único bote salvavidas en este mar de las desgracias era Alicia, y se lo hizo saber en la primera oportunidad que tuvo, cuando ya no se le veían las lágrimas en el espejo de sus ojos, pocos minutos antes de subir al altar con Camille, para desposarlo en matrimonio:

“El precio para todo es el sacrificio, Alicia. Atiéndeme bien, y no hagas lo que hice yo. Si para hacer realidad tus sueños, tienes que sacrificar el amor, entonces no sueñes. El amor es el único sueño que vale la pena hacer realidad.”

Una transacción comercial hecha bajo el techo de una iglesia, con ella vestida de blanco, cuando ya tiene una hija adolescente, en un altar ataviado de antifaz dorado que parece amor. Todo esto solo podía ser menos que un pendejo artificio de latón.

Al fin, para el orgullo y beneplácito de su familia (aunque de todos ellos, solo Alicia estaba allí), Delia estaba hecha una Berenice de pie a cabeza, pretendiendo defender a Alicia con su vida, cuando a la verdadera Delia, a sí misma, dejó que la evaporaran hasta hacerla desaparecer, por haber cometido el horrendo crimen de haber nacido de la misma especie que ellos.

Por lo bajo, en silencio, Delia se propuso hacerlo mejor en su próxima vida. Nacerá siendo una Gaby de pura rebeldía concentrada, que protegerá a muerte su auténtico ser, contra todos los tíos Saúles que se le opongan. Los destripará sin misericordia, y se casará con la reencarnación de Marlon, así tengan que recorrer la ciudad en metro, aprendiendo el único idioma que necesitarán usar para siempre; el de su amor verdadero.

“Delia Margeritte”, dijo el cura en francés, ¿Aceptas a Camille como tu legítimo esposo?”

“Si, acepto”, respondió ella en su francés perfecto, que allí todos tomaron por legítimo, sin la mayoría saber que ella era tan extranjera como sus sueños, que pertenecían al jardín de las fantasías que se sobrevuelan en naves – pingüino con colores de colibrí.




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