Nora iba de camino al hotel, sintiéndose un poco ansiosa de comenzar su primer día en aquel majestuoso lugar. Se había levantado temprano para llevar a su hija a la guardería y emprendió camino al edificio que no quedaba muy lejos de allí.
Después de la muerte de Irena y Oliver, ella había tenido que mudarse a un apartamento pequeño en el barrio de Brooklyn debido a las deudas que poco a poco se fueron acumulado e incluso tuvo que hipotecar la casa donde había vivido más de cinco años con su hermana y cuñado.
Nora llegó al hotel Beaumont e ingresó a su interior dirigiéndose hacia la puerta que decía "solo personal autorizado" y entró sin molestarse en tocar antes. Adentro se encontraban sus compañeros de trabajo quienes al verla le dedicaron una mirada curiosa, provocando que ella se sintiera un poco cohibida.
—Oh, que bueno que llegaste Nora —habló el mismo hombre de ayer acercándose a Nora.
Era Joseph, el gerente que le había dado el trabajo. Le sonrió.
—Aún falta diez minutos para las ocho, pero quise ser puntual en mi primer día —dijo Nora.
—Excelente, porque hoy te tocará atender al director —informó Joseph.
Nora intentó mantener la calma al escucharlo, pero era inevitable no asustarse al imaginar lo que podía hacer mal en su primer día.
Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos y se obligó a ser positiva.
—De acuerdo —se limitó a decir.
Joseph la llevó hacia el bastidor para que se cambiara de ropa y colocara el uniforme del hotel, que consistía en una camisa manga corta con una chaqueta vino tinto y una falda más abajo de la rodilla del mismo color. Nora se vistió rápidamente y miró su reflejo en el espejo, luciendo elegante a pesar de solo llevar un uniforme sencillo pero le quedaba a su medida. De calzado eran zapatos de tacón que parecían ser cómodos.
Luego de vestirse, Nora salió del vestuario encontrándose con una chica pelirroja que sonrió con timidez al verla.
—Hola, soy Sam —se presentó ante la mujer.
—Un gusto Sam, yo soy...
—Nora, sí, Joseph ya nos habló de ti —interrumpió la pelirroja —. Me ha pedido que te ayude y te explique cómo es todo.
—Oh, gracias —emitió Nora.
—Estaremos en la cocina el día de hoy, así que sígueme —dijo echando a andar hacia el otro lado del bastidor.
Nora fue tras ella, dando zancadas para alcanzarla. Se detuvo abruptamente al ver que Sam también se había detenido frente a una puerta negra.
—Ah, olvidé decirte que no se permite entrar en el despacho del señor Beaumont sin su autorización, no si quieres conservar el empleo —mencionó la pelirroja recordando lo importante que era seguir esta regla.
—Vale... lo tendré en cuenta —respondió Nora sin entender muy bien a quién se refería.
Ambas ingresaron a la cocina, encontrándose con el personal encargado de preparar las exquisitas comidas que deleitaban a los huéspedes del majestuoso establecimiento. La atmósfera de la cocina era frenética, la mayoría moviéndose con habilidad y precisión para crear platos perfectos. Mientras tanto, los ayudantes trabajaban arduamente para asegurarse de que todo estuviera en orden y listo para servir.
—Aquel de allá es nuestro chef Elliot —señaló a un hombre alto y bastante joven —. Es el Adonis de la cocina.
—¿El Adonis? —inquirió Nora frunciendo el ceño.
—Ajá. Es como le dicen las demás compañeras que han intentado llamar su atención, pero nada de lo que hagan funciona —comentó Sam suspirando con pesar mientras veía al chef.
Aquello había sido mucha información para Nora, pero al parecer la pelirroja era bastante conversadora.
—¿Tampoco has tenido éxito? —preguntó Nora siguiendo la mirada de la pelirroja.
—¿Ah? —la observó confundida y Nora rió —. No, no es lo que crees. Siquiera puedo hablarle, soy muy tímida y él es... es alguien totalmente difícil de alcanzar.
De pronto, el susodicho se percató de Sam y se acercó curioso por saber quien era la mujer que estaba junto a ella.
—Hey Sam —saludó a la chica provocando que esta se sonrojara al tenerlo frente a ella —. Y tú debes ser la nueva, ¿cierto?
Nora miró al hombre y comprendió lo que le había dicho su compañera minutos atrás. Él chef Elliot era un hombre apuesto, lo suficientemente apuesto para dejar embobada a cualquiera.
Y ella no era la excepción.
Sin embargo, su objetivo principal allí era trabajar y deseaba conservar el empleo. No tenía otras intenciones.
—Así es, soy Nora, un gusto —estrechó su mano con la de él.
—El placer es mío —le guiñó un ojo coquetamente.
Nora sonrió un poco incómoda, y agradeció en su interior cuando una chica lo llamó haciendo que el chef se alejara de ellas.
—¡Señor! La salsa ya está lista —dijo la chica.
Se quedaron observándolo a lo lejos, una con ojos de enamorada y la otra con intriga.
—Por lo visto le has caído bien —comentó Sam y Nora la miró confundida —. Al Chef Elliot.
—Ah, ¿en serio? —la pelirroja asintió —. ¿Y eso es algo bueno o malo?
—Por supuesto que es bueno, al menos no te ha ignorado en tu primer día —mencionó la joven —. En fin, te indicaré que debes hacer. Sígueme.
Nora se detuvo por un momento para observar las actividades que se llevaban a cabo a su alrededor, admirando la destreza y pasión con que estos profesionales realizaban su trabajo. Luego, se dirigió a uno de ellos con una sonrisa amistosa y comenzó a trabajar en su propia tarea con la misma dedicación y entusiasmo que los demás.