—Es un ogro, ¿cómo ha podido despedirlos? —decían algunos, en desacuerdo.
Por otro lado, Nora quién se encontraba en la cocina terminando de lavar los trastes, escuchó a uno de sus compañeros hablar del tema.
—¿Los despidió? —preguntó Sam, sorprendida al igual que la mayoría.
—Y eso no es todo, los ha insultado con sus palabras. Que humillante —agregó Leandro, uno de los meseros.
—Vaya, que escándalo. De seguro le contarán a los medios lo que ha hecho el director —habló la chica más alta.
El chef se percató de lo que estaban diciendo, y se acercó a ellos dispuesto a acabar con la conversación que tenían.
—Sí es así, eso solo le concierne el señor Jeremiah —emitió Elliot haciendo que los tres se sobresaltaran al oírlo —. Aún sus turnos no han terminado, no es hora de estar hablando.
—Sí señor —cada uno se fue por su lado.
El chef ladeó la cabeza, observando a Nora quien rápidamente desvió la mirada al ser atrapada por él.
Nora sintió intriga, quería conocer quien era ese director del que todos hablaban y si realmente era como todos lo describían.
Como un ogro.
—Mamá, quiero irme a casa —escuchó decir a su hija.
Zoe se hallaba con ella, la niña estaba escondida en uno de los cajones de la cocina para no ser descubierta por los demás empleados. Elliot la había ayudado a encubrir a la pequeña, así que se sentía en deuda con él por lo que había hecho por ella.
—Cariño, pronto nos iremos. Debo acabar mi turno —explicó su madre mientras secaba sus manos en el delantal negro.
***
Jeremiah se encontraba en el despacho, revisando los documentos que le había entregado su secretaria. Estaba concentrado leyendo lo que decía los papeles que tenía en la mano, sin prestar atención a los murmullos que provenían afuera del hotel. Algunos reporteros esperaban ver salir al director para preguntarle sobre el motivo por el cual había despedido a los dos hombres de seguridad.
El tema había llegado a oídos de muchos, haciendo que Jeremiah ganara mala fama por parte de algunas personas.
De pronto, alguien irrumpió en su despacho. Su tío Geoffrey apareció frente a Jeremiah, trayendo semblante serio.
Jeremiah no se inmutó ante su llegada, y permaneció inexpresivo como siempre.
—¿A qué se debe tu visita...?
—¿Qué crees qué estás haciendo? Vas a arruinar el negocio si sigues actuando de esa manera —lo reprendió el señor, mirándolo con desaprobación.
—¿Has venido a decirme cómo debo hacer mi trabajo? —respondió Jeremiah, levantando la mirada de los documentos y frunciendo el ceño en señal de desafío —. Porque no serías el más indicado.
—No, he venido a recordarte que eres parte de una familia con un legado importante. Tus acciones reflejan no solo en ti, sino en todos nosotros —replicó su tío, con tono autoritario.
Jeremiah suspiró y dejó los papeles sobre el escritorio. Sabía que su tío tenía razón en parte de lo que decía, pero también sentía la presión de tomar decisiones difíciles para mantener el negocio a flote.
Y esa había sido una de ellas.
—Entiendo eso, tío Geoffrey, pero estos hombres no estaban cumpliendo con su trabajo. No podía permitir que la seguridad del hotel estuviera comprometida —explicó Jeremiah, intentando justificar su decisión —. No entiendo por qué hacen tanto escándalo por esto, no es como si fuera la primera vez que despido a unos de mis empleados.
Su tío se acercó lentamente al escritorio y apoyó las manos sobre él, mirando fijamente a Jeremiah. No estaba de acuerdo de que un joven cómo su sobrino estuviera al mando del hotel. Parecía no importarle el legado que le habían dejado.
—Hay formas más diplomáticas de solucionar los problemas. No puedes actuar impulsivamente y despedir solo porque te plazca y esperar que todo salga bien. Debes pensar en las consecuencias a largo plazo —dijo su tío con voz grave —. Piensa en cómo afectará a tus empleados.
Jeremiah desvió la mirada a sus manos entrelazadas, no consideraba un error lo que había hecho y reconocer que se había equivocado sería fingir delante de su tío. Además, él no era quien para decirle qué hacer.
—Reconozco que me he dejado llevar por la frustración en varias ocasiones. Pero esta vez no tomé una decisión por impulso —respondió Jeremiah —. No soy de los que decide despedir a alguien sin un motivo. Existe una gran diferencia entre tú y yo.
Lo miró con frialdad, el desprecio que demostró hacia su tío hizo que este se alejara del escritorio.
—Aquel incidente fue un error y lo sabes —le recordó su tío —. No fue mi culpa lo que pasó esa noche.
—Intentas convencerte a ti mismo que no lo es, pero si no hubiera sido tu culpa cómo estás diciendo, entonces habrías dicho la verdad —emitió Jeremiah y su tío apartó la mirada, afectado por las palabras de su sobrino —. Decidiste mentir para salvar tu pellejo, ¿pero que hay de aquella chica que perdió a su familia?
Su tío le sostuvo la mirada mientras buscaba cualquier excusa que fuera justificante.
—Intenté buscarla pero cuando fuí a su casa me enteré que se había mudado —comentó el señor Geoffrey en defensa —. ¿Crees que quería que todo resultara de ese modo? Por supuesto que no, pero no sabía que hacer. En ese entonces estaba al mando del hotel y tenía muchas responsabilidades encima, mientras tú solo disfrutabas tu vida, viajando y haciendo lo que te venía en gana. Pero yo hacía el trabajo por ti. Así que no trates de actuar que eres un hombre justo y sensato cuando no tienes ni idea de lo que es darlo todo por el negocio.