Permanecieron en silencio hasta llegar al edificio, dónde las miradas curiosas se dirigieron a Nora al verla bajar del auto del director. Les parecía extraño verlos llegar juntos.
Jeremiah entró al edificio provocando que los empleados simularan estar concentrados en sus respectivas labores, todo con la finalidad de ser pasados por alto. No querían llamar la atención de su jefe, por lo que siempre evitaban tener contacto visual con él.
Decían que la mirada de Jeremiah era tan profunda que parecía ver más allá de ellos, como si pudiera leer sus pensamientos y adivinar lo que tenían en la mente.
El director era un hombre alto y, con una expresión seria en su rostro que solía intimidar a quienes lo rodeaban. Su cabello castaño, corto y peinado hacia atrás, le daba un aire de autoridad y seriedad.
—Buenos días señor —saludó la recepcionista y él solo se limitó a asentir con la cabeza.
Mientras cruzaba el vestíbulo y entraba al ascensor, no pudo evitar notar a Elliot, el chef, acercándose a Nora con una sonrisa en el rostro. Esto despertó la curiosidad de Jeremiah, quien no apartó la vista de ellos hasta que las puertas del ascensor se cerraron.
Nora era sin duda interesante y por alguna razón, Jeremiah sentía el deseo de conocerla. Aunque la había estado evitando desde lo ocurrido hace cuatro años, ya no se sentía culpable por los eventos de aquella noche. Todo había sido causado por su tío Geoffrey y Jeremiah había cargado solo con la culpa. Pero ahora que sabía quién era realmente su tío, no permitiría que lo manipulara más.
Tenía intenciones de acercarse a Nora con la finalidad de llevar a cabo su plan.
***
El día transcurrió rápido, Nora se había mantenido ocupada en la cocina mientras las horas pasaban y siquiera había tenido tiempo de almorzar. Su estómago rugía hambriento, pero ella aún no terminaba su turno que parecía tardar una eternidad por acabar.
El Chef Elliot se despidió de los demás y se percató de Nora, quien aún se encontraba allí. Notó lo cansado que lucía el rostro de la mujer, y no pudo evitar acercarse a ella.
Creyó que ya se había ido a casa.
—¿Aún te queda mucho por fregar? —inquirió asomándose en el umbral de la puerta.
—Haré horas extras por lo que veo —suspiró Nora mirando la torre de platos que había por lavar.
—¿No le tocaba a Hellen lavar los trastes? —preguntó.
—Me llamó esta mañana y me pidió el favor de suplantarla el día de hoy —emitió mientras volvía a ponerse de pie, para retomar su labor.
—Seguramente es por su abuela —comentó el Chef.
Nora frunció el ceño, sin entender nada.
—¿Su abuela? —él asintió.
—Ha estado enferma últimamente y ha tenido que ausentarse varias veces —dijo
Elliot.
—Oh, no lo sabía.
—Hellen es una chica reservada, su vida no ha sido nada fácil —agregó y se posicionó a su lado, dispuesto a darle una mano —. Bien, ¿por dónde empiezo?
—¿Qué haces? —ella lo miró ponerse los guantes negros.
—Te ayudo —respondió el Chef sonando despreocupado.
—¿Y por qué me ayudarías? No es tu trabajo —le arrebató los guantes —. Además podría ganarme un regaño si ven que el jefe de cocina está ensuciando sus delicadas manos...
—Primero, nadie va a regañarte porque como ves todos se han ido ya. Y segundo, ensucio mis manos todos los días al cocinar y se te fijas bien... —alzó su palmas mostrando lo lastimadas que estaban —. No son delicadas. Trabajar en cocina es agotador pero estoy acostumbrado.
Le quitó de vuelta los guantes y se los colocó, haciendo que Nora negara con la cabeza rendida ante su terquedad.
—Nunca dije lo contrario —murmuró ella —. De todos modos, te agradezco.
—No hay de qué —le guiñó un ojo causando que las mejillas de Nora se tornaran rojas.
Ambos se dedicaron a lavar los trates mientras conversaban de temas triviales. Nora escuchaba atentamente a Elliot, enterándose en pocas horas muchas cosas sobre él. Era el único hijo de su padre, pero al parecer su madre había perdido a su hermano mayor años antes de que él naciera. Su pasión por la cocina había comenzado desde que era un niño, y aunque su padre al principio se opuso ahora lo apoyaba.
Habló de la buena relación que mantenía con su madre, y lo afortunado que era de tenerla.
Nora pudo ver lo unido que era el chef con su familia y fue inevitable no sentir algo de envidia.
Ella había crecido sin padres y aunque la única figura materna que tuvo fue su hermana Irena, cuando falleció se sintió sola en el mundo. Pero la llegada de Zoe fue la compañía que necesitaba en esos momentos tan difíciles.
Su hija era lo único que tenía y por ello la iba a proteger de cualquier peligro. No importa si debía arriesgar su vida para hacerlo.