Querida Hermana te Daré un Hijo

16

 

Mientras seguían lavando los platos, Nora decidió abrirse un poco más y compartir su propia historia. Habló sobre cómo había perdido a sus padres cuando era joven y cómo eso había llevado a su hermana mayor asumir la responsabilidad de cuidar de ella. 

 

—Imagino que deben ser muy unidas —comentó Elliot haciendo que la tristeza apareciera en el rostro de Nora.

 

—Sí, la teníamos... ella falleció —reveló y el Chef la miró de reojo sintiéndose apenado por su imprudencia.

 

—Lo siento... Yo... —comenzó a decir pero Nora negó.

 

—Descuida. No lo sabías —intentó alejar las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos y le sonrió —. ¿Qué harás mañana después del trabajo? ¿Tienes planes? 

 

Elliot se dio cuenta de cuánto le afectaba hablar de su hermana, y pudo notarlo al verla cambiar de tema. 

 

—Eh, creo que por el momento, nada —dijo dándole una mirada furtiva —. ¿Por qué?

 

—Pensaba llevar a Zoe al acuario, pero creo que hoy no será posible —hizo una mueca en dirección de los platos que faltaban aún —. ¿Podrías acompañarnos? Entiendo si estás ocupado y...

 

—Por supuesto que puedo — interrumpió él, tocando la mano de Nora —. Será un placer acompañarlas.

 

La mirada de ella recayó en sus manos, sintiéndose incómoda por un instante ante su tacto frío por los guantes. Nora apartó cuidadosamente su mano, y se alejó unos centímetros de Elliot.

 

—En realidad, había comprado tres entradas pero mi amiga no podrá ir con nosotras —aclaró Nora para no hacerle creer que tenía otras intenciones.

 

El Chef sonrió, dándose cuenta de que le había incomodado. 

 

—Tranquila, entiendo —dijo él —. También tengo tiempo que no voy al acuario, así que sería genial volver a visitarlo.

 

A medida que avanzaba la noche, finalmente terminaron de lavar los platos. Miraron el resultado de su arduo trabajo con satisfacción y una sensación de camaradería.

 

Elliot se quitó los guantes y miró a Nora con una sonrisa reconfortante. Aunque no le gustaba lavar platos sucios, la verdad es que no le había parecido tan malo después de todo. O quizás era el hecho de estar en compañía de la mujer.

 

—Gracias por aceptar mi ayuda —dijo sinceramente—. Fue agradable compartir este tiempo contigo.

 

Nora devolvió la sonrisa y asintió.

 

—Gracias a ti, Elliot. Realmente aprecio lo que hiciste hoy, te devolveré el favor —emitió ella con sinceridad.

 

Ambos salieron de la cocina y se dirigieron a la salida mientras conversaban entre ellos. No se habían percatado de Jeremiah, quien esperaba por su auto en la entrada del hotel. El director ladeó la cabeza viendo a Nora y al Chef, sin poder evitar sentir celos al observar cómo Nora le sonreía al hombre junto a ella mientras Elliot le comentaba una anécdota divertida sobre él.

 

—¿Y no vas a creer lo que me hizo? —habló el Chef despertando la curiosidad en ella.

 

—No me digas qué... —él asintió haciendo que Nora reprimiera la carcajada —. Oh no...

 

—Sí, me lanzó el pastel en el rostro delante de todos —ella cubrió su boca con la mano ahogando su risa —. Fue el momento más vergonzoso.

 

—¿Un pastel? Vaya, no puedo creer que te hayan hecho... —las palabras de Nora quedaron suspendidas en el aire al reparar en el director que los observaba.

 

Su sonrisa se borró de su rostro ante la mirada del hombre. No era cualquier mirada, en ella había intriga y curiosidad. Jeremiah se acercó lentamente, con una expresión enigmática en su cara.

 

Elliot siguió la vista de Nora, percatándose del director.

 

—Señor... 

 

—Parece que te has quedado con la señorita Nora. ¿Debo suponer que ella es la razón por la cual te has retrasado tanto en tu trabajo, no? —preguntó Jeremiah, con un tono de voz que dejaba entrever su desaprobación.

Elliot se puso un poco nervioso ante la mirada inquisitiva del director. Siempre le había parecido un hombre intimidante y misterioso, ya entendía por qué los demás evitaban cruzarse con él.

 

—No, señor. Tuve algunos contratiempos, pero ya logré resolverlas —respondió Elliot, tratando de sonar convincente —. Además, me ofrecí ayudar a la señorita.

 

Lo último no le agradó a Jeremiah, pero se contuvo para no dejar ver sus celos.

 

—Vaya, un hombre considerado, que bien. Pero recuerda, Elliot, el trabajo de los demás no te corresponde, deja que cada uno se ocupe de lo suyo. 

 

Elliot asintió y miró al director con disculpa en sus ojos. 

 

—Lo siento, señor. No volverá a ocurrir —dijo el Chef.

 

—En cuanto a la señorita Nora, no intente hacer el trabajo usted sola. Si bien estoy enterado, hoy le correspondía a la señorita Hellen lavar los trates, ¿Por qué lo hizo usted? —inquirió el director y Nora lo miró temerosa.

 

Estaba hecha un manojo de nervios.

 

—Yo... —comenzó a decir pero Elliot se adelantó.

 

—La señorita Hellen se le presentó un inconveniente, por lo que no pudo venir hoy —se limitó a decir el Chef sin dar más detalles —. Y le pidió a Nora que la suplantara solo esta vez.

 

—Creo que la señorita es capaz de hablar por sí sola, ¿O va abogar siempre por ella? —cuestionó el director. 

 

—Señor, es mi responsabilidad como jefe de cocina informarle lo que sucede con mi equipo. Es por eso que he respondido por la señorita Nora —argumentó Elliot.

 

—Bien, entonces como jefe de cocina no permita que su equipo se ausente siempre que le plazca. Deben saber separar el trabajo de lo personal y cumplir con su labor sin importar el inconveniente que se les presente —dijo el director recordándole las reglas del lugar.




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