Querida Hermana te Daré un Hijo

17

 

Viajar en el transporte público era todo un desafío para Nora. Cada día, se encontraba batallando contra el gentío que solía esperar en la estación, luchando por un espacio en el abarrotado autobús. Parecía que la mayoría de las personas estaban en la misma situación que ella; retrasados para llegar al trabajo y el tráfico no estaba a favor de nadie.

 

Nora se apresuró a mirar la hora en su reloj, dándose cuenta de que faltaba poco para las ocho. Sabía que sería completamente imposible llegar a tiempo al hotel donde trabajaba. Ya no había nada que pudiera hacer para salvar la situación, ni siquiera tenía una excusa creíble para explicar por qué se había retrasado tanto. 

 

Aunque el edificio donde vivía quedaba relativamente cerca de la guardería de su hija, y por ello solía aprovechar de ir a pie hasta su trabajo. Sin embargo, ese día se había levantado tarde y antes debía ocuparse de llevar a Zoe a la guardería lo que le tomó diez minutos, e hizo que se retrasara aún más. 

 

Solo tenía cinco minutos, así que su única opción para llegar a tiempo era tomando un autobús que pasaba cerca del hotel Beaumont.

 

No obstante, su mala suerte parecía continuar cuando el autobús en el que viajaba comenzó a emitir ruidos extraños, indicando claramente que algo estaba mal con el vehículo.

 

—¿Qué sucede? ¿Por qué se ha detenido? —preguntó Nora con cierta frustración en su voz, observando a los demás pasajeros quienes compartían su misma confusión.

 

Detrás de ella, un hombre alto y de ojos rasgados habló con seguridad.

 

—No soy mecánico, pero puedo deducir que es el motor. Algo no está funcionando correctamente.

 

Nora ladeó la cabeza, mirándolo con curiosidad. Su apariencia era diferente al resto de los pasajeros, lo cual despertó aún más su interés al ver que su rostro le era conocido.

 

¿Por qué le resultaba extrañamente familiar? Se preguntó.

 

Asintiendo con comprensión, ella reconoció la situación en la que se encontraba en ese instante. Solo podía pensar en que sería de ella y su hija si perdía el empleo.

 

La preocupación tiñó su rostro al ver de nuevo la hora, siquiera un milagro podría ayudarla en ese momento.

 

De pronto, el autobús se descompuso en medio de la vía, generando un estruendo que resonó en el aire y atrayendo la atención de todos los conductores que pasaban por allí. El sonido ensordecedor de los claxones llenó la calle, mezclándose con los murmullos de frustración y enojo de quienes se veían afectados por la obstrucción repentina.

 

Los conductores, impacientes y furiosos, expresaban su molestia a través de los pitidos persistentes, como si pudieran hacer desaparecer el obstáculo solo con el poder de sus bocinas. La tensión se palpaba en el ambiente mientras la situación se volvía caótica, con autos tratando de maniobrar para esquivar el autobús averiado y encontrar una ruta alternativa.

 

Mientras tanto, los pasajeros comenzaron a impacientarse al ver que el chófer no era capaz de solucionar el problema con rapidez. Algunos decidieron bajarse del autobús e irse por cuenta propia, y otros no tuvieron más remedio que esperar afuera del vehículo mientras buscaban un sitio para refugiarse de la tempestad que se había desatado.

 

Nora se debatió mentalmente qué hacer al respecto, pero en ese momento no es como si tuviera otra elección que quedarse debajo de un techo para no terminar empapada por la lluvia que arreciaba con fuerza. 

 

El hombre de ojos rasgados corrió hacia donde ella, y sacó su móvil del bolsillo rápidamente y se comunicó con Jeremiah, quien respondió al primer tono.

 

—Oye, necesito tu ayuda... —habló Jong pero Jeremiah interrumpió.

 

—Si no me involucra a mí, entonces soluciónalo tú mismo...

 

—No tiene nada que ver contigo, pero como el mejor amigo que eres, deberías venir por mí antes que termine con hipotermia —interrumpió Jong dejando claro que necesitaba su ayuda en ese momento de apuro.

 

Jeremiah suspiró.

 

—¿Qué ha pasado ahora? Dijiste que el avión llegaría temprano y aún no estás aquí —replicó el director quien esperaba por su mejor amigo.

 

—El autobús se ha quedado varado en medio de la carretera, y ha comenzado a llover a cántaros —emitió Jong intentando cubrir su cuerpo en el pequeño techo junto a la mujer que estaba a su lado.

 

Nora, quién escuchaba la conversación del hombre, sintió algo de envidia por él y deseó tener a alguien que también pasara a recogerla en ese instante. 

 

—Vale, aguarda unos minutos. Llegaré enseguida —dijo Jeremiah colgando la llamada.

 

Una sonrisa se deslizó por el rostro de Jong, provocando que Nora lo observara de soslayo. El hombre junto a ella tenía una sonrisa de dentífrico, y ni hablar de lo bien que lucía su piel de porcelana.

 

Estaba segura que era asiático por su rasgos bien marcados, y la manera de pronunciar las palabras aunque su inglés se escuchaba perfecto. Lo detalló unos segundos más, fijándose en lo apuesto que era aquel sujeto que solo había visto iguales a él en la televisión.

 

Pero ahora podía apreciar uno de cerca.

 

De repente, un auto negro se detuvo frente a ellos. Jeremiah bajó la ventanilla mirando a su mejor amigo quién se apresuró a subir al coche. 

 

—Uff, gracias. Creía que nunca llegarías —dijo Jong y Jeremiah rodó los ojos.

 

—Eres un exagerado, no ha pasado ni cinco minutos —lo miró mientras negaba con la cabeza.

 

—Para mí fue una eternidad estar allí afuera, con la ropa húmeda y helada —comentó Jong mientras sacudía su cabello mojado —. Pero no me quejo del todo. Al menos tenía una linda compañía...




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