—No te preocupes, quiero asegurarme de que no te resfríes —emitió mirándola de reojo —. Además, no es agradable caminar bajo la lluvia.
Nora sintió cómo su corazón saltaba en su pecho al tenerlo tan cerca. La cercanía entre ellos era palpable y ella no podía evitar sentirse atraída hacia él. Sin embargo, decidió guardar silencio y disfrutar del momento mientras se dirigían hacia el auto.
Nora se subió al asiento trasero, empapando los asientos con su ropa mojada. Tan pronto que estuvo dentro del coche, sintió la calidez en su cuerpo debido a la calefacción.
Suspiró aliviada.
Jong se percató que la mujer estaba tiritando del frío, y no dudó en hacer algo por ella.
—No suelo compartir mi té especial, pero creo que lo necesitas más que yo —habló Jong mirándola por encima del asiento —. Esto te ayudará.
—Oh, gracias —agarró la taza que le ofrecía el hombre y le dio un sorbo sintiendo el dulce sabor de miel y una mezcla de jengibre.
—¿Es bueno, no? —ella asintió mientras le daba sorbitos a la bebida —. Ayuda a calentar el cuerpo y a evitar el resfriado.
—Es delicioso —comentó Nora degustando la bebida caliente —. ¿Cómo se llama?
—Es un secreto, pero puedes darme tu número y gustosamente compartiré la receta contigo... —respondió Jong usando sus métodos de conquista.
Jeremiah rodó los ojos al ver a su amigo coquetear descaradamente con Nora. Jong era todo un casanova, con su encanto irresistible y su habilidad para flirtear con chicas. Siempre estaba dispuesto a usar el mismo método de conquista para llamar la atención de las mujeres y hacerlas sentir interesadas en su té especial.
—Es un té tradicional coreano elaborado con frutas o jengibre —intervino el director ganándose una mala mirada por parte de Jong —. Consigues muchos de esos en el mercado, no es ningúna receta secreta.
Agregó y Jong soltó un chasquido. Nora reprimió una sonrisa, al ver la expresión del otro hombre.
—Es delicioso, nunca antes había probado un té como este —dijo tomando el último sorbo y regresándole la taza al dueño —. Muchas gracias...
—Jong —le regaló una sonrisa que ella correspondió —. Soy el mejor amigo de este idiota.
—Lamentablemente —murmuró el director.
Minutos más tarde, Jeremiah bajó del auto junto a Jong y Nora, quien venía detrás e intentaba pasar desapercibida entre el resto que los observaban con curiosidad. Los ojos curiosos de los presentes se posaban en ellos, especialmente en Nora, cuya ropa empapada dejaba un rastro evidente a su paso.
Mantuvo la vista fija en el suelo mientras cruzaban el lobby del edificio.
Los tres estaban completamente mojados, con gotas de agua resbalando por sus cabellos y prendas empapadas hasta los huesos. Jeremiah se sacudió un poco, intentando deshacerse del exceso de agua, mientras observaba a Nora con preocupación. Sabía que ella estaba incómoda y aunque trataba pasar desapercibida, su apariencia llamativa y empapada no ayudaba mucho.
—Ten, puedes cambiarte de ropa en mi suite —el director del hotel le entregó una tarjeta dorada, la cual Nora aceptó con gratitud y asombro. La sensación de aquel objeto y el brillo de la tarjeta resultaban extraños en sus manos. Era como sostener un pedazo de un mundo totalmente diferente al que estaba acostumbrada a vivir —. Le pediré a Sam que te lleve algo de ropa.
Nora asintió con una sonrisa.
—Le agradezco mucho, señor —dijo y se despidió cortésmente del director antes de dirigirse al elevador.
Allí, pulsó el botón del décimo piso, donde se encontraba la exclusiva suite del director del hotel. Mientras el elevador ascendía, miró fijamente la tarjeta entre sus manos, intrigada por descubrir cómo sería esa misteriosa habitación VIP que le esperaba.
Nunca antes había estado en una, así que tenía incertidumbre por saber lo que había dentro.
La puerta del ascensor se abrió lentamente, revelando un pasillo lujosamente decorado con una alfombra roja en el suelo. El suave tapiz de color crema absorbía los pasos, mientras que las luces tenues y cálidas creaban una atmósfera acogedora pero elegante. Nora caminó con cautela, mirando los cuadros que estaban colgados en la pared del largo pasillo, estaba maravillada por la sofisticada belleza que la rodeaba en aquel sitio.
Nora veía todo anonadada.
Finalmente, llegó a la puerta de la suite y, con manos temblorosas de emoción, deslizó la tarjeta en la ranura. El sonido de un clic satisfactorio la saludó indicando que tenía acceso a la habitación, e inmediatamente las puertas negras se abrieron lentamente, revelando un esplendor aún mayor en el interior.
Era como si hubiera ingresado a otro mundo, un reino de lujo y comodidad al que nunca antes había estado. Sus ojos se iluminaron con asombro mientras absorbía cada detalle de la habitación, mirando desde el mobiliario exquisitamente diseñado hasta las impresionantes vistas que se extendían más allá de los ventanales de vidrio.
—Wow... —exclamó embelesada.
Nora sabía que este era un paso inmenso, una oportunidad que normalmente no se le presentaría. Se permitió un momento para disfrutarlo antes de avanzar por la suite y encontrar un lugar donde poder cambiarse de ropa. Mientras lo hacía, y se colocaba un albornoz que supuso le pertenecía a Jeremiah. Su mente se llenó de anticipación y curiosidad, y no pudo evitar imaginar cómo sería su vida si formara parte de ese mundo desconocido y lujoso el cual no pertenecía en realidad.
Al cabo de un rato, bajó del elevador vistiendo el uniforme que le había llevado Sam. Nora se mantuvo en silencio a pesar de las preguntas que le hacía su compañera por saber qué hacía en la suite del director.