—¡La orden número treinta y dos está lista! —anunció el Chef, y uno de los ayudantes de cocina acudió rápidamente a buscar los diferentes platillos que había pedido uno de los exigentes clientes.
Los aromas se mezclaban en la cocina, mientras los cocineros, agotados pero diligentes, se apresuraban para terminar todas las preparaciones de ese día.
Nora, con el cansancio en su rostro, se encaminó hacia la salida luego de haber finalizado su turno. Observó a sus compañeros, que parecían agotados y estresados por la ajetreada jornada. El hotel estaba abarrotado de huéspedes extranjeros que demandaban atención constante, lo cual obligaba a los empleados a trabajar el doble.
Justo cuando estaba por abrir la puerta para abandonar el lugar, Elliot se interpuso en su camino, deteniéndola. Sus ojos se encontraron y un brillo pareció encenderse en la mirada del Chef.
—¿Entonces nos vemos más tarde...? —alzó una ceja en su dirección, transmitiendo un atisbo de esperanza, pero Nora frunció el ceño, confundida por su pregunta —. Quisiera agradecerte por lo de hoy.
—Oh, eso. Descuida, no es nada. Considéralo un favor —le sonrió —. Además, creo que no será posible ir al acuario... he quedado con el director por motivos de trabajo.
La expresión de desilusión se dibujó en el rostro de Elliot, que pareció esfumarse un poco.
—Ah, entiendo —respondió, intentando disimular su decepción y desviando la mirada brevemente.
Nora, consciente del cambio de planes repentino, se disculpó sinceramente.
—Disculpa por cambiar los planes en el último momento. Otro día podríamos ir... ¿Te parece? —sus ojos se encontraron nuevamente, y Elliot asintió, aunque en su interior, sabía que lo más probable es que ese día nunca llegara.
—Vale. Te deseo suerte en tu reunión con el director —dijo Elliot con una mezcla de tristeza y comprensión en su voz.
Nora, agradecida por su apoyo, le regaló una sonrisa antes de marcharse, sintiendo una leve punzada de lamentación. Sabía que su encuentro en el acuario tendría que esperar, pero suspiró con pesar al imaginar la decepción que sentiría su pequeña al enterarse que ese día tampoco podrían ir al acuario.
Pero debía asegurar su empleo y quizá esta vez tendría suerte de conseguir algo mejor. No se quejaba del trabajo que tenía en ese momento, sin embargo era tan agotador que se sentía incapaz de soportar otra semana allí lavando platos sucios.
El lugar de encuentro elegido estaba estratégicamente ubicado cerca de la guardería de la hija de Nora, lo cual fue un alivio para ella. Después de su reunión con el director, no tendría que caminar largas distancias para buscar a su pequeña.
Al ingresar a la cafetería, Nora notó con sorpresa que estaba extrañamente vacía a esa hora del día. Sus ojos buscaron ansiosamente al director, quien, al percatarse de su presencia, levantó su mano en señal de saludo. Con determinación, Nora se dirigió hacia las últimas mesas del lugar, donde Jeremiah la esperaba.
—Buenas tardes, señor. Lamento haber llegado tarde —dijo ella mientras se sentaba frente a él.
—No te preocupes. Yo también acabo de llegar —respondió Jeremiah, dedicando unos segundos a su teléfono antes de fijar su mirada en Nora—. No estoy seguro de tus preferencias, así que pedí tres tipos diferentes de café.
—Oh, no se preocupe, señor. No soy exigente en cuanto al café. Cualquier elección que haya hecho estará bien para mí —comentó Nora con una sonrisa y él asintió complacido.
Jeremiah hizo el pedido al camarero; dos capuchinos. Mientras esperaban su llegada, Nora no pudo evitar sentir cierta intriga y ansiedad por saber la razón detrás de aquella reunión citada por el director.
—Señor, si me permite preguntar... ¿cuál es la razón por la que me ha convocado hoy? —inquirió Nora con educada curiosidad.
Jeremiah apoyó sus codos en la mesa, adoptando una postura más seria y directa.
—Permíteme ir al grano —dijo con firmeza—. Desde el primer día que te vi trabajar, supe que te necesitaba en mi hotel. Tu desempeño ha sido excepcional, además de ser la única persona capaz de complacer los exigentes gustos de la señorita Ágata. Has demostrado una generosidad y dedicación en ayudar a tus compañeros que merecen ser reconocidas y recompensadas.
Con un gesto decidido, Jeremiah sacó un pequeño sobre negro y lo colocó sobre la mesa frente a Nora. Intrigada, ella lo tomó entre sus manos y lo abrió cuidadosamente. Sus ojos se iluminaron al ver la cantidad de dinero que había dentro, suficiente para cubrir sus gastos durante varios meses.
—Le agradezco enormemente sus palabras, señor. Son muy significativas para mí. Sin embargo, quiero dejar en claro que nunca hice esto esperando recibir algo a cambio —dijo Nora con sinceridad, intentando devolverle el sobre.
Jeremiah colocó su mano encima de la de ella, impidiendo que lo devolviera.
—Lo sé, Nora. Pero quiero que aceptes esto como un reconocimiento sincero y una muestra de gratitud. No aceptaré devoluciones —afirmó con convicción.
Nora bajó la vista a sus manos, sintiendo una cálida pero extraña sensación en su interior que nunca antes había experimentado. Sus ojos se posaron en aquellos profundos orbes azules, idénticos a los de su pequeña Zoe.
El director del hotel, Jeremiah, había sido un completo desconocido para ella hasta ese momento, pero su gesto amable y generoso le habían ganado el corazón en cuestión de minutos.
—Oh, yo... le agradezco mucho, señor. Pero no es necesario... —intentó argumentar Nora, sintiéndose abrumada por la magnitud del regalo.