Querida Hermana te Daré un Hijo

25

—¿Qué te ha pasado ahora? ¿Por qué te has enojado? —escuchó decir a su amigo pero lo ignoró y siguió su camino hacia las escaleras de emergencia.

 

Jeremiah se desconcertó por su reacción ante la pregunta de Jong. Aunque no sentía nada especial por Nora, no podía evitar que su mente se llenara de pensamientos sobre ella.

 

Decidió subir a la azotea, un lugar al que solía ir para despejarse. Se acercó al borde, contemplando los imponentes edificios de la ciudad y se apoyó en el barandal para mantener el equilibrio. A pesar de sentir un poco de vértigo, había aprendido a enfrentar su miedos y ya no le resultaba tan incómodo.

 

Quizás era porque la vida le había enseñado a no temer y a ser valiente. No quería perderse oportunidades por culpa del miedo.

 

Cerró los ojos mientras el viento frío acariciaba su rostro. Aunque había una lucha interna en su interior, esa sensación le transmitía paz. Jeremiah no era el hombre fuerte que todos creían, había una parte vulnerable de él que prefería ocultar y solo pensar en ello le generaba inseguridad.

 

De repente, la voz de Nora resonó en sus oídos y, al girar la cabeza, la vio de espaldas sosteniendo el teléfono junto a su oreja. Se preguntó qué hacía allí en la azotea y estaba a punto de acercarse cuando ella se volteó bruscamente,  sorprendiéndolo.

 

—¡Me has asustado! —exclamó ella. llevándose las manos al pecho.

 

—Lo siento, no era mi intención... —comenzó a decir Jeremiah, pero su atención fue captada por el teléfono remendado que Nora sostenía —. ¿Todavía funciona?

 

Ella frunció el ceño, pero luego asintió al comprender a qué se refería.

 

—Sí, esto... logré hacer que encendiera, pero la pantalla está completamente dañada. Solo puedo hacer llamadas de emergencia —explicó mostrando el dispositivo.

 

Jeremiah experimentó una profunda sensación de culpa al haber dañado el celular de Nora, por lo que decidió asumir la responsabilidad del arreglo. Consciente de que convencerla para que aceptara un nuevo celular no sería sencillo, ideó un plan.

 

—¿Me permitirías quedarme con tu móvil? —propuso de pronto Jeremiah.

 

Nora lo miró perpleja, sin comprender por qué de repente estaba interesado en su antiguo y dañado dispositivo móvil.

 

—¿Por qué? ¿Para qué lo necesita? —inquirió ella confundida.

 

—Por favor, solo entrégame el celular —respondió Jeremiah, arrebatándolo de su mano y guardándolo en su bolsillo —. A cambio, puedes utilizar el mío mientras tanto.

 

Extendió su teléfono hacia ella, pero Nora lo observó con incredulidad. No daba cabida a lo que él le estaba ofreciendo.

 

—¿Por qué debería quedarme con su celular? Agradezco su gesto, señor, pero me niego a aceptarlo —rechazó Nora.

 

—No te preocupes, no estoy tomando tu celular sin permiso. Te lo estoy ofreciendo para que puedas mantener comunicación. Además, me lo podrás devolver cuando adquieras uno nuevo —explicó Jeremiah tratando de convencerla.

 

Nora reflexionó sobre la propuesta. Aunque le costaba aceptar, comprendió que sería descortés rechazar la oferta de su jefe. Además que necesitaba llamar a la guardería para asegurase de que su hija estuviera bien. Así que finalmente accedió sintiéndose agradecida por el gesto.

 

—Está bien. Solo lo tomaré prestado por unos días y se lo devolveré tan pronto como consiga uno nuevo —aceptó Nora, mientras Jeremiah asentía complacido —. Pero ¿qué hará sin celular?

 

—No te preocupes, tengo otro celular para uso laboral y este es mi móvil personal —respondió Jeremiah con tranquilidad, captando la mirada de Nora hacia el móvil que sostenía en su mano —. Descuida, te he dado mi celular personal. No hay motivo para temer, nadie conoce ese número, solo las personas más cercanas.

 

Ella asintió con la cabeza, pero no pudo evitar pensar en la confianza que le estaba mostrando el director al darle algo tan personal.

 

—¿No le resultará incómodo que una desconocida tenga su celular? —inquirió Nora con intriga.

 

—No, ¿por qué habría de serlo? A menos que tengas intenciones de filtrar mis datos personales —bromeó y ella lo miró espantada —. Aunque, siendo honesto, no hay información relevante allí.

 

—Agradezco sinceramente su confianza, señor —expresó Nora —. Lo cuidaré.

 

Jeremiah asintió con la cabeza en respuesta, sus ojos reflejando su aprobación. Habían pasado unos minutos más en la azotea, un lugar que ambos sabían se convertiría en su punto de encuentro secreto.

 

—Creo que es hora de regresar —dijo él después de unos minutos.

 

Descendieron las escaleras en silencio, el eco de sus pasos resonando en el vacío. Nora estaba absorta en sus pensamientos cuando, de repente, uno de sus pies se torció en medio de los peldaños, desequilibrándola. Instintivamente, cerró los ojos, preparándose para el impacto inminente. Pero antes de que pudiera tocar el suelo frío, Jeremiah actuó con rapidez y la sujetó firmemente del brazo, atrayéndola hacia su pecho. El movimiento brusco los hizo caer juntos al suelo, en un torbellino de sorpresa y desorden.

 

Al abrir los ojos, Nora se encontró con el rostro adolorido de Jeremiah bajo ella. El susto inicial se transformó en preocupación y se levantó rápidamente para ayudar a su compañero.

 

—¿Se encuentras bien... señor? —preguntó con angustia en su voz.

 

Jeremiah se incorporó lentamente, frotándose la espalda adolorida. Estaba seguro que se había hecho algunos moretones, pero fingió ante Nora para no preocuparla.

 

—Estoy bien, solo un poco magullado —respondió con una sonrisa forzada.

 

—Deberías haberme dejado caer, y esto no te habría pasado —emitió ella sintiéndose culpable.




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