Querida Hermana te Daré un Hijo

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Nora decidió no darles más vueltas al asunto, y se encaminó hacia la cocina, pero antes entró al baño y se detuvo frente a uno de los espejos para evaluar su apariencia. Acomodó su cabello en una elegante coleta alta y, tras asegurarse de que su rostro no mostrara signos de hinchazón que pudieran revelar sus lágrimas, decidió regresar al trabajo.

 

Mientras tanto, en la distancia, Dylan observaba cómo su primo abandonaba el hotel. Se sorprendió al notar una venda envuelta alrededor de su cabeza, lo que lo llevó a preguntarse qué había ocurrido y por qué Nora parecía haber llorado.

 

No entendía nada, pero de lo que estaba seguro es que algo estaba ocurriendo entre Jeremiah y Nora. Aquella cercanía que ambos mostraron en medio del pasillo, ocultaba algo más y no pensaba quedarse con la duda, descubriría qué había entre ellos.

 

 

***

 

A la mañana siguiente, Nora despertó antes de que sonara la alarma. Quería aprovechar ese momento antes de que Zoe despertara. Salió de la habitación y se dirigió a la cocina, con la intención de preparar el desayuno para el director. Jeremiah había invadido su mente y Nora no había podido conciliar el sueño en toda la noche debido a los intrusos pensamientos.

 

Se sentía culpable por lo ocurrido el día anterior. Imaginar que algo grave le podría haber sucedido le llenó de temor. Sabía que había sido un accidente y ninguno de los dos pudo evitarlo, pero verlo desplomarse frente a ella reavivó los recuerdos de aquella noche.

 

Esa imagen se quedó grabada en su mente y le había costado mucho borrarla. Ver a su hermana sin signos vitales había dejado una marca permanente en su vida. Aunque había intentado superar aquel doloroso recuerdo, estar en una situación similar inevitablemente la hacía recordar.

 

Ya habían pasado cuatro años desde entonces, pero el dolor causado por la muerte de su hermana y cuñado aún persistía.

 

Después de haber terminado de preparar un delicioso desayuno saludable y ligero, Nora decidió dedicar un poco de tiempo a elegir su atuendo para el día. Con cuidado, seleccionó una hermosa falda de tono pastel y la combinó con una elegante camisa vinotinto que resaltaba su figura. Para completar su look, optó por unos zapatos de medio tacón que le brindaban comodidad durante todo el día y agarró su bolso a juego.

 

Una vez lista, se dirigió con entusiasmo hacia el dormitorio de su hija. Al abrir la puerta, una sonrisa se formó en su rostro al ver a la pequeña Zoe acurrucada entre las mantas, durmiendo plácidamente como un angelito. Aunque deseaba que pudiera seguir descansando, sabía que debía despertarla, ya que tenía que ir a trabajar y no podía dejar a la niña sola en casa.

 

—Cariño, ha llegado la hora de levantarse —susurró Nora mientras se sentaba con ternura en el colchón y movía suavemente a Zoe para despertarla.

 

—¿Umm?

 

Zoe se removió adormilada, mostrando una expresión adorablemente somnolienta. Sabía lo difícil que era despertarla por las mañanas.

 

—Cielo, tenemos que ir a la guardería —insistió su madre con voz suave, consciente del poco tiempo que tenían antes de las ocho—. Vamos, es hora de levantarse y empezar un nuevo día lleno de diversión y aprendizaje.

 

Finalmente, los ojos soñolientos de la niña se abrieron y se encontraron con los ojos amorosos de su madre.

 

—No quiero ir a la guardería... —respondió Zoe haciendo un puchero adorable—. Llévame contigo, prometo portarme bien.

 

El corazón de Nora se enterneció ante la súplica de su hija. Sin embargo, sabía que ese día no podía cumplir ese deseo. Tenía muchas responsabilidades pendientes en el trabajo y no podía llevarla consigo. Además que llevarla significaba exponerla ante el resto, y es lo que estaba evitando.

 

—Hoy no puedo hacerlo, cariño. Tengo muchas tareas importantes que hacer y no puedo llevarte conmigo —explicó Nora en tono cariñoso, tratando de transmitirle comprensión—. Después del trabajo tengo que ir a casa de mi jefe, pero te prometo que pasaré por ti en cuanto termine y juntas iremos a un lugar especial que sé te encantará.

 

Los ojos de Zoe se iluminaron al escuchar las palabras esperanzadoras de su madre y cualquier rastro de tristeza desapareció al instante.

 

—¿Es una sorpresa? —preguntó emocionada, deseosa por descubrir qué les esperaba.

 

Nora asintió con una sonrisa llena de misterio.

 

—Sí, cariño. Es una sorpresa maravillosa. Ahora apresúrate para no llegar tarde —dijo mientras levantaba a Zoe en brazos con amor y la llevaba hacia el baño para comenzar el día juntas.

 

Minutos después, salieron de casa y se dirigieron hacia la guardería, que se encontraba a poca distancia de su hogar. Zoe no dejaba de hablar sobre lo feliz que estaba por haber hecho una nueva amiga, una niña que había llegado recientemente a la guardería y tenía su misma edad.

 

—Dana le fascina dibujar, y me ha invitado a su casa para hacerlo juntas, ¿Me das permiso, mamá? —comentó la niña, mientras su madre parecía reflexionar al respecto.

 

—Por supuesto, pero solo si te comportas bien —respondió Nora.

 

Zoe asintió satisfecha con la respuesta, sabía que al final su madre cedería.

 

Al llegar a la guardería, Nora se despidió de su hija después de abrazarla tiernamente.

 

—Te quiero mucho, cariño —besó su mejilla con ternura.

 

—Y yo también te quiero, mamá —sonrió mostrando sus dientecitos de leche y corrió hacia el interior donde estaban los demás niños.

 

Nora se apresuró al darse cuenta de la hora, no quería llegar tarde, así que aumentó el ritmo. Sin embargo, al ver la larga fila en la estación de transporte público, en vez de esperar a la autobús,  optó por tomar un taxi. El sol brillaba intensamente mientras se dirigía hacia la parada de taxis, y el viento jugaba con su cabello mientras subía al vehículo que no le costó conseguir rápidamente.




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