Querida Hermana te Daré un Hijo

30

—Creo que sería mejor marcharme ahora mismo —expresó ella.

 

—Solicitaré al chófer que te lleve —respondió Jeremiah.

 

—Oh no, señor. No es necesario —intentó negarse, pero Jeremiah insistió.

 

—Has dedicado tiempo en venir hasta aquí, y lo mínimo que puedo hacer por ti es esto —afirmó, sin importarle que Nora declinara su oferta.

 

Abandonaron la habitación y descendieron las escaleras hacia la primera planta de la mansión. Al llegar a la sala, Dylan, quien había llegado recientemente, se levantó del sofá al verlos bajar y se sorprendió al percatarse de la presencia de la mujer junto a su primo.

 

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jeremiah sin molestarse en saludar.

 

Por otro lado, Nora saludó con un movimiento de cabeza desdeñoso.

 

Dylan pareció olvidar la razón por la que había venido, pero luego se le ocurrió decir lo primero que pasó por su mente.

 

—Necesito tu aprobación para llevar a cabo el evento anual. Al no encontrarte en la oficina, decidí venir hasta aquí —comentó Dylan con despreocupación —. Espero que no te moleste.

 

—Sí, en realidad tu presencia me molesta. Y respecto a lo que has venido, lamento informarte que me encargaré de ello —respondió Jeremiah.

 

—¿También me vas a privar de esto? Pensé que yo no tenía nada que ver con mi padre. Pero veo que también tengo que cargar con las consecuencias, ¿verdad?

 

—No te estoy privando de nada. El hecho de encargarme del evento que tu padre solía llevar a cabo no implica que te excluya a ti también —dijo su primo, pero Dylan soltó una risa breve.

 

—Sí, claro. Intentas aparentar ser el bueno delante de los demás, mostrándote como el mejor jefe. No soy tonto como para creerte. Sé que siempre has planeado quedarte con el hotel, y por eso asumes la responsabilidad del evento... nuevamente —sus palabras no sonaron como un reclamo, sino más bien reflejaron sentimientos encontrados —. Pero sabes qué, tengo tanto el derecho como el deseo de llevar a cabo el evento sin tu aprobación. No eres el único heredero del hotel, y espero que no olvides el acuerdo del abuelo Malcom.

 

—¿El acuerdo? Pensé que no querías tener nada que ver con el negocio familiar.

 

Sinceramente, Dylan no tenía claro cuáles eran las intenciones de su primo, pero estaba decidido a descubrirlo. Dylan miró a Nora deteniéndose unos segundos en ella, y luego a Jeremiah.

 

—Hay muchas razones que me interesan descubrir. Espero que te quede claro cuáles son mis intenciones —argumentó.

 

Nora se percató de que existía una rivalidad profunda entre los primos, pero no descifró a qué se debía.

 

—Siempre las he tenido muy claras —respondió Jeremiah con firmeza —. Y sea cual sea tus razones, no son relevantes para mí.

 

Dylan notó el desdén en la voz de su primo y decidió continuar con la conversación.

 

—Quizás aún no lo sean, pero te sugiero que andes con cuidado. El enemigo suele estar cerca.

 

—Supongo que debo desconfiar de todos entonces, comenzando por ti —respondió Jeremiah con sarcasmo.

 

Ambos primos se miraron fijamente, recordando los momentos de rivalidad en su pasado. La tensión en el ambiente era palpable y Nora observaba como una espectadora mientras se mantenía en silencio.

 

Después de su acalorada discusión, Dylan decidió abandonar la casa de Jeremiah, dejando atrás la tensión que los rodeaba. Este cambio repentino de ambiente afectó el humor de Jeremiah, quien se volvió frío y distante, como si un muro invisible se hubiera levantado entre ellos.

 

Nora, observando el cambio en su actitud, optó por no mencionarlo y se despidió de su jefe sin hacer comentarios al respecto.

 

—Bueno, señor, me retiro por hoy. Nos vemos mañana —dijo Nora con una sonrisa forzada.

 

Jeremiah asintió brevemente, evitando el contacto visual.

 

—Hasta mañana, Nora. Que tengas un buen día —respondió con tono monótono —. Y gracias por el desayuno.

 

—No es nada, señor. Hasta luego.

 

Nora abandonó la estancia con una sensación de incertidumbre. A medida que salía de la casa, pudo sentir la tensión flotando en el aire, como una nube oscura que envolvía el lugar. 

 

Aunque le preocupaba la rivalidad entre los primos y cómo esto afectaría su trabajo en equipo, al final y al cabo ambos eran dueños del hotel que dirigían, decidió que lo mejor era no  inmiscuirse en sus asuntos. Eran hombres maduros que debían resolver sus diferencias y trabajar juntos hacia un objetivo común.

 

Aunque no se les veía las intenciones de arreglar sus problemas.

 

Mientras caminaba hacia el exterior, dónde el chófer de Jeremiah la esperaba, Nora no dejaba de darle vueltas a las palabras de Dylan. 

 

Parecía estar resuelto a averiguar algo.

 

¿Pero qué era? 

 

Se subió al auto, absorta a sus pensamientos. Reflexionaba sobre el poder de las relaciones familiares y cómo podían influir en nuestras vidas para bien o para mal. A veces, incluso las personas más cercanas podían tener dificultades para entenderse mutuamente. 

 

Ella lo sabía bien, ya que le había ocurrido con su hermana. Sin embargo, ambas se habían prometido solucionar sus desacuerdos siempre. 

 

Suspiró melancólica. 

La ausencia de su hermana sin duda alguna era lo más doloroso para Nora. Pero no quería hundirse en la tristeza, no podía permitirse aquello cuándo tenía una motivo para seguir adelante; su hija.

 

Con ese pensamiento en mente, Nora se dirigió decidida hacia el hotel, dispuesta a afrontar su jornada laboral. No le llevó mucho tiempo llegar al imponente edificio Beaumont y adentrarse en su interior, no sin antes agradecerle al chófer por haberla traído.




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