Querida Hermana te Daré un Hijo

33

Jeremiah asintió con una sonrisa mientras observaba cómo Nora se alejaba rápidamente, lo que le llevó a poner en marcha el auto. Sin embargo, un sonido llamó su atención y apartó la vista de la carretera, notando el móvil que estaba en el asiento. Recogió el teléfono olvidado y leyó la notificación que había llegado.

 

Julie: He traído a Zoe al parque, conmigo.

 

Intuyó que se refería a la niña, y de seguro Nora la buscaría en la guardería.

 

Decidió cambiar de rumbo y regresó al edificio donde había dejado a Nora, decidido a devolvérselo. Se bajó del auto y buscó con la mirada, pero no encontró ni un rastro de ella. Las calles estaban desiertas.

 

Jeremiah regresó al sitio donde previamente había dejado a Nora. Adentrándose en el edificio, consultó al vigilante si había visto a una mujer ingresar recientemente, pero este le respondió que el lugar estaba deshabitado, lo cual le sorprendió. Dudaba de que Nora le hubiera dado una dirección falsa. Desconcertado por la respuesta del vigilante, salió al exterior pero fue en vano, no había ni un alma allí afuera. Volvió a su auto con la intención de alcanzarla.

 

No creía que hubiera ido muy lejos.

 

Por otro lado, Nora caminaba apresurada hacia la guardería. Sentía cierta culpabilidad por haberle mentido descaradamente a su jefe, pero no podía revelarle que tenía una hija. Había diversas razones para ocultar la existencia de la niña, entre ellas la dificultad que había enfrentado para encontrar empleo durante los últimos cuatro años. Simplemente mencionar en su currículum que era madre soltera la descartaba automáticamente y era rechazada.

 

Nora necesitaba ese trabajo y había actuado con prudencia al no mencionar a nadie en el hotel acerca de su hija. Solo lo sabía Elliot y algo le decía que su secreto estaba seguro con él.

 

Llegó apresurada a la guardería y atravesó el colorido y animado jardín de infantes, deseosa de encontrarse con su pequeña Zoe. Sin embargo, al llegar, se llevó una desagradable sorpresa, y es que el lugar se encontraba cerrado y desolado. Confundida y preocupada, echó un vistazo hacia el interior, pero no logró divisar a nadie.

 

Se llevó una mano a su frente.

 

—Oh, es muy probable que Zoe esté en el parque junto a Julie... —murmuró en voz alta, intentando encontrar una explicación a la ausencia de su hija y niñera.

 

Con un sentimiento de inquietud creciente, comenzó a hurgar en su bolso, desesperada por encontrar su teléfono móvil. Sin embargo, su ceño se frunció aún más al darse cuenta de que no estaba allí. Sin rendirse, revisó los bolsillos de su abrigo en busca de alguna pista, pero solo encontró vacío.

 

Nora sentía una mezcla de frustración y arrepentimiento al darse cuenta de que había olvidado su teléfono móvil en el auto de su jefe. Frustrada y agobiada por la situación, cerró los ojos por un momento tratando de encontrar una solución. Pero la falta de comunicación le preocupada ante la posibilidad de perder información importante. Además, se reprochaba a sí misma por no haber sido más cuidadosa y estar más atenta a sus pertenencias, lo que aumentó su sensación de decepción consigo misma.

Jeremiah estacionó el coche en frente del parque, donde Julie había indicado en el mensaje que estaría con Zoe. Esperó dentro del vehículo la llegada de Nora, pero a medida que pasaban los minutos, se impacientó y decidió acercarse a la mujer que estaba sentada en el banco.

 

Se percató de que no había nadie más allí, excepto él, la mujer y una niña que jugaba en los columpios.

 

—Buenas noches, ¿es usted Julie? —habló Jeremiah con amabilidad, haciendo que ella se sobresaltara ante su repentina aparición.

 

—Sí, soy yo... —lo miró con cierta desconfianza—. ¿Y usted es...?

 

—Me llamo Jeremiah Beaumont —respondió él con una sonrisa cordial que intentaba disipar cualquier duda—. Supongo que sabe quién es Nora, ¿verdad?

 

Julie estaba a punto de responder, pero Zoe se adelantó con una voz aguda y un tono seguro.

 

—Nora es mi mamá —dijo la niña haciendo que el director volteara a mirarla.

 

Una pequeña niña de rizos dorados lo observaba con sus grandes y expresivos ojos azules.

 

—¡Oh! —exclamó Jeremiah al reconocerla—. Tú debes ser Zoe, ¿verdad?

 

La niña entrecerró los ojos hacia Jeremiah y recordó inmediatamente haberlo visto antes. Cruzó sus brazos sobre su pecho.

 

—Espera un momento... —se agarró el mentón pensando y abrió los ojos al acordarse—. ¡Eres el hombre que se cayó de trasero aquel día!

 

Jeremiah frunció el ceño, sintiéndose ofendido por la forma en que la niña lo recordaba. Julie se levantó del banco, confundida por la situación.

 

—¿Me llamaste tonto? —le reprochó, frunciendo el ceño. Sin embargo, la niña pareció imperturbable y asintió. 

 

—Mamá dice que no debo hablar con extraños —se justificó.

 

Jeremiah abrió la boca para responder, pero se quedó en silencio al ver a la niña correr hacia la recién llegada. Nora abrazó amorosamente a su pequeña, quien se aferró a su madre.

 

—Mi amor —la besó en las mejillas con ternura.

 

—Te extrañé mucho, mamá —dijo la niña mientras se aferraba al cuello de Nora.

 

—Yo también te extrañé, princesa. ¿Nos vamos?

 

—¡Sí! —exclamó emocionada Zoe, y Nora sonrió.

 

Luego, Nora notó la presencia de Julie, su jefe, junto a la niñera. Al acercarse, su rostro mostró sorpresa y confusión al verlos juntos.

 

—Jeremiah... ¿Qué haces aquí? —preguntó Nora, tratando de ocultar su desconcierto.

 

Jeremiah metió las manos en los bolsillos de su pantalón y le ofreció una amistosa sonrisa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.