Querida Hermana te Daré un Hijo

37

—Yo... lo siento. No puedo cambiar el pasado, pero he tratado de enmendar mis errores —respondió con voz temblorosa—. He intentado seguir adelante, pero sigo estancada. No he podido superar la culpa que siento. Jamás fue mi intención hacerte daño y no hay un solo día en el que no me arrepienta de eso. Lo que pasó entre Dylan y yo fue un error...

 

—Lo que pasó entre Dylan y tú dejó de importarme. Sea o no un error, el daño ya está hecho, así que no quiero tus disculpas —escupió con voz firme.

 

Pero Jane parecía no escuchar sus palabras y continuó suplicando su perdón. Dio unos pasos hacia él, manteniendo una distancia prudente entre ambos.

 

—Sé que no merezco tu perdón y me odio por lo que te hice. Fui una estúpida al arruinar nuestra relación, jamás me perdonaré por eso —susurró acercándose a Jeremiah y reduciendo la distancia entre ellos—. Pero quiero que sepas que te amé más que a nadie...

 

Colocó la mano en su mejilla, pero Jeremiah la apartó bruscamente, notando la expresión dolida de Jane.

 

—Eres tan cínica al decir eso después de todo lo que me hiciste —bramó molesto—. ¿Por qué te atreves a volver a mi vida? ¿No fue suficiente haber roto mi corazón?

 

Preguntó Jeremiah, tratando de controlar su voz. Jane alzó la mirada, sus ojos cristalinos reflejando su dolor.

 

—Porque me di cuenta de que nunca te olvidé, Jeremiah. Lo que teníamos era real, a pesar de todo.

 

Jeremiah sintió cómo su furia comenzaba a apaciguarse lentamente. Aunque el rencor seguía presente, algo se removió en su interior al escuchar las palabras sinceras de Jane. Aunque no estaba seguro de si debería darle una oportunidad, sintió compasión por ella.

 

—Has causado mucho daño, Jane. No puedo borrar el pasado y espero algún día poder aceptar tus disculpas. Pero necesito tiempo y espero que respetes mi decisión —emitió con firmeza mientras se alejaba de ella.

 

El pasado había golpeado con fuerza, dejando en Jeremiah cicatrices difíciles de sanar. Y volver a verla era como meter el dedo en la herida.

 

Por otra parte, después de haber terminado los bocadillos, Nora se dirigió al comedor con el fin de tomar un merecido descanso y disfrutar de su almuerzo. Sin embargo, parecía que ese día no sería capaz de encontrar ni un solo minuto para descansar. Justo cuando llegó al comedor, uno de sus compañeros la alertó de que el gerente Joseph la estaba buscando, lo cual la obligó a regresar inmediatamente.

 

Caminó apresurada por el amplio pasillo mientras trataba de acomodar su desordenado cabello en una coleta alta. Su aspecto era un completo desastre y solo deseaba que el día terminara para poder darse un baño y acurrucarse en la cama junto a su pequeña hija.

 

Al pasar cerca de las escaleras de emergencia, una silueta masculina llamó su atención. De manera sigilosa, se acercó a la puerta y observó al hombre que estaba de espaldas frente a ella.

 

Jeremiah parecía estar perdido en sus pensamientos y ella intuyó que algo le sucedía debido a su semblante sombrío.

 

—¿Nora? —ladeó la cabeza al escuchar la voz de Joseph.

 

—Señor, me dijeron que me estaba buscando. Justo iba a verlo —respondió Nora.

 

—Sí, quería agradecerte por todo lo que has hecho hoy. Además, debo felicitarte por tu excelente trabajo, a todos les encantaron tus bocadillos —comentó el gerente, provocando una sonrisa de satisfacción en Nora.

 

—Es bueno saberlo, señor. Muchas gracias.

 

—Ah, y puedes irte a casa a descansar. Ya he hablado con uno de tus compañeros para que te reemplace durante el resto del día —informó Joseph, lo que hizo que la sonrisa de Nora se extendiera por todo su rostro.

 

—Oh, le agradezco mucho, señor —él asintió imitando su gesto y se alejó por el pasillo.

 

Nora suspiró aliviada al saber que no tenía que esperar a terminar su turno. Se dio la vuelta para irse lo más rápido posible, pero se detuvo abruptamente al ver a su jefe a pocos metros de distancia.

 

—¿Ya te vas? —preguntó el director, curioso por la prisa de Nora.

 

—Sí, señor —asintió ella rápidamente, comprendiendo que él debía saber lo agotador que había sido trabajar todo el día.

 

Sin embargo, Jeremiah deseaba no tener que despedirse de ella tan pronto.

 

—Imagino que estás cansada. Permíteme llevarte a casa —ofreció, pero ella negó rápidamente.

 

—No, no se preocupe. Pediré un taxi, no quiero molestarlo. Además, debería estar disfrutando de la velada.

 

—Tranquila, no es ninguna molestia. Y en realidad, me vendría bien salir de aquí un rato y respirar aire fresco. Este lugar puede resultar un tanto... asfixiante —comentó Jeremiah.

 

Aunque Nora se preguntó a qué se refería, decidió no entrometerse en el asunto.

 

—Iré por mis cosas.

 

—De acuerdo, estaré en el estacionamiento —informó Jeremiah y ella asintió.

 

Minutos más tarde, Nora se acomodó en el asiento del pasajero, ajustando el cinturón de seguridad mientras su jefe se subía al auto y lo ponía en marcha.

 

—Oh sí, olvidé preguntarle. ¿Mañana también debo ir a preparar su cena? —lo miró mientras esperaba la respuesta de Jeremiah. 

 

Sin embargo, él parecía ajeno a su pregunta, perdido en sus propios pensamientos. El silencio en el interior del auto se volvió algo incómodo, y Nora comenzó a preocuparse por su jefe.

 

Carraspeó llamando su atención.

 

—Disculpa, ¿has dicho algo? —la miró de soslayo.

 

—Sí, de hecho le estaba preguntando si debía ir mañana a su casa —quiso saber.

 

—Ah, no, los fines de semanas ceno en casa de mi madre —respondió sin apartar la vista del camino.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.